EDITORIAL

Sobre China, reformas y desarrollo

Las reformas económicas en China, el formidable proceso de desarrollo y modernización que incorporó al mercado mundial a una quinta parte de la población, se iniciaron hace treinta años. Por entonces, la corriente reformista nacida de las entrañas del partido único impuso a los izquierdistas conocidos como “La banda de los cuatro”. La conciencia del atraso, la necesidad de conectarse con el mundo y la revalorización de la economía de mercado, fueron las ideas centrales que movilizaron el proceso de cambio.

No obstante, este proceso no fue lineal. El itinerario histórico que explica este devenir se hizo sin hoja de ruta y sin disponer de experiencias previas. Los historiadores habían teorizado sobre la transición de una economía capitalista a otra socialista. En el caso de China, los términos se invirtieron y lo que hubo que hacer fue ordenar la transición del socialismo a una economía de mercado.

Más de un historiador entiende que lo sucedido en China no se explica con las categorías clásicas de capitalismo y socialismo, ya que hay que completar el conocimiento de la realidad con otros paradigmas como, por ejemplo, desarrollo y subdesarrollo; tradicionalismo y modernización. Los comunistas chinos siempre se han destacado por su pragmatismo y su rechazo a dogmas teóricos.

Para 1978, y muerto Mao -el “ gran timonel”-, los comunistas chinos observaron que en los países vecinos, antes considerados reductos de reaccionarios, las economías habían crecido. Lo sucedido en Singapur, Taiwan, Corea del Sur, el propio Japón, eran hechos imposibles de negar: el capitalismo y la economía de mercado en determinadas condiciones funcionaba, y funcionaba bien.

El proceso se inició con lentitud, pero fue irreversible. En pocos años China se transformó en un protagonista de la economía mundial y en uno de los centros preferidos de inversionistas extranjeros. La liberalización económica fue acompañada de un tránsito lento pero progresivo de libertades civiles, aunque el sistema político continuó siendo centralizado y controlado por el Partido Comunista.

Hoy sería exagerado decir que China es un régimen totalitario, pero se faltaría a la verdad si se dijera que es un modelo de democracia pluralista y representativa. El Partido Comunista es el que ejerce la autoridad política máxima y de alguna manera es considerado el artífice de la unidad nacional. Hacia el futuro se prevén sucesivas reformas, pero los chinos están acostumbrados a pensar en términos de largo plazo, por lo que hay que aceptar que en lo inmediato no habrá novedades importantes en este campo. A modo de conclusión podría decirse que, con sus luces y sus sombras, las reformas iniciadas hace treinta años integran una cadena de cambios de grandes dimensiones y consecuencias. Sin duda es el proceso más importante de la segunda mitad del siglo veinte y abre hacia el futuro un horizonte de expectativas y transformaciones sumamente interesantes.