Visión estratégica, estructural y de largo plazo

Argentina como proyecto

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La “descommoditización” de nuestra producción y de nuestra oferta, implica alguna diferenciación, real o simbólica, de esos bienes, agregándoles valor.

Foto: Agencia

Jaime Abut (*)

En un mundo y en un tiempo cada vez más caracterizados por la multiplicidad de sus variables, incluso más dinámicas e interactivas, creemos que resulta indispensable que, tanto a nivel macro, como micro, deba asumirse que la necesaria aspiración a algún protagonismo, exige el compromiso de no dejarse limitar por la inmediatez, ni siquiera por el complacismo.

Por el contrario, deberíamos proponernos no resignar una proyección de mediano y largo plazo, a la vez que pensar estratégicamente en una dimensión multivariable, totalizadora, y no parcializadora, estructural, proactiva, anticipativa, aunque reconociendo nuestras limitaciones. Concluyamos por concentrarnos en los datos de mayor relevancia comparativa, al computar la demora con la que las causas generan sus efectos, tanto los directos como los indirectos -y aún los sinérgicos- y hasta los inerciales.

Es menester que esa construcción metodológica se sustente en señalar las propias fortalezas competitivas, que nos identificarían y caracterizarían, en su referencia con las oportunidades aprovechables, detectadas o creadas, y particularizadas en los destinatarios o blanco del esfuerzo, en el afán de servirlos, y frente a los competidores, actuales o eventuales, con quienes las disputamos o podríamos disputarlas.

Ese ejercicio, que intentamos sea de planeamiento estratégico, debería concluir con la fijación de objetivos y metas ambiciosos pero factibles, para cuya consecución se asignen los recursos necesarios (humanos, económicos, financieros, tecnológicos, organizacionales y temporales) y hasta se planteen las oportunas y pertinentes alianzas, todo ello sustentado en la productividad y eficiencia comparativas que alimenten la competitividad requerida, para poder atraer y retener convenientes inversiones que potencien las capacidades y los recursos mencionados.

Comencemos por reconocer que nuestra Argentina de hoy es productora y oferente de “commodities”, es decir, de bienes genéricos e indiferenciados, con no poco contenido de “naturaleza intensiva” y cuyo precio de comercialización tomamos y no fijamos en el mercado.

Partiendo de ése, que no es más que un mero dato de nuestra realidad actual, nos permitimos formular como propuesta estratégica la búsqueda de dos objetivos fundamentales y compatibles: 1) “Descommoditizar” nuestra producción y nuestra oferta y 2) Aspirar a ejercer alguna influencia sobre el precio al que negociamos en el mercado como finalidad de mínima, aunque realista, dado que suponemos no factible y menos aún a corto plazo, formar o fijar dicho precio de nuestra producción y oferta.

Esa “descommoditización” de nuestra producción y de nuestra oferta, más identificatoria y representativa, implica alguna diferenciación real o simbólica de esos bienes, agregándoles valor, en procura de hacerlos menos fácilmente sustituibles por otros similares, en función de las calidades naturales, físicas, humanas y tecnológicas contenidas en ellos, con la pretensión y propósito de que se las reconozca y hasta aspirando a que, en algún momento no tan lejano, se pueda llegar a denominarlos con el nombre propio de su procedencia, todo lo cual obliga a que su cadena de valor -en la producción y oferta de los mismos- se comprometa a competir más con calidad diferencial percibida por el mercado que con el precio más bajo, descartando también la hipótesis de su irreemplazabilidad.

Tal acreditación de identificación y reconocimiento, que podrían incluso derivar en cierta preferencia de la demanda, exigen igualmente confiabilidad en nuestra oferta, lo que obliga a mantener “stocks” de reserva de dichos bienes, para poder atender a su demanda, cuando las condiciones meteorológicas adversas reduzcan nuestra producción; porque debemos recordar que la competitividad en una función multivariable de calidad, servicio y precio, pero, también, de confiabilidad en el cumplimiento previsible de lo pactado habitual, para poder retener clientes actuales satisfechos y atraer potenciales nuevos en el futuro, consolidando y hasta ampliando nuestra participación en el mercado.

En cuanto a nuestra condición de “tomadores” de precio del mercado, estamos persuadidos de que la factibilidad, si no de ser “formadores” o “fijadores” de precios por lo menos de influenciar en él, depende de que se logre concretar alianzas de oferentes, además de conseguir la calidad diferencial percibida por el mercado y dada por la “descommoditización” apuntada.

Esas alianzas de oferentes resultan no sólo necesarias, sino que son viables en el caso real de la producción y oferta oleaginosa y forrajera, principalmente referida a la soja, que es la que más caracteriza, identifica y representa nuestra oferta exportable, condición que compartimos con nuestros vecinos y socios del Mercosur (Brasil y Paraguay) y, en menor medida y más recientemente Uruguay, con el potencial agregado extra-Mercosur -por ahora- de Bolivia, más aún si contemplamos que esa oferta exportable de nuestra región atlántica sudamericana, es hoy la mayor del mundo y podría -y hasta debería- serlo aún más en el futuro cercano, además de la contraestacionalidad que presenta con relación a la proveniente del hemisferio Norte (especialmente de los EE.UU.), todo lo cual, debería posibilitar que nos referenciáramos menos en el precio del mercado de Chicago en materia de soja y sus derivados de aceites y harinas proteicas y, por qué no, aspirando incluso a implementar y operar un “Contrato de soja Sudamericana”, que nos complemente en la región y hasta llegue a integrarnos más con el Asia Pacífico, en especial con China, principal destino de nuestras exportaciones de soja y sus aceites, mientras que Europa lo es de sus harinas y “pellets”.

En conclusión, y resumiendo estas reflexiones y propuestas, dispongámonos, sin más dilación, a planear estratégicamente nuestra producción y nuestra oferta exportable, con emprendimiento, iniciativa e innovación, para consolidar y mejorar nuestro posicionamiento competitivo, preservando y acentuando nuestra identificación y representatividad en materia oleaginosa y forrajera, principalmente sojera y sus derivados, que hoy ya no sólo se califican como agroalimentos sino también como agroenergía, desarrollando productos (bienes y servicios) y mercados, sin descuidar al resto de nuestra agroindustria, a la que pertenecen y que constituye el más importante sector y cadena de valor argentino y cuyo epicentro productivo, logístico, comercializador, biotecnológico, genético y de investigación aplicada, está localizado en Rosario, como eje de la Región Centro que, incluso, integra geoespacialmente la mediterraneidad de Córdoba, con la salida al Atlántico de Santa Fe y Rosario.

Acrecentemos y desarrollemos la inversión necesaria (productiva, infraestructural, logística, científica, tecnológica, mercadológica y, por sobre todo, humana y social), para preservar, actualizar y acrecentar nuestra eficiencia y rentabilidad, sinergizando los avances tecnológicos y productivos logrados, con los inherentes a la comercialización, interna y externa, en operaciones de contado, futuros, opciones y de cobertura.

Si nos atreviéramos a formalizar en un plan estratégico, que derive de un proyecto ambicioso pero factible, con su necesaria y consecuente formulación e implementación, lo cual no sólo se puede sino, lo que es más aún, se debe y pronto, sustentaríamos las bases perdurables de un crecimiento sostenido y, por qué no, de un desarrollo pleno, integral, armónico y equitativo, que no debería agotarse en lo económico, mero medio al servicio de fines superiores, sino que debería integrar también secuencial y sinérgicamente a lo social, lo cultural, lo político, lo institucional, y hasta lo normativo, cimentando en valores compartidos, para poder aspirar a una convivencia social y humana pacífica, respetuosa y tolerante, con inclusión, pertenencia y empleabilidad, que compatibilice en igualdad de oportunidades y movilidad social ascendente, los proyectos y objetivos individuales y colectivos, públicos y privados, interregionales e intersectoriales, con visión estratégica, estructural y de largo plazo, comprometidos a hacer realidad para todos la Argentina que soñamos, queremos y deseamos.

(*) Economista, Consultor de Empresas.