Crónica política

Los Kirchner y el pasado; Santa Fe y el futuro

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Otros tiempos. Esta semana el senador Reutemann rompió el abrazo con el kirchnerismo y empezó a gestar un espacio propio.

Foto: Archivo El Litoral

Rogelio Alaniz

El poder político del gobierno nacional se desgrana aceleradamente. Los síntomas son visibles, se respiran en el aire, están presentes en cada uno de los acontecimientos. Todos lo ven; los únicos que parecieran no percibirlos son los Kirchner. Las cumbres del poder suelen producir esos espejismos. Se vive en un ambiente rodeado de cortesanos solícitos y colaboradores obligados a disimular faltas y ponderar virtudes. La presidente y su esposo se desplazan de un lugar a otro rodeados de un aura de protección y omnipotencia. Las malas noticias llegan lavadas y las buenas noticias se agigantan. Los grandes estadistas tratan de escapar como pueden de esas inevitables encerronas del poder. Pareciera que los Kirchner hacen exactamente lo contrario; todos los días se recluyen un poco más, como si les gustara dormir bajo el arrullo, entonado cada vez con más desgano, por seguidores y obsecuentes.

Esta semana desertó Reutemann; la semana pasada Solá armó su propia estrategia. Detrás de Reutemann viene Obeid. Romero en Salta ya saltó el cerco y algo parecido están haciendo los cordobeses. Los radicales K hace rato que tienen juego propio y lo mismo ocurre con la mayoría de los gobernadores que hasta el año pasado, se arrodillaban ante el poder absoluto de la pareja.

La única lealtad que sostiene la presidencia de la Nación es la de los caciques del conurbano, gracias a los elocuentes estímulos de los subsidios en sus variantes más directas y procaces. No deja de ser una ironía trágica del destino que la última reserva que les queda a los Kirchner, la línea de lealtades que supuestamente los va a defender cuando lleguen las horas difíciles, esté integrada por quienes a lo largo de los últimos años se han especializado en asestar puñaladas por la espalda.

Por razones de eficacia política, no menciono el desflecado respaldo de los muchachos de Carta Abierta. En este caso -Kirchner lo sabe muy bien- cuando se precipite el derrumbe, ellos resolverán sus tribulaciones y angustias con una beca en el extranjero o concertando una entrevista con el psicoanalista. Carta Abierta fue una operación mediática protagonizada justamente por quienes se llenan la boca hablando de las operaciones mediáticas. Para ser sinceros, habría que decir que el apoyo de ellos nunca importó demasiado a la lógica del poder, motivo por el cual su deserción tampoco importará demasiado.

El poder de los Kirchner retrocede a los empujones y el peronismo, mientras tanto, prepara su propia sucesión. El heredero se llamará Solá, Reutemann o alguien parecido. Si en los noventa la clave del peronismo se entonó con ritmo neoliberal, en el 2000 la melodía intentó ser nacional y popular. Para el bicentenario, puede que el tono exhiba algunas variaciones, aunque conociendo a los coristas, hay buenos motivos para pensar que la música tendrá un ritmo y una melodía no exactamente iguales, pero sí muy parecidos a los de la chaya riojana que los argentinos entonamos y disfrutamos durante diez años.

El kirchnerismo no ha desaparecido, pero desde el oficialismo y la oposición se están ensayando los primeros pasos del poskirchnerismo. Las torpezas de la pareja gobernante apresuran los tiempos. Contradiciendo las normas más elementales del sentido común, los Kirchner parecieran dispuestos a repetir los mismos errores que el año pasado. De ellos podría decirse lo mismo que Talleyrand dijera de los borbones cuando regresaron al poder después de Waterloo: “No aprendieron nada, no olvidaron nada”. Los borbones no duraron demasiado en el trono después de su retorno; pero tal como se presentan los hechos en la Argentina, daría la impresión que los Kirchner van a durar mucho menos.

Es increíble que sean tan torpes y que los errores que cometieron con el campo, estén decididos a reiterarlos. Nunca la historia se repite dos veces, pero los Kirchner con su testarudez, ceguera y trapacerías se están esforzando para producir ese milagro. La pareja sigue convencida de que está librando una lucha contra la oligarquía terrateniente cuando en realidad se está enfrentando con el sector económico más moderno y más transformador de la economía argentina.

Al respecto, no deja de llamar la atención que los mismos que invocan la lucha contra los oligarcas sean quienes alientan reuniones secretas con el dirigente de la institución emblemática de esa oligarquía, la Sociedad Rural. En ese gesto, de invocar una lucha en la que en el fondo no creen, y luego traicionar con moral de tahúr los mismos códigos que dijeran respetar, se expresa de manera nítida la catadura moral de los Kirchner.

El anticipo del escenario del futuro se está tejiendo en Santa Fe. Desde los tiempos de los Oroño y los Iriondo que Santa Fe no ganaba un protagonismo nacional tan marcado. Por motivos difíciles de dilucidar, en nuestra provincia se constituyen tramas políticas y liderazgos sociales que expresan un alineamiento no sólo posible sino deseable, para una sociedad democrática y pluralista.

Botana, Floria, Fraga, en diferentes tonos y registros, han observado la singularidad del escenario político que se está organizando. Los liderazgos de Reutemann y Binner no sólo son evidentes sino que expresan culturas y tradiciones legítimas. Más allá de las simpatías o antipatías que nos despierten los personajes, queda claro que contamos con dos liderazgos fuertes que, al mismo tiempo, tienen grandes posibilidades de proyectarse en el orden nacional.

Por decirlo de una manera tentativa y provisoria: Binner desde un perfil de centro izquierda y Reutemann desde un perfil de centro derecha, son quienes expresan con más nitidez estos escenarios que podrían llegar a adquirir relevancia nacional. Ojalá el siglo XXI se oriente en esa dirección; con una renovada cultura política afianzada al mismo tiempo en tradiciones reconocibles.

Es muy probable que los primeros tramos del siglo XXI todavía estén condicionados por la herencia del pasado; pero es muy probable que una sociedad moderna integrada a un mundo en permanente cambio reclame alineamientos que poco y nada tengan que ver con los esquemas tradicionales de radicales versus peronistas, o izquierdistas versus derechistas.

El kirchnerismo no ha desaparecido, pero desde el oficialismo y la oposición se están ensayando los primeros pasos del poskirchnerismo. Decía que a esas “novedades”, donde es posible percibirlas con más nitidez, es en Santa Fe. Tal vez no sea casualidad que así sea. Se trata de la provincia con los niveles de desarrollo económico y social más avanzados; la provincia donde las tensiones y contrastes suelen ser más evidentes y donde se ha ido constituyendo una cultura política que, a pesar de sus inevitables contradicciones e impurezas, tiende a expresar algo nuevo. De cada uno de nosotros dependerá que lo que se insinúa se transforme en tendencia y que la tendencia se traduzca en proyecto nacional.

No deja de ser una ironía trágica del destino que la última reserva que les queda a los Kirchner, la línea de lealtades que supuestamente los va a defender cuando lleguen las horas difíciles, esté integrada por quienes a lo largo de los últimos años se han especializado en asestar puñaladas por la espalda.

Las torpezas de la pareja gobernante apresuran los tiempos. Contradiciendo las normas más elementales del sentido común, los Kirchner parecieran dispuestos a repetir los mismos errores que el año pasado. Es increíble que sean tan torpes y que los errores que cometieron con el campo, estén decididos a reiterarlos.