Una historia que se hizo de a caballo
Una historia que se hizo de a caballo
El gaucho santafesino
Para el Dr. Bernardo Alemán, el arreo de ganado y mulas ayudó a forjar al gaucho, en esas interminables jornadas a campo abierto. (Parte II)

La génesis del gaucho. En los primeros años tuvieron lugar grandes arreos de ganado conducidos por jinetes.
Ilustración: Archivo El Litoral
Además de las vaquerías, boleadas y cerveadas, otra actividad que fue escuela en la formación gauchesca de nuestros hombres la constituyó el arreo de ganados. Durante los primeros años del descubrimiento y población de estas tierras, tuvieron lugar grandes arreos de ganado que cubrían enormes distancias conducidos por jinetes consumados, hombres camperos predecesores del gaucho.
Cuando se fundó Santa Fe, en 1573, el ganado que se trajo para abastecer la ciudad y poblar los campos aledaños fue conducido por arreo desde Asunción, bajando por la banda oriental del río Paraguay hasta llegar al Paraná.
En 1616, como gobernador de Santa Fe, Hernandarias ordenó una recogida de ganado alzado en el valle Calchaquí : “despaché indios y españoles a un paraje 40 leguas de allí donde descubrieron gran suma de ganados cimarrones y recogieron 8 mil cabezas que trajeron en aquella ciudad dentro de seis meses y hoy lo tienen puesto en estancias y mansos.”
Hernandarias pobló también los campos que tenía la otra banda del Paraná. Para ello, llevó hacienda que sacó seguramente del Valle. Dicho ganado se alzó por el ataque de los indios charrúas. Con la proliferación del ganado en la banda entrerriana, los santafesinos comenzaron también a vaquear en esas tierras, siendo los primeros en hacerlo allí. Conjuntamente con los indios charrúas, con quienes llegaron a un acuerdo y convivieron muchos años en estrecha y mutua colaboración. Además, Hernandarias pobló de ganados la Banda oriental del Uruguay.
Gauchos que no volvieron
En arreos, vaquerías y recogidas los santafesinos se fueron haciendo cada vez más gauchos no sólo por la destreza que adquirieron en esas tareas en las que no tenían quien los igualara, sino también porque se fueron acostumbrando a la vida en total libertad y soledad. Los peones que conducían esos arreos y se quedaban luego a pastorearlos, ya no retornaban a su lugar de origen, sino que permanecían en las nuevas tierras de Entre Ríos o la Banda Oriental.
En 1708, un cronista describe que hace años que los santafesinos recorren las costas del Río Negro, Uruguay y Plata, cabalgando en sus fletes nacidos en Entre Ríos o Santa Fe, Hace años que esos peones -prácticos del país- pialan, enlazan, bolean, desjarretan, degüellan, sebean y arrean toros bravos. Hombres sin rey ni ley que viven en plena soledad, haciendo noche junto a los fogones entre las cuchillas y bajo las carretas traídas de los pagos santafesinos. Hace años que allí, después de saborear picanas o matambres, asados sobre las brasas, circula de mano en mano el mate, mientras se arman unos cigarrillos de tabaco correntino y el truco deja al desnudo y de a pie a más de un paisano. Rato hace que la caña paraguaya les calienta la cabeza a los peones de Santa Fe y prestos salen a relucir facones, cayendo algún compañero que no volvía más al pago, abonando antes de tiempo con sus huesos la tierra uruguaya.
Las mulas
Otro medio, otra actividad donde los jinetes santafesinos desarrollaron sus aptitudes camperas fue en la cría y comercialización de mulares. La mula es un híbrido infértil, cruza de burro sobre yegua. La misma era muy utilizada en los trabajos de minas de Perú y se los importaba del Río de la Plata en donde existía una verdadero emporio de producción y desarrollo mular. Capataces y troperos santafesinos adquirieron una gran experiencia en este ramo que demandaba baquía y conocimientos camperos. En estos largos arreos, atravesando ríos, valles y quebradas, trepando sierras y montañas se hacían a la vida dura y sufrida, pero libre y llena de atractivos. Solían regresar de las altas tierras ricas en metales preciosos cargados de prendas de oro y plata para adornar sus fletes, satisfaciendo su máxima aspiración y orgullo de jinetes.