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“Lisístrata”

En el 411 a.C., los conflictos bélicos entre Atenas y Esparta continuaban pesando gravemente, además de los reveses que los atenienses habían sufrido en la fallida expedición a Sicilia, y la necesidad de reconquistar algunas ciudades rebeldes; ése es el contexto histórico en que debemos situar a la propuesta pacifista de “Lisístrata”. Sin embargo, así como la paz es (o debería serlo) en absoluto un bien, el autor de esta comedia, Aristófanes (Atenas, 445 a.C.-388 a.C., Circa) parece haber tenido en mente universalizar el tema tratado. Esto se nota sobre todo en la escasez de referencias a personajes o situaciones concretos, sobre todo en comparación con las otras comedias del autor.

Lisístrata convoca a las mujeres, y todas concuerdan en el hartazgo por las guerras que ausentan a los hombres de sus hogares. Proponen entonces obligarse a una abstinencia sexual. Tras las primeras dudas, en asamblea aceptan y juran cumplir con esta huelga sexual, encargándose de hacer proselitismo para que todas las mujeres de Grecia se plieguen. Luego se apoderan de la Acrópolis ateniense, para evitar que el dinero allí atesorado sea derivado a financiar gastos militares.

Claudia Fernández, que presenta una brillante traducción de “Lisístrata” (Editorial Losada) escribe en la introducción: “Las mujeres lograron con eficacia someter a los maridos y restituir la paz para toda Grecia. Los medios para alcanzar la victoria han sido inverosímiles y absurdos, pero de eso se trata la fantasía cómica”.

¿Se trata “Lisístrata” de una obra feminista, tal como se ha insistido en interpretarla en las últimas décadas? “En ningún momento se argumenta a favor de la emancipación femenina ni se omite opinión alguna a favor de la paridad entre los sexos. Ellas han tomado el mando pero la iniciativa fue de los hombres que fomentaron el desorden. Por ello, no es “Lisístrata’ un ruego por el derecho de las mujeres, como alguna lectura de corte feminista querrá ver, sino más bien una denuncia de la incompetencia de los varones. Las mujeres asumen un comportamiento varonil sólo temporariamente y hasta que se decrete la paz. Una vez que los fines se han conseguido, vuelven dócilmente a sus hogares reafirmando de ese modo el modelo vigente”, escribe Fernández. “La utopía cómica reside en la obtención de la paz, y no en la inversión de los papeles, que ha dejado a los hombres desacreditados, privados como se los ve del autodominio y la razón, sin poder resistir los llamados del deseo. Es en verdad muy cómico que las mujeres respondan al juramento de castidad y sean precisamente los hombres los que terminen sucumbiendo”.