Carlos Larriera cerró el ciclo con otra gesta notable
La historia llevará la marca indeleble de su nombre
El deportista volvió a unir Santa Fe y Coronda 50 años después de su primer raid, que fuera fundacional para el actual maratón. En la llegada, lo acompañaron familiares, amigos, un numeroso público y un lote de nadadores que siguieron su ejemplo durante este tiempo.
Marcelo Romano
Si no fuera porque el resto de los nadadores que homenajearon su hazaña rodeaban con admiración el brillo de su gorra verde, poniendo en evidencia su llegada; si no fuera porque fue su mano la que tocó con firmeza la meta que reafirmaba su nombre; si no hubiese sido su estampa la que surgió de las aguas, recibiendo el abrazo de estima y respeto de parte de sus colegas y amigos; si los aplausos multiplicados del público no hubieran dirigido su clamor hacia su figura... ¿quién hubiera podido asegurar que ese hombre que se levantaba del río como de una ligera siesta, compartiendo sonrisas y bromas como si recién amaneciera de un sueño, finalizaba allí un raid de casi 9 horas, venciendo al cauce nervioso, al viento, el tiempo, la historia...?
Carlos Larriera no tiene arrugas. Las llagas del pasado quedaron en un rincón ayer, cuando escondió sus casi 75 años en una epopeya memorable, robándole al olvido aquel récord de hace cinco décadas que marcó el punto de partida para el hoy mundialmente célebre Maratón Santa Fe-Coronda, confirmando su ejemplo para las generaciones posteriores y erigiéndose en mito para lo que queda de tiempo.
Lo trató mal
“Aparte de que el río está bajo, y por ende no corre mucho, hubo oleaje por el viento, así que estuvo bravo. Fue más duro de lo que había pensado. En la primera parte son canchas muy anchas y el viento sur frenaba la poca corriente que había, por lo que fue interminable. Se hizo muy duro el principio. Por Pontoneros ya tenía ganas de irme porque me dolía todo. Me sentí bastante mal, pero pude pasar esa etapa y al final llegué bien, más tranquilo. El río me trató bastante mal, pero pude lograrlo”, dijo Larriera a su arribo, charlando con los periodistas en la orilla misma del Coronda.
Era esperable ese sufrimiento. Su amigo no le iba a escribir un cuento de hadas. Era la despedida, el adiós, y él también quería dejar su huella. Es que desde el comienzo tuvo la certeza de que toda la gloria era para el gladiador, por lo que agitó sus brazos con celos. Pero fue un rato nomás. Enseguida notó que la obstinación era mayor del otro lado, que no iba a haber forma de quebrar el objetivo propuesto, y entonces recuperó el temple, aminorando el escándalo en su cauce, volviendo al reposo para unirse el resto de la travesía con sus aguas al ritmo del sostenido palpitar de brazadas del nadador.
Un final de novela
La sorpresa habrá iluminado su risa cuando notó que a su lado se multiplicaban los acompañantes en el agua. Fue un homenaje que le dio un color distinto, que al justificado aplauso de la importante concurrencia de público en la costanera corondina, al apoyo de su familia, de sus amigos, de las autoridades de las dos ciudades que unió otra vez, de la gente de la Asociación Maratón Acuática Río Coronda que ayudó a crear, le sumó la admiración profunda de la legión de nadadores de aguas abiertas que crecieron bajo su ejemplo, tratando de emular su estirpe.
Ahí estuvieron Diego Degano, Fernando Fleitas, Gabriel Villagoiz y Celeste Puñet, quienes junto a sus hijos Carlos, Alejandro e Inés, a Mario Di Lucca, Silvestrini, Luis Peña, y otros nadadores locales, formaron un pelotón desde El Carancho Triste para cortejar al maestro. Afuera también lo esperaba Giulio Travaglio, quien llegó a estas tierras bajo su amparo y ganó la edición de 1966.
“Lo importante es que había muchos chicos acompañándome, eso me llena de alegría. Vi caras conocidas, a otros nadadores importantes como Fernando Fleitas y Degano. Hasta mi contador y mi cardiólogo vinieron. Parece que el médico, si no lo veía, no lo iba a poder creer. Fue una linda forma de acordarse que hace 50 años se había hecho esto y que fue el principio del maratón”, agregó Larriera.
Disciplina y dedicación
“Felicitaciones. ¿Mañana va a ir a la radio? Mire que lo escucho todos los días”, le dijo la joven que trabaja en el peaje. “Por supuesto”, respondió sin dudar el veterano deportista, incluso bajo los efectos de las primeras secuelas por el tremendo esfuerzo.
El recibimiento tuvo esa calidez. Los aplausos se repitieron en todas las manos que se acercaron a la costanera y se escucharon llegar los ecos de las gestas iniciales: con sus brazos en alto otra vez, hubo quien vio las miradas encandiladas de Syder Guiscardo y Jorge Mezzadra; con su palma impresa en la meta, algunos aseguran haber oído la respiración agitada de Greta Andersen, el cansancio por el sacrificio de Estanislao Gifuni y Helge Jensen; con sus brazadas constantes revolucionando las aguas, otros parecieron descubrir las enseñanzas de Alfredo Camarero o el surcar impiadoso de los “Cocodrilos del Nilo”.
“Si sirve para algo esto, ojalá que sea como ejemplo de los chicos jóvenes. Que vean que el deporte se puede seguir haciendo a cualquier edad y que es lo más sano que puede haber”, fueron sus palabras. Un mensaje simple que resistirá el olvido.




