No basta con sentarse en el cine para ver el nuevo Oscar

 

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Una escena de la película “SlumDog Millionaire”.

Foto: Archivo El Litoral

Bernardo Kliksberg (*)

DyN

La película india “SlumDog Millionaire” arrasó con los Oscar 2009 de la Academia de Hollywood. Fue aclamada por audiencias masivas. No tenía publicidad, ni estrellas y fue hecha con recursos muy modestos. ¿Cuál fue el secreto de su éxito?

“SlumDog Millionaire” hizo ingresar, nada más ni nada menos, que a amplísimos sectores a un universo que les es totalmente desconocido: el de los niños pobres. Sus protagonistas, los huerfanitos, Jamal, Salim y Latika son la realidad de la infancia de muchos niños de la India y de otras áreas. Su madre asesinada, su subsistencia miserable revolviendo basura, su caída en el infierno al ser robados por una banda que le quita los ojos a otro de los niños para que pueda mendigar con “más eficiencia”, su explotación por una mafia criminal, la complicidad de las autoridades y la sordidez abrumadora de su infancia son vida cotidiana de numerosos niños.

En la India, con avances, el 46 % de los niños menores de tres años están desnutridos. El paisaje humano de “SlumDog...” tiene paralelos con el de la célebre película brasileña “Estación Central”, que también ganó el Oscar y que fue filmada en el hall de la estación central de ferrocarril de San Pablo.

Una ex maestra inventó un oficio: escribidora de cartas para los pobres que van a tomar el tren, quienes son analfabetos. A ella llega un niño cuya madre termina de ser muerta por un auto y está solo en el mundo. La mujer lo alberga para venderlo a una banda de traficantes de órganos (tienen alta actividad en la región) y comprarse un televisor. La conciencia la hace después rescatarlo.

En las dos historias hay un “happy end”. La realidad no funciona así. La inmensa mayoría de los niños pobres no ganarán nunca un concurso que los hará millonarios, ni los que entregan niños a las mafias se arrepienten después. En ambos films los espectadores sufren por los niños y claman por soluciones. En la pantalla se las dan, es fácil y popular. En la realidad, mueren por año 10 millones de niños por causas evitables vinculadas a la pobreza. Las respuestas están al alcance.

Tres de cada diez millones mueren por neumonía; con 0,35 centavos de dólar tendrían los antibióticos necesarios. Dos millones mueren por malaria; una red mosquitera, que cuesta U$S 5, lo reduciría. Otros 300.000 mueren por sarampión; la vacuna sale 0,30 centavo de dólar. En América Latina, mueren 30 niños de cada mil antes de cumplir 5 años de edad, frente a 3 en Suecia, y hay millones de niños viviendo en las calles.

¿Cómo llegar a un “final feliz” en esta región no sólo en la pantalla sino en los hechos? Se necesitan políticas públicas que protejan a las familias pobres, aseguren educación y salud universal y creen oportunidades de trabajo para jóvenes excluidos, junto a empresas socialmente responsables y sociedades civiles movilizadas. En América Latina, no basta con sentarse en el cine a ver el nuevo Oscar. La cuestión es qué hacemos después de verlo. Los niños pobres están entre nosotros. Basta de racionalizaciones, es hora de reconocer su presencia como un escándalo ético, a cuya solución todos podemos aportar ya.

(*) Asesor principal de la Dirección del PNUD/ONU para América Latina. Su más reciente obra, escrita con el Premio Nobel Amartya Sen, es “Primero la gente”.

“SlumDog Millionaire” hizo ingresar, nada más ni nada menos, que a amplísimos sectores a un universo que les es totalmente desconocido: el de los niños pobres.