Harto ya de estar harto
¡Sí a la vida!, ¿No a las papeleras?

Planta de Botnia, productora de pasta celulósica.
Foto: EFE
Harto ya de estar harto
¡Sí a la vida!, ¿No a las papeleras?

Planta de Botnia, productora de pasta celulósica.
Foto: EFE
Ing. Ricardo Scholtus
Es difícil recordar una acumulación de errores de todo tipo y con dimensiones de desastre nacional, como los cometidos en este sonado caso.
Las consecuencias no han sido todavía completamente evaluadas.
Errores políticos identificables
Corresponde en primer término referirse a los de naturaleza política, por incluir a la mayoría del resto de los errores, y por el nivel de responsabilidad que les cabe por ellos a las máximas autoridades nacionales y de la provincia de Entre Ríos.
Iniciados por el entonces gobernador, sospechado de intereses subalternos, fueron continuados por los impulsos que le diera el también entonces presidente de la Nación.
La convocatoria a todo el país a llenar una tribuna montada frente al río, con actitud patoteril hacia nuestro hermano y vecino Uruguay, fue después seguida de provocaciones y desmanejos que no requieren de mayores explicaciones, para luego incluir el capítulo Internacional, dentro de los principales errores de carácter político.
De mayor gravedad que la magnitud de los fallos de cálculo cometidos, resulta la manifiesta incapacidad de salir del atolladero, en el que se ingresó porfiada y caprichosamente. Esta pasa a ser una de las características más preocupantes de nuestras autoridades actuales.
De no poca importancia es la creación de un pequeño grupo de personas que se autodenominan Asambleístas o Ambientalistas, y a los que les cabe mejor el nombre de “terroristas ambientales”. Apropiándose de consignas equívocas como las que titulan este escrito, y que pretenden otorgar paridad a un objetivo que no se puede dejar de compartir, como ¡Sí a la vida!, con el notoriamente equivocado y torpe ¡No a las papeleras!
Con una actitud agresiva, amenazante, carente de fundamentos, y que rechaza cualquier tipo de discusión, toman a todos los argentinos de rehenes, interrumpen en forma permanente uno de los pasos a Uruguay, y pretenden extender la interrupción a los pasos vecinos, catalogando su accionar de “cortes pacíficos”.
Se apropian de las relaciones internacionales, desconocen las atribuciones de todos los poderes constitucionales, y de cualquier opinión o informe que pueda oponerse a sus pretensiones y demostrar que están absolutamente equivocados. Atropellan los derechos y perjudican impunemente los intereses de conciudadanos y habitantes de países tradicionalmente amigos como Uruguay.
Las autoridades que fogonearon inicialmente el conflicto, cedieron luego el espacio que les corresponde custodiar para todos los argentinos, y eludieron cualquier forma de reconocimiento que pusiera en evidencia sus equivocaciones iniciales. Buscaron no debilitar las posiciones, ya indefendibles, en foros internacionales donde mantienen la disputa.
Ahora tratan de sacarse el problema de encima transfiriendo las responsabilidades operativas a niveles más bajos, especialmente al actual gobernador de Entre Ríos. Este trata de convencer a los “asambleístas” de que revean la actitud y cesen con los cortes, comprometiéndose a seguir luchando por “la causa”, ora por el medio ambiente, ora contra Botnia, pero con otra metodología. Tímidamente, los gobernantes anuncian que no permitirán nuevos cortes, sin conseguir resultado positivo alguno.
Por el contrario, la intransigente persistencia del grupo, sin dejar espacio a la reconsideración, ha ido llevando a un hartazgo generalizado, lo que no parece conmoverlo. En la medida que se reduce a una clarísima minoría, se torna más virulento, y responde con amenazas de disposiciones de mayor severidad, y denuncias a los políticos que han dejado de apoyarlos. La criatura se comporta como un monstruo sin ningún tipo de control.
Responsabilidades distribuidas
Naturalmente hay otros responsables, por acción u omisión. Analicemos el significativo rol del periodismo y los medios de difusión. Antes de escuchar el ataque, normalmente esgrimido como defensa, de que no debemos culpar al mensajero, conviene reconocer su papel de deformadores (en este caso) de opinión, de una mayoría de incautos y confundidos. Como en el resto de los actores sociales, también en el periodismo, los tenemos “buenos” y “malos”.
Evitando hacer nombres, abundan los ejemplos de reconocidos “amarillos” en el orden nacional con el rótulo de “periodismo independiente”, y decididos fanáticos en el orden local. También gente seria y capaz, que fue planteando aspectos sustanciales pero parciales del tema. Los cuestionamientos solamente a la metodología de discusión son utilizados por los fanáticos para argumentar que en el fondo tienen razón, pero que no les dejan otra opción. Muchos, entre tanto, no han dedicado tiempo a profundizar en el tema.
Un reconocido periodista de un medio local advirtió coherentemente sobre la situación, desde el inicio. Y utilizó la muy adecuada expresión: “con algo de destreza podemos montarnos sobre el tigre, lo verdaderamente difícil es bajarnos después”.
Entre los científicos y técnicos que tienen mayor obligación de saber de lo que hablan hemos encontrado algunos mal informados, y otros que han evitado opinar por temor a las represalias. Y así, con el resto de los actores sociales representativos de la comunidad. Hasta acá, las cuestiones de forma.
Las cuestiones de fondo
La problemática del medio ambiente es demasiado importante para dejarla librada a una combinación fatal de ignorantes e irresponsables.
Como en la generalidad de los casos, también en este hay que evitar alentar el consumismo desmesurado.
Parece poco probable que los editores de periódicos propongan limitar el tamaño de sus ejemplares y tiradas.
Es más atinado pensar en cómo atender la demanda, con mínimos perjuicios ambientales y económicos.
No es necesario defender el uso del papel para la edición de libros y publicaciones, o sencillamente papelería para fines culturales, educativos, científicos, etc.
Actualmente en el mundo se está volviendo al uso de papel y celulosa como material de empaque, que resulta biodegradable, y reemplaza con numerosas ventajas para el medio ambiente a los plásticos derivados del petróleo. El uso de estos últimos se suma al severo problema de disposición de los residuos que enfrenta la humanidad.
Con las tecnologías actualmente idóneas, es posible fabricar papel y celulosa con niveles despreciables de contaminación. Cualquier actividad humana genera algún tipo de contaminación. Producción de alimentos y energía son sólo algunos ejemplos. Fuera de la actividad industrial, el consumo de agua para beber o higienizarse, y la disposición de los desechos humanos son otros.
Propiciar el exterminio de la humanidad para minimizar el problema, no parece la solución.
Gualeguaychú contamina más el medio ambiente y en particular las aguas del río Uruguay por sus actividades humanas y sociales (sin contar las industriales), que la papelera que dice combatir.
El esquema de producir localmente celulosa y papel hace factible la forestación, no con especies nativas, pero con muy alta producción de biomasa por hectárea-año. Esto equivale a decir, con muy elevado reemplazo de anhídrido carbónico por oxígeno. O, lo que es lo mismo, con una contribución positiva a la disminución del efecto invernadero y el calentamiento global, cuyas consecuencias ya son significativas y evidentes.
La Argentina sigue siendo importador neto de papel. El esquema de exportar rollizos a Finlandia para importarlos después en forma de papel, es inconveniente e irracional por donde se lo mire. Además de la insuficiente retribución al productor de la materia prima madera, y de las implicancias negativas en cuanto a generación de riqueza, empleo, valor agregado y divisas, representa una agresión e impacto ambiental doblemente perjudicial. Significa transportar rollizos en camiones que vemos circular a diario por nuestras rutas y avenidas, romperlas quemando combustibles fósiles no renovables y cubiertas con lo que emitimos inútilmente: gases que incrementan el efecto invernadero.
Algunas conclusiones
Se está hablando en estos días de adoptar como represalia, un corte de rutas para sabotear los famosos Carnavales de Gualeguaychú.
Sería mucho más pertinente realizar un “corte pacífico”, como dicen los “ambientalistas”, para impedir la entrada de papel y celulosa, en cualquiera de sus formas, a Gualeguaychú. Sean las ya enumeradas, o servilletas, papel higiénico, cartón corrugado o etiquetas de envases.
Se pondría inmediatamente de manifiesto el cinismo, además de la estupidez, de querer seguir consumiendo papel, pero producido en otro lugar.
La gran pregunta es entonces: ¿Cómo vamos a reorientar el discurso y la acción después de esta historia, hacia lo que verdaderamente nos conviene, que es la construcción de un mayor número de papeleras?
El tema es un ejemplo aplicable a una situación general. La respuesta pasa por mejorar la educación y cultura de nuestra sociedad, y, como actitud de justicia y democracia, dejar de asegurar la impunidad de los responsables.