“Muchacho pelando una manzana”, de Caravaggio.
“Muchacho pelando una manzana”, de Caravaggio.
Poemas de Willy G. Bouillon
Todo y todas las cosas
Camino en una noche
Húmeda y salvaje hacia
Un día húmedo y salvaje.
Pero todo está bien
Si alguien canta
su canción
y si alguien come uvas
bajo la lluvia, y ríe.
Hablaremos de esto.
Y años después
Bastará con recordarlo.
El desierto
Te vi avanzar, desde el horizonte.
Eras un punto oscuro, apenas, porque
entre tú y yo estaba el desierto. Cuando
Vemos que alguien avanza hacia nosotros,
en el desierto, su figura se deforma a cada instante.
Se alarga, se desvanece y su cabeza parece
no estar donde debería estar.
Como era mediodía, no tenías sombra,
Y si la hubieras tenido habría sido sólo
La delgada hoja de un puñal en la arena,
de breves y cegadores relámpagos.
Pero podía imaginar tus cabellos negros,
Agitados por el viento ardoroso
Y tu brazalete, con la serpiente enroscada
en la rama del muérdago.
Quizás llegarías al atardecer, o más tarde,
tal vez en la madrugada, de modo que tuve
mucho tiempo para pensar. ¿Esta era la hora
más peligrosa que había vivido?
¿O fue ayer o hace cien años,
cuando desperté después de apagarse
el fuego, en medio de la mortandad,
y sentí la soledad y el silencio atravesándome
de lado a lado?
Podrías llegar en la madrugada, y así sería
preferible. Valoro ahora más los albores,
en los que ya nada humea y
las torres están rodeadas del silencio propio
de fantasmas que se alejan.
Sabría lo he sabido desde hace mucho- qué
te diría, después de mirarte, callado, un largo momento:
-Nada ha cambiado, te diría. Puedes beber
del cántaro, en el que hay agua de la última lluvia.
Cuéntame una historia.
Caravaggio, julio de 1610
(fragmento)
Dejé atrás Ercole. Poco después,
un pantano feroz y apuñalante
me atravesó de lado a lado. Pero
ni el fangoso cerco ni el lirio pútrido
podían más que el filo del silencio en que
se había ahora convertido el mundo,
como en una batalla sin sobrevivientes.
“Soy el hombre más lejano de sí mismo -pensé-,
pero, a la vez, el más cercano y desposeído, cuya piedad
inmisericorde deshace la luz
de los arcángeles y hace huir
en negra nube a demonios que tal vez
han añorado una plegaria de redenciones”.
Sé que al día le sucederá la noche y a la noche
el día, y que el día y la noche serán sólo
huecos por los que pasa el viento, y que el buitre
me mirará atento, eterno en su voluntad ciega, abrasadora.
Mi hogar original se aleja, hoy, para siempre.