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Las mujeres y el impresionismo

Las mujeres y el impresionismo

A propósito del Día de la Mujer, un repaso acerca de la presencia femenina en el movimiento impresionista vinculado a las bellas artes. TEXTOS. ANA MARÍA ZANCADA.

Dentro del llamado movimiento impresionista la presencia de las mujeres fue casi ignorada por los críticos de arte y no del todo considerada por el resto del grupo. Pero sería injusto dejar de lado la presencia de talentos como Berthe Morisot, Mary Cassat, Marie Bracquemond y Eva Gonzales.

Sólo hace pocos años sus trabajos fueron objeto de análisis y reconocimiento por parte de la crítica especializada. Tuvo que transcurrir más de medio siglo para que el talento femenino sea colocado en un plano de igualdad con respecto a sus pares.

EL ETERNO FEMENINO

El orden patriarcal fue una premisa en la historia del arte. Hubo cientos de mujeres que realizaron obras importantes pero se morían en la sombra del anonimato impuesto por la diferencia sexual.

La investigadora Griselda Pollock destaca que la creatividad en el arte siempre ha estado considerada como un atributo exclusivamente masculino. Ellas fueron siempre relegadas, cuando no ignoradas. Sofonisba Anguisola, Artemisa Gentileschi, Juditn Leyster, la Roldana, Rosalía Carriera, Camile Claudel, son algunos de los nombres entre cientos que vencieron al tiempo y a un injusto olvido.

En el caso que nos ocupa, el movimiento impresionista también contó con su presencia. Últimamente se realizaron exposiciones en Alemania y Norteamérica destacando su notable labor.

LA CAPITAL DE LA CULTURA

Los impresionistas fueron considerados como un grupo rebelde dentro del escenario del arte, hacia fines del siglo XIX. Eran jóvenes que, como un desafío, emprendían un camino de búsqueda, apartándose de las normas clásicas impuestas por los popes del momento.

Para ubicarnos en espacio y tiempo digamos que después de 1850, la sociedad francesa fue más liberal, la burguesía se transformó en una fuerza cada vez más dominante en la vida cultural parisina. Incluso se volvió la mirada hacia el exotismo del Oriente. Hubo conmociones sociales, y la política y sus vaivenes influyeron directamente en las manifestaciones intelectuales y culturales.

París era el centro de los cambios y rápidamente se transformó en la capital cultural del mundo, a la vez que George Haussman dotaba a la ciudad del toque moderno y mundano con un aspecto reluciente y armonioso.

París fue el eje cultural y político de los impresionistas. Arnold Hauser sostiene que éste fue un arte ciudadano por excelencia, que descubrió la ciudad como paisaje, reaccionando ante las impresiones exteriores con los nervios excitados del hombre técnico moderno, alejándose sus protagonistas de las maneras artísticas anteriores.

EL DESAFÍO

La primera exposición impresionista fue en 1874 y ya en ella encontramos la presencia de Berthe Morisot. Había nacido en Bourges en 1841 y a los siete años se traslada con su familia a París. Su educación incluyó música, pintura y dibujo. Fue alumna de Camille Corot y en 1868 conoce a Edouard Manet, en cierta forma el mentor y guía del grupo.

Berthe no consideraba a Manet como su verdadero maestro, pero entre los dos se crea una amistad muy especial. Con el tiempo contraería matrimonio con el hermano de éste, Eugene. Su participación en las exposiciones fue motivo de duras y despiadadas críticas. Incluso su madre recibió cartas donde le reprochaban que las obras de su hija estuviesen colgadas en ese “pernicioso entorno”. La reprobación social era contundente al “asociarse a una pandilla cuya incultura estaba ejemplificada por Cezanne”.

Sin embargo, a pesar de la conmoción provocada, Morisot siguió en el grupo.

En 1866, Mary Cassat llega a París y no tarda en unirse a los rebeldes. De origen norteamericano, pertenecía a una familia de cierta holgura económica. Inició sus estudios de pintura en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania y luego se dedicó a viajar por el mundo, hasta que fijó su residencia en París. En 1874 conoció a Edgar Degas que la invitó a integrar el grupo.

Participó de la cuarta exposición impresionista y permaneció ligada a ellos hasta 1886, prosiguiendo luego su amistad con Degas y Morisot.

La presencia de las otras dos mujeres, Marie Bracquemond y Eva Gonzalès, fue tan efímera que casi no se las recuerda, aunque sus obras fueron también de gran calidad.

Marie Bracquemond, en realidad Marie Quiveron, nació en Bretaña en 1840. Siendo alumna en el taller de Ingres conoce al pintor y grabador Félix Bracquemond y se casa con él. Entusiasmada con el grupo impresionista, participa en tres de las ocho exposiciones. Los críticos ya comenzaban a aceptarla como una de las damas del movimiento pero, cansada de los celos y reproches de su marido, que no se resignaba ni aceptaba su éxito, dejó de pintar y su historia se desvanece.

El otro nombre prácticamente olvidado es el de Eva Gonzalès. Nació en París en 1849, hija del escritor español Emmanuel Gonzalès. Desde muy joven estudió pintura y luego fue alumna y modelo de Edouard Manet, provocando los celos de Berthe Morisot.

En 1879 se casa con el grabador Henri Guerard, falleciendo luego de un parto en 1883. De esta manera se borra su presencia de la historia del grupo y de la memoria del público.

PINCELADA FEMENINA

Y volvemos al comienzo. La presencia femenina fue minoritaria y tuvo que luchar durante años contra la discriminación.

Encorsetadas en el “estereotipo femenino”, su ámbito fue el doméstico, el retrato amable, el marco hogareño, la pasividad, sinónimo de la feminidad, delicada y sutil.

Sin embargo el transcurso del tiempo ha ido rescatando su obra. Son varias ya las exposiciones que a través de la mano de investigadoras y curadoras han interesado a museos y galerías del mundo entero para dar a conocer estos trabajos que en nada desmerecen a la par de los considerados grandes maestros.

La obra de Berthe Morisot contiene escenas intimistas de las cuales la más célebre sea tal vez “La cuna” (1872-Museo de Orsay), mundo sereno, atemporal, libre de afectación. Como el resto del grupo demostró preferencia por los visillos de muselina o gasa, que actuaban como filtro transparente para la luz del sol, tan importante en estas pinturas. Sus mujeres se distinguían por tener un cierto aire chic parisien, dado que ella misma era cuidadosa de su persona y acostumbrada a los halagos. Los detalles de la vestimenta no fueron olvidados ni aún en los despliegues de exteriores, donde hasta el vuelo de las cintas de un sombrero daban el toque personal a sus obras. Y no fue ajena a la corriente del grupo dejándose tentar por los paisajes exteriores donde yuxtapone colores para atrapar los cambiantes efectos de la luz, usando los contrapuntos cromáticos, indudablemente influida por su cuñado y maestro Manet.

Berthe Morisot, intervino en siete de las ocho muestras organizadas hasta 1886. Murió joven, el 2 de marzo de 1896, dejando sus más de 600 pinturas a sus amigos Degas, Monet y Renoir. Aunque ya gozaba de cierto renombre internacional como artista, su médico anotó en su certificado de defunción “sin profesión”.

La otra mujer destacada del grupo fue Mary Cassat. Rememorando su participación en las muestras declaró: “Yo acepté con alegría. Al fin podía trabajar con absoluta independencia sin tener en cuenta la opinión del jurado. Yo admiraba a Manet, Courbet, Degas, mis verdaderos maestros. Odiaba el arte convencional”.

En su obra, las figuras femeninas se empapan de una mirada maternal. Esta tendencia hizo que los críticos la encasillaran como una muy dotada pintora de mujeres y niños. El crítico Camille Lemonnier, escribió en 1900: “la marca característica del arte de este Salón será el haber abordado la vida contemporánea a través de la mujer. En realidad la mujer forma la transición entre la pintura del pasado y la del futuro.

Pero indudablemente, las obras de Cassat fueron mas allá de un simple encasillamiento. El mismo Degas al contemplar una de sus obras exclamó: “¡No puedo admitir que una mujer pinte tan bien”!

Sin embargo, a lo largo de los años hubo insistencia por parte de los críticos en sostener que las obras realizadas por artistas mujeres eran de calidad inferior. Precisamente la cultura de la inferioridad atravesó la historia y se hizo carne en conceptos preestablecidos en todos los estratos sociales y círculos intelectuales. Benito Pérez Galdós afirmaba, por ejemplo, que “el mayor encanto de la mujer reside en su ignorancia”.

Pero dejemos de lado la histórica misoginia para terminar con nuestras protagonistas. La fama de Mary Cassat se vió acrecentada por sus trabajos como grabadora y en sus últimos años, sus obras se vendieron muy bien. No abandonó nunca las serenas escenas maternales o femeninas, donde la importancia del reverbero de la luz natural acentuaba aún más la paz del entorno, condensando todo el amor del mundo en el abrazo amoroso de una madre con su niño. Mary Cassat murió en 1926 en su mansión de las cercanías de París. Fue la última mujer del grupo.

Obras consultadas:

- Belinda Thompson: “El impresionismo”, Ediciones Destino, Barcelona (2001).

- Antonia Cunningham: “Impresionistas” , Parragón (2000).

- Arnold Hauser: “Historia social de la literatura y el arte”, Editorial Debate, Madrid (2002).

- Griselda Pollock: “Mary Cassat” , Jupier Book, Londres (1980).

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“La hora de la merienda”, Marie Bracquemond.

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“Niños en la playa”, Mary Cassat.

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“Eugene Manet y su hija en el jardín en Bougival”, Berthe Morisot.

CONTRA EL OLVIDO

En este momento el Nacional Museum of Women in the Arts en Washington, está realizando una muestra colectiva de las obras de Mary Cassat.

En noviembre del 2001, el Museo de Bellas Artes de Bilbao inauguró una exposición con “la otra mirada impresionista”. Setenta obras con la paleta femenina de Cassat, Morisot, Bracquemond y Gonzalès, rescatando la contribución individual de estas cuatros pintoras al proceso de innovación técnica y estilística emprendida por el impresionismo.

En junio del 2008, el Museo Schirn de Frankfurt, les dedicó una muestra, con cerca de 150 obras, entre pinturas, dibujos y grabados, haciendo hincapié en la lucha contra la discriminación y el injusto olvido que sufrieron a lo largo de los años.

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“Lectura”, Berthe Morisot.