El mundo de Carmen Conde

La escritora española Carmen Conde.
El mundo de Carmen Conde

La escritora española Carmen Conde.
Ana María Zancada
Carmen Conde Abellán murió el 8 de enero de 1996. No muy conocida por los lectores argentinos fue una escritora brillante y una mujer que hizo de la literatura su mundo y su vida. Junto a su esposo, el poeta Antonio Oliver Belmás, desarrollaron un importante rol dentro del mundo cultural del siglo XX español. Además, sin olvidarnos de Isidra Guzmán y la Cerda, que en el siglo XVIII integró la Real Academia, Carmen Conde es considerada como la primera mujer académica de nuestra época.
Su producción literaria incluye fundamentalmente poesía, novelas, ensayos, biografías, siendo también muy rico su trabajo dentro del periodismo.
Carmen nace en la bella tierra murciana, en Cartagena y a los 7 años, con su familia, se traslada a Melilla, donde permanece hasta los 13, en que regresa a su tierra natal. Estudia Magisterio y Filosofía y letras y conoce al hombre que la acompañará toda su vida, Antonio Oliver Belmás, escritor y poeta como ella. La vocación de Carmen se manifestó desde muy joven y comenzó a comunicar su rico mundo interior: “Allégate, paisaje. Quédate en mis ojos. Fúndete en mí. Incorpórateme. Eternízame. Yo quiero morirme dulce e inesperadamente en tus manos”.
En 1931, junto a su esposo crean la primera Universidad Popular de Cartagena, incluyendo biblioteca, cine, excursiones y conferencias.
Para esa época conoce a Juan Ramón Jiménez, quien incorpora obras suyas en el único ejemplar de la revista Ley, editado en Madrid.
En 1934, editó con prólogo de Gabriela Mistral e ilustraciones de Nora Borges, “Júbilo”, su segundo libro de poemas.
“Es igual que reír dentro de una campana:/ sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles/ vas gastando la noche de tu cuerpo/ y yo te transparento: soy tú para la vida”.
En 1936 fue becada a Francia y Bélgica a fin de estudiar temas relacionados con la educación. Pero la Guerra Civil pone un freno a tanta labor. Carmen y su esposo se unen a los republicanos. Él sigue la lucha en los frentes de batalla y ella se refugia en El Escorial: “Unísona unidad compacta/ bajo retumbante que las montañas sostienen/ Trazado indeleble en la abierta llanura./ La luz que te señala en las noches de fuegos,/ revela tu arquitectura a la Toledo del Alfanje líquido/ Piedra serena, vaso de la liturgia castellana./ Gracias porque me enseñaste cuánta columna dórica sostiene la arquitectura de mi ensueño”.
Tras la contienda su marido fue encarcelado en Murcia mientras ella sigue escribiendo, marcando esta época como la que la transforma “de escritora en poeta”, según sus propias palabras.
En “Sea la luz” de 1947, expresa todo el dolor y desazón de un pueblo partido en dos que lame sus heridas: “Es mía y no mía la muerte:/ es la muerte de la que nacieron conmigo/ y cansados de ver morir o matar/ van muriéndose en cuerpos que se resisten/ a dejar de ser vivos”.
Y en un desesperado intento por comprender la finitud humana: “La vida es tan frágil/ que constantemente está rechazando/ las solideces que pudieran aprisionarla”.
Y la invocación rebelde a un Dios que en esos años pareció mirar hacia otro lado: “Tu Juicio Final, sí!/ para sufrir más todavía./ ¿Y luego Señor?/ Dos filas inacabables/ donde se rasguen unos de otros, yéndose siempre a distintos mundos?/ Para sufrir más todavía,/ ¿resucitarás nuestra carne?”
Esta poesía está muy alejada de los primeros años, por ejemplo, “Poemas de niños, rosas, animales, máquinas y vientos” de 1934, donde aparecen las escenas de una infancia alejada del dolor y la injusticia.
Pero también el amor es objeto de su inspiración, el amor hacia el único hombre en su vida que le enciende la piel y el corazón.
Luego de la Guerra Civil vuelven a sus actividades y los días se alternan con los amigos: Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, y comienzan a llegar los reconocimientos: en 1953, Carmen recibe el premio Elisenda del Moncada y en 1954 el Premio Simón Bolívar de Siena. Antonio se doctora en Filosofía con su tesis “José Gálvez y el modernismo” y es nombrado Académico de la Academia de Artes y Letras de La Habana, Cuba. Pero fallece en 1968 y Carmen debe seguir sola su camino: “He vuelto por el camino sin hierba./ Voy al río en busca de mi sombra./ Qué soledad sellada de luna fría/ Qué soledad de agua sin sirenas rojas./ Qué soledad de pinos ácidos errantes/ Voy a recoger mis ojos abandonados en la orilla”.
En 1978, Carmen Conde se convierte en la primera mujer española del S. XX en ser aceptada en la Real Academia Española. Ya para entonces es reconocida como una escritora laureada por su copiosa obra en verso y prosa. En 1985 estuvo en la Argentina, vino a dar una serie de conferencias sobre el lenguaje. En 1987 recibe el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por “Canciones de Nana y desvelo”. Pero si bien nunca la realidad le fue ajena, ahora la soledad, la miseria, las ausencias, son una constante, sobre todo en su poesía: “Miseria y miseria de hombre/ que siempre se odian/ matando y matando; / conciencia sin pena./ Nos duele, sufriendo,/ ¿de dónde se saca la saña/ del hombre hacia el hombre?/ El campo sin flores se queja/ de abrir tantas tumbas./ Metales sirviendo las armas,/ a manos podridas/ que nunca se sacian”.
En 1994 y cumpliendo con lo que planeaban con su esposo, dona a Cartagena su biblioteca personal de más de diez mil volúmenes, además de la correspondencia mantenida con los grandes escritores a lo largo de su vida, y en 1996 se inaugura el Museo Carmen Conde-Antonio Oliver.
Pero es precisamente en ese año en que Carmen comienza a padecer los síntomas del mal de Alzheimer que poco a poco la va alejando de la realidad. Muere en Madrid el 8 de enero de 1996.
Queda su palabra a través de los trabajos nacidos al abrigo de una naturaleza sensible al dolor del mundo, respuesta de una lírica poderosa, evocativa y de notable fuerza verbal frente a la crueldad de sentimientos desbocados de irracionalidad.
Obras consultadas: “Mujeres en la Historia de España” Enciclopedia Biográfica Planeta 2000; “Memoria puesta en olvido” (Antología personal) Carmen Conde Ediciones Torremozas Madrid 1987; Diario Tiempo Argentino 3-05-1985.