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“After Dark”

El dibujo de un relojito al inicio de cada capítulo pauta el paso de la noche en la cual tienen lugar los encuentros y desencuentros de “After Dark”, la última novela del escritor japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949), cuya prolífica producción no siempre resulta de pareja calidad. “After Dark”, sin embargo, no desmerece la veta más alta de Murakami, explotada en algunas páginas memorables de su anterior libro de relatos, “Sauce ciego, mujer dormida”.

El relojito del primer capítulo marca las doce menos cuatro (pm); el del último, las siete menos ocho (am). En un local de una cadena de restaurantes de una gran ciudad, una chica lee. Se le acerca un joven con un trombón y le da charla, demostrando conocerla de algún día de verano en una piscina, a ella y a su hermana, que será otro de los personajes de la novela. La joven en el bar-restaurante ha perdido el último tren. El joven debe ensayar con su banda. La hermana de la chica duerme en su departamento, tal como viene haciéndolo sin solución de continuidad en las últimas semanas, mientras un televisor desenchufado empieza a relampaguear imágenes turbadoras. La noche recién comienza, y la lectura de la joven del bar será nuevamente interrumpida para llevarnos a otros personajes, a una prostituta golpeada y al destino incongruente del golpeador.

Murakami elige como expediente para introducirnos en los distintos episodios y personajes, los movimientos de una hipotética cámara cinematográfica que sobrevuela la ciudad: “En el amplio panorama, la ciudad parece un gigantesco ser vivo. O el conjunto de una multitud de corpúsculos entrelazados. Innumerables vasos sanguíneos se extienden hasta el último rincón de ese cuerpo imposible de definir, transportan la sangre, renuevan sin descanso las células. Envían información nueva y retiran información vieja. Envían consumo nuevo y retiran consumo viejo. Envían contradicciones nuevas y retiran contradicciones viejas. Al ritmo de las pulsaciones del corazón parpadea todo el cuerpo, se inflama de fiebre, bulle”.

Como en casi todos los textos de Murakami hay una profusa citación de músicos y temas musicales. El título, aparte de aludir a la noche en que se desarrolla la novela, también alude a “Five Spot After Dark”, en la versión tocada por Curtis Fuller al trombón, y que decide al joven personaje masculino su vocación por ese instrumento. Publicó Tusquets.

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