4.jpg

“Muchacho pelando una manzana”, de Caravaggio.

Poemas de Willy G. Bouillon

Todo y todas las cosas

Camino en una noche

Húmeda y salvaje hacia

Un día húmedo y salvaje.

Pero todo está bien

Si alguien canta

su canción

y si alguien come uvas

bajo la lluvia, y ríe.

Hablaremos de esto.

Y años después

Bastará con recordarlo.

El desierto

Te vi avanzar, desde el horizonte.

Eras un punto oscuro, apenas, porque

entre tú y yo estaba el desierto. Cuando

Vemos que alguien avanza hacia nosotros,

en el desierto, su figura se deforma a cada instante.

Se alarga, se desvanece y su cabeza parece

no estar donde debería estar.

Como era mediodía, no tenías sombra,

Y si la hubieras tenido habría sido sólo

La delgada hoja de un puñal en la arena,

de breves y cegadores relámpagos.

Pero podía imaginar tus cabellos negros,

Agitados por el viento ardoroso

Y tu brazalete, con la serpiente enroscada

en la rama del muérdago.

Quizás llegarías al atardecer, o más tarde,

tal vez en la madrugada, de modo que tuve

mucho tiempo para pensar. ¿Esta era la hora

más peligrosa que había vivido?

¿O fue ayer o hace cien años,

cuando desperté después de apagarse

el fuego, en medio de la mortandad,

y sentí la soledad y el silencio atravesándome

de lado a lado?

Podrías llegar en la madrugada, y así sería

preferible. Valoro ahora más los albores,

en los que ya nada humea y

las torres están rodeadas del silencio propio

de fantasmas que se alejan.

Sabría lo he sabido desde hace mucho- qué

te diría, después de mirarte, callado, un largo momento:

-Nada ha cambiado, te diría. Puedes beber

del cántaro, en el que hay agua de la última lluvia.

Cuéntame una historia.

Caravaggio, julio de 1610

(fragmento)

Dejé atrás Ercole. Poco después,

un pantano feroz y apuñalante

me atravesó de lado a lado. Pero

ni el fangoso cerco ni el lirio pútrido

podían más que el filo del silencio en que

se había ahora convertido el mundo,

como en una batalla sin sobrevivientes.

“Soy el hombre más lejano de sí mismo -pensé-,

pero, a la vez, el más cercano y desposeído, cuya piedad

inmisericorde deshace la luz

de los arcángeles y hace huir

en negra nube a demonios que tal vez

han añorado una plegaria de redenciones”.

Sé que al día le sucederá la noche y a la noche

el día, y que el día y la noche serán sólo

huecos por los que pasa el viento, y que el buitre

me mirará atento, eterno en su voluntad ciega, abrasadora.

Mi hogar original se aleja, hoy, para siempre.