Llegan cartas

La con-vivencia ciudadana

Sres. Directores: Hace unos días, viví una situación de atropello por parte de un auto, en la esquina de Dorrego y bulevar Gálvez, que hubiese podido tener consecuencias graves, por la velocidad del vehículo y mi imposibilidad de prever la maniobra. Cruzando en dirección este por la franja peatonal adecuadamente marcada, y habilitada por el semáforo, súbitamente apareció un automóvil que venía circulando por el bulevar y giró por Dorrego. Instintivamente lo evité retrocediendo a fin de preservarme físicamente.

Me resultó imposible registrar los datos del dominio, ni reclamar a quien lo conducía por la transgresión en la que incurría. Supongo que el irresponsable conductor conocía las reglas de tránsito, si obtuvo en algún momento su licencia.

Con regocijo por mi parte encontré por casualidad, una cuadra más adelante, a tres agentes de la Dirección de Tránsito que cumplían con su deber, penalizando otra infracción. Ante mi comentario de lo sucedido, con toda amabilidad me explicaron que ese tipo de situaciones debían ser denunciadas en la Seccional Policial del vecindario, pero era imposible hacerlo sin datos específicos.

Quiero aprovechar para volver a hacer públicas las declaraciones del Sr. Intendente, a quien escuché decir que el Estado tenía la obligación de velar por el control de las normas. Acuerdo totalmente con sus expresiones y aprecio como ciudadana que intente poner en práctica aquello de lo que está convencido.

Pero a la vez, me gustaría reflexionar con mis conciudadanos acerca de la responsabilidad social que todos tenemos por el hecho de compartir un espacio geográfico y aportar a lo común, o al “socio”.

Creo que el orden social es un requisito indispensable para la convivencia en salud y bienestar. Como bien sostiene la OMS, la salud refiere al bienestar físico, psíquico y espiritual de las poblaciones.

Las investigaciones que se vienen realizando en medicina y psicología, dan sólidos fundamentos sobre el cuidado preventivo de las personas y grupos, y la necesidad de vivir en ambientes con relativa capacidad de certeza para mantener dicho bienestar. Tanto la ausencia de reglas, como la falta de cumplimiento y control del incumplimiento, aumentan el grado de impredicción de las conductas de todos, y llevan a una situación de angustia compartida, al exceso de “reglamentarismo”, al “me cuido yo, y con eso me salvo”, o a la justicia por mano propia; basadas en el supuesto erróneo de que los individuos podemos aislarnos de las consecuencias que generamos.

La cultura la producimos entre todos, pero a la vez, todos somos víctimas de lo que producimos. También la cultura nos va anestesiando en sus efectos, hasta que algo realmente “significativo” nos ayuda a darnos cuenta de dónde y cómo con-vivimos. Lamentablemente, esta anestesia progresiva sólo convierte en “significativo” hechos con consecuencias cada vez más graves, muchas veces cuando la situación es irremediable.

Ruth Casabianca de Amado

DNI 5.802.443