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“Siempre digo que no soy escritor, ni pretendo serlo porque respeto mucho ese oficio. Pero ésto ha sido un trabajo de investigación puesto en un libro”, manifiesta Miguel Cello.

Las calles por su nombre

¿Por qué se llaman como se llaman las calles de la ciudad? Hace más de diez años, esta pregunta llevó a Miguel Cello a indagar sobre el origen de estos nombres que forman parte de nuestra identidad.TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. N. GALLEGOS Y EL LITORAL.

¿Quién fue Pedro Tappa? ¿Quién fue Pietranera? ¿Por qué una calle de Villa del Parque se llama Liberación? Estas fueron apenas algunas de las preguntas que se hizo hace más de una década el periodista santafesino Miguel Cello. Encontrar las respuestas le llevó casi tres años y el resultado de su investigación vio la luz en 1997 con el libro “Calles de Santa Fe: ¿por qué? ¿por quién?”.

Más de diez años después una segunda edición suma nuevas calles nominadas, incluyendo las de La Guardia y Colastiné. Esta vez el trabajo fue algo más fácil: la designación comenzó a hacerse de modo más sistemático y prolijo, y con fundamentos más precisos sobre cada elección. Pero no fue así en 1995.

La idea del libro surgió “con una pregunta que me hacía casi a diario de por qué una calle se llamaba de una u otra manera. Nací en el barrio Sur, en 4 de Enero entre Amenábar y Entre Ríos, y me preguntaba quién fue Amenábar, qué pasó un 4 de Enero. Empecé por mi barrio y después seguí por otros con la misma pregunta. Eso me llevó a averiguar en la Municipalidad”, cuenta Cello a Nosotros.

UN LARGO CAMINO

Sin embargo, no estaban allí ni en el Concejo todas las respuestas; “pedí las ordenanzas para tener la posibilidad de buscar los datos y me encontré con que no estaban las de aquellas calles que puse como ejemplo. Me pregunté entonces por qué nos queremos tan poco los santafesinos. Después conseguí el permiso para meterme en una suerte de biblioteca que tenía el Concejo Municipal y empecé a rastrear los nombres”. Una vez allí, “lo más doloroso fue que a algunas ordenanzas -porque otras directamente se perdieron- las encontré en el hueco de un ascensor que estaba fuera de uso. Y sólo encontré algunas”, cuenta.

Sin un archivo organizado y completo, ¿dónde buscar? “Fui reconstruyendo toda esa historia porque incluso en algunas ordenanzas donde estaba el nombre de una calle, no figuraban las razones por las que se lo había elegido.. Entonces hablé con familiares o fui al barrio donde estaba ubicada la calle en cuestión. Todo ese trabajo me llevó casi tres años”.

Esta nueva edición fue más fácil de concretar. Es que, “aquella publicación de 1997 despertó el interés de los concejales por ser más sistemáticos y prolijos y comenzaron a incorporar en la norma sancionada los fundamentos, las fechas y los motivos por los que se imponía determinado nombre a una calle”.

Cello no duda de que, desde entonces, “se ha creado una conciencia en los legisladores de la ciudad y eso me parece que ha ayudado muchísimo, sobre todo en el cuidado de los nombres que han impuesto a algunas arterias. Para mi gusto -expone el periodista- hay pocas mujeres en esta nómina y debería haber más porque son muchas -y muchos también-, los que hicieron muchísimo por la ciudad”.

UN LISTADO ABIERTO

En la misma presentación de su libro reeditado, Cello anunció que había decidido ceder los derechos al Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral para que las próximas versiones se hagan con el Gobierno de la Ciudad. De manera que de ahora en más será el propio municipio el encargado de actualizar una lista que, sin dudas, va a seguir creciendo al ritmo de los cambios que se producen en la urbanización de la capital provincial.

Pero, si bien no planea intervenir en la nominación de las arterias ni abre juicios sobre las elecciones que se hicieron hasta ahora, opina que “en la próxima edición tendría que haber una calle Jorge Conti -en homenaje al periodista y escritor recientemente fallecido-, y otra que lleve el nombre de aquél vecino anónimo que hizo muchísimo por su barrio o del tipo que todos los días trabaja para una ONG. Creo que los concejales tienen un gran campo para ir nominando arterias porque aún hay muchas calles públicas y pasajes. No importa dónde estén sino quién fue y por qué se merece una calle”.

Y aporta otra reflexión: “nací en el “61 y todavía mis viejos, mis familiares y maestros hablaban con orgullo de políticos y de sindicalistas. Ojalá que en próximas ediciones tengamos políticos que valga la pena que estén en el nombre de una calle”. “Hay muchísima gente que ha hecho cosas por Santa Fe”, insiste y destaca artistas, docentes, científicos de los que se siente “orgulloso”.

En cuanto a las últimas incorporaciones a la lista de calles, consideró “movilizador” que en La Guardia las calles hayan sido nominadas con personas que hicieron mucho por el barrio. “Por eso digo que no hay que ser grandes próceres ni prohombres sino que se puede reivindicar en una calle la sencillez de un trabajo anónimo”.

CUESTIÓN DE CRITERIOS

Es que, si se repasa el listado de los nombres de más larga data en la ciudad, se concluye que en su elección se priorizaba a los próceres: “esa ha sido una tendencia nacional, pero ya está. Después fue la impronta de reivindicar, según quien tuviese la mayoría legislativa, a figuras relevantes de un partido, que no me parece mal pero tampoco es cuestión de abusar de eso”.

A la vez, “encontrás grandes próceres que no tienen su calle y creo que Artigas se merece una. Pero la docencia también tiene un gran campo para enseñar a los chicos quiénes fueron esas personas”. Precisamente, la primera edición tuvo una tirada de dos mil ejemplares -muchos de los cuales fueron distribuidos en escuelas- y se agotó. “Calculo que con ese material se debe estar trabajando” y si no es así, “espero que la segunda se utilice como motivación para que los chicos comiencen a indagar por las calles de su barrio y sigan ampliando sus conocimientos”.

LAS PRIMERAS RESPUESTAS

Volviendo al punto de partida, a lo largo de la investigación que lo llevó a publicar su libro por primera vez, Miguel Cello fue encontrando respuestas a esas preguntas iniciales. Así, supo que el santafesino José de Amenábar fue sacerdote, doctor en Derecho Civil y gobernador delegado y provisorio en varias oportunidades. Y que el 4 de Enero se conmemora el Tratado firmado en esta ciudad en el año 1831, conocido como Pacto Federal o Pacto del Litoral entre Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y luego Corrientes.

Pero también supo que de Pedro Tappa, herrero de profesión, se tuvo la primera fotografía de Santa Fe. Y que si una calle de barrio Centenario se denomina Rómulo Pietranera es porque se quiso recordar al propietario de una de las dos empresas de tranvías a caballo que funcionaron en nuestra ciudad. Y que se denominó Liberación a una calle de Villa del Parque en homenaje a un hecho ocurrido en setiembre de 1971 cuando el Padre Catena, en un encuentro de sacerdotes en Rosario, fue detenido por las fuerzas de seguridad, y liberado por el mismo reclamo de los vecinos.

“Siempre digo que no soy escritor, ni pretendo serlo porque respeto mucho ese oficio. Pero ésto ha sido un trabajo de investigación puesto en un libro, compilado en un libro. Había un lugar vacío y di el primer paso. Este segundo fue gracias a la colaboración de Gabriela Filereto porque ya no tenía el mismo tiempo que en el “97”, admite. “pero es eso: un libro de consulta que desentraña las preguntas que me hacía hace más de diez años y me parece que tiene que servir para los santafesinos”.

En todo caso -como apuntaba el entrañable Jorge Conti en el prólogo- , “los nombres terminan por ser lo que esas calles son como representación en el imaginario social y personal, y lo nombrado (prócer, acontecimiento, homenaje) se diluye en el mundo de la experiencia. Vivimos en un laberinto de nombres y paisajes que asociamos a ese otro laberinto, el de nuestras percepciones y evocaciones personales”.

ENTRELÍNEAS

“Las calles de Santa Fe tienen nombre. Sin embargo (...) son una atmósfera, un color, un perfume particular que se entrecruzan con recuerdos personales y que son más fuertes que los nombres o, más bien, han terminado por “ser’ esos nombres”.

Jorge Conti, del prólogo de “Calles de Santa Fe, ¿por qué? ¿por quién?”.

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Por la identidad

Villa Oculta no figura en el plano de la ciudad, más que como un sector de Villa del Parque. Y por esa misma razón sus calles no tienen nombre, aunque en el objetivo de sus pobladores la cuestión figura como una prioridad, junto con la demanda de mejores servicios y condiciones de vida. Desde hace varios años se viene trabajando en el tema con los propios vecinos y vecinas desde el Taller de Alfabetización de la Casita del Padre Catena, una de las instituciones que es referente en el barrio. Junto con alumnas de práctica de la Escuela de Servicio Social se decidió hacer encuestas entre los mismos pobladores para que sean ellos quienes propongan los nombres. Ya hubo avances en el proyecto, del que está al tanto el Gobierno de la Ciudad.

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MÁS CAMBIOS

La segunda edición de “Calles de Santa Fe...” sumó varias novedades a la primera publicación de 1997, entre ellas los nombres de las arterias que atraviesan Colastiné Norte, la mayoría con nombres de árboles y flores; La Guardia, que homenajea a vecinos destacados, y el loteo Las Paltas (Colastiné Norte), con nombres de flores.

EQUIDAD

Después de la publicación del libro, se aprobó una ordenanza de autoría de Adriana Molina para aplicar un criterio equitativo entre hombres y mujeres en la selección de nombres para las calles.

EL POZO

Otra ordenanza, aprobada a fines de octubre, propuso 14 nuevos nombres para las calles de El Pozo, de acuerdo a una selección entre personalidades vinculadas con la actividad académica de la Universidad Nacional del Litoral, de la que participaron distintas entidades del mismo barrio.