etcétera. toco y me voy
La sombrilla playera

La sombrilla playera

Síntoma de senectud, madurez, cambio climático, conciencia, precaución, previsión, o cualquier expresión que quieran y puedan colocar aquí mismo: a cierta edad se te da por conseguir una sombrilla. ¡Todos a bordo!

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. ILUSTRACIÓN. LUIS DLUGOZEWSKI.

Ahora hay una especie de conciencia general que establece que entre el mediodía y las 16 (y acá ya estamos en problemas: con los continuos cambios horarios uno no sabe en qué hora de miércoles o jueves vive, carajo), uno debe protegerse estrictamente de los rayos solares, por más que se encuentre disfrutando a pleno una fresca brisita marítima. Con el sol no se jode. Y no alcanzan los bloqueadores y pantallas: a esa hora, la premisa es estricta. Nada de sol.

En el mar, es el momento en que uno se repliega debajo de la sombrilla que supo conseguir. Y aparecen automáticamente los diferentes estilos de pensar y disfrutar las vacaciones.

Tenés los argensoleros: son argentinos, gasoleros y están los trece o catorce miembros de la familia nono incluido- debajo de una única sombrilla enclenque que trajeron ellos mismos. Son un pequeño y conmovedor racimo, generalmente bullicioso y encima, feliz. Los guachos la pasan bárbaro y no gastan ni en sombrillas ni en reposeras y se dedican a chupar y morfar de su propia heladerita. Reciben con desprecio las miradas de sus vecinos poderosos, escondidos debajo de sombrillas de verdad o gazebos o carpas estructurales.

Luego, en el otro extremo, los que llegan a la playa y parece que son zares, reyes persas o jeques árabes. Reclaman para sí servicios y servidores (que pagan, desde luego), tienen distante aire arrogante (bueno, bueno, que están en la misma democrática playa pública que nosotros y el resto de los mortales; así que menos humos.) y un dejo despectivo para sus vecinos. Suelen odiar la alegría y los chicos, y quieren para su espacio una pulcritud que no es compatible con arena fina, pibes jugando y viento a las vueltas. Más que ir a la playa parece que quieren ir a una postal estática de la playa. Y no diré más.

Luego, espectacularmente, el sol corrige las asimetrías económicas y sesga la importante sombra del poderoso hacia el modesto grupo. La carpa, el gazebo o la súper sombrilla ahora le dan sombra a los de al lado y no vengas acá a correrte y sentar jurisprudencia que ya no tenés, canejo: este pedazo de arena es recontranuestro por esta tarde y se acabó. Y de paso les regalo a los juristas ese interesante problema para el derecho: ¿a quién pertenece la sombra?

Con la sombrilla, tenés las primeras decisiones cruciales de tu vida, o por lo menos decisiones en momentos en que querés olvidarte de ellas. En la playa te alquilan la sombrilla a precios relativamente módicos, tanto o tan poco, que a veces ni vale la pena considerar como ahorro llevarla varios kilómetros en tu auto. Como contrapartida, en los súper e híper se han vulgarizado tanto esos artículos playeros, y son tan ingeniosos los diseños para ocupar menos espacio, que parece razonable llevar algo que no ocupa finalmente tanto lugar y que te da autonomía y hasta cierta logística y organización previa que no podemos calificar como disvalores.

En la playa, las sombrillas no son todas iguales pero se parecen y después de un rato no hay diferencias entre la firme y pretenciosa estructura y la sombrillita que humildemente trajimos. Pronto, el mar, el sol, el aire fresco (lo que fuimos a buscar, en realidad) ponen en discreto segundo plano la importancia del elemento en discusión.

Por ahí un viento malevo, una ráfaga, desnuda la torpeza del instalador (que no tiene esos tubitos que tragan y escupen arena tan simpáticamente y sin esfuerzos, y uno como un gil empujando para abajo o utilizando una derrota- la palita de plástico del nene para cavar y lograr algo de profundidad para darle estabilidad al aparato) o la endeble estructura de alambre de la sombrilla comprada a precio de oferta en un lugar donde el mar más cercano y la oportunidad de probarla están a mil kilómetros.

Pero lo importante es que estamos acá. Que me vienen con discursos o comparaciones. No vinimos a un concurso de sombrillas. En un ratito tendremos el permiso para pasear nuestra busarda orgullosa por esas playas de dios. Así que aguanten un cacho más debajo de esta sombrilla que tampoco estamos tan apretados. O vayan a remojarse y vuelvan.

Tenés los argensoleros: son argentinos, gasoleros y están los 13 o 14 miembros de la familia debajo de una única sombrilla.