Papeles y más papeles
La maleta de Praga: otro capítulo en la historia de la familia Mann
Esa valija contiene mucha correspondencia de Heinrich Mann, el hermano de Thomas, reveladora de las difíciles relaciones que condicionaron la vida en familia y que quedó reflejada en la tendencia suicida de muchos de sus integrantes.

Thomas Mann, autor de “La Montaña mágica” y “Muerte en Venecia”. La pacatería de su esposa Katia influyó muchísimo en la vida del díscolo Heinrich Mann, hermano del primero y escritor también, fallecido en 1950.
Foto: Archivo El Litoral
Rodrigo Zuleta
Agencia EFE
La familia de los escritores Thomas y Heinrich Mann es probablemente una de las más investigadas del siglo XX por razones que van desde el más puro interés literario hasta la más descarada curiosidad morbosa. Ahora, una maleta encontrada en Praga —con documentos inéditos de Heinrich Mann— agrega un nuevo capítulo a esa historia.
La maleta, recuperada por el catedrático Peter Stein en una peripecia llena de casualidades, contenía 107 cartas del archivo de Heinrich Mann, además de otros papeles, que están ahora al cuidado del archivo de la Academia de las Artes de Berlín que presenta hoy el hallazgo.
La correspondencia entre Heinrich Mann y el germanista francés Felix Bertaux, en la que ambos, en pleno auge del nacionalsocialismo, muestran todavía confianza en poder oponerse a la barbarie como intelectuales, es parte importante de la maleta de Praga.
Otras misivas forman parte de una documentación más personal, como aquéllas de condolencia que recibió Heinrich Mann tras el suicidio en el exilio estadounidense de su segunda mujer, Nelly Kröger.
La figura de Heinrich Mann ha estado siempre un poco a la sombra de la de su hermano Thomas, alrededor de quien suelen tejerse las historias de una familia pródiga en relaciones conflictivas y en complejos procesos psicológicos que —Nelly Kröger fue sólo un caso entre varios— llevaron a los involucrados al suicidio.
De los seis hijos de Thomas Mann, dos —Michael y Klaus, este último autor de la novela “Mephisto”— pusieron fin a sus vidas recurriendo a sobredosis de medicamentos. Dos de las hermanas de ambos escritores también se suicidaron.
El nieto preferido de Thomas Mann, Frido Mann, cuenta en sus memorias cómo él también estuvo a punto de suicidarse en medio de una crisis personal, pero a última hora desistió y entró en una fase de interés por la religión que lo llevó a convertirse a la Iglesia Católica, que abandonó hace poco como protesta por el caso del obispo negacionista del Holocausto Richard Williamson.
Esa “pulsión tanática” de la familia, como la llamó Thomas Mann en uno de sus diarios tras el suicidio de su hijo Klaus, estaba sin duda relacionada con una compleja confrontación con la propia sexualidad.
La tendencia homosexual de Thomas Mann —que ha quedado reflejada en muchas de sus obras, entre las que se destaca “Muerte en Venecia”— y el esfuerzo que éste hizo durante toda su vida por reprimirla han sido tema de innumerables trabajos.
La rigurosa disciplina que rigió siempre la vida de Thomas Mann y la obsesión, alimentada por su mujer Katia, de llevar una vida ordenada y burguesa, eran también formas de mantener a raya sus propios demonios interiores.
Esa disciplina era ajena a Heinrich Mann, un erotómano consumado que en su juventud fue cliente habitual de los burdeles de Lübeck, que en uno de sus cuentos se lamenta de que su madre no fuera capaz de ponerle los cuernos a su padre, y que dejó a la posteridad una serie de dibujos eróticos bastante explícitos, ocultados durante mucho tiempo por su pudorosa cuñada Katia.
La tumultuosa vida erótica de Heinrich Mann fue lo que lo llevó a los brazos de Nelly Kröger, una actriz de baja categoría que nunca llegó a ser plenamente aceptada por Thomas ni, mucho menos, por Katia Mann.
En el exilio en California el rechazo familiar era especialmente sensible para Nelly Kröger. Ella y Heinrich Mann, cuyas obras estaban lejos de tener el éxito internacional de las de su hermano, dependían de la ayuda financiera del autor de “La montaña mágica”, con lo que el desprecio a que era sometida dolía aún más.
Katia Mann logró que la imagen que tuvo la posteridad de Nelly Kröger —que cayó en un alcoholismo crónico hasta llegar al suicidio durante el exilio— haya sido, durante mucho tiempo, la de una mujer vulgar y sin interés alguno.
Recientemente, y las cartas de la maleta de Praga ayudan a entenderlo, esa imagen ha empezado a ser revisada. Así, por ejemplo, una carta del escritor Alfred Döblin, en la que lamenta la muerte de Nelly, la describe como una mujer abierta, fina y solidaria hasta el fin con otro destino (el de Heinrich Mann).
Heinrich Mann murió en 1950 en su exilio en Santa Mónica (EE.UU.), cuando se disponía a regresar a Alemania para asumir la presidencia de la Academia de las Artes de la recién fundada República Democrática Alemana (RDA). De los dos hermanos, era el que más se había comprometido en la lucha contra el nazismo y el que más había sufrido el exilio.
De su obra quedan, entre otras muchas, ante todo dos novelas: “Professor Unrat”, que fue llevada al cine por Joseph von Sternberg bajo el título de “El Ángel Azul”, con Marlene Dietrich como protagonista, y “El súbdito”, una aproximación a la sumisa clase media alemana que ayudó al ascenso del nacionalsocialismo.




