EDITORIAL

Un paso adelante en la relación de EE.UU. con Cuba

Desde hace tiempo, en las usinas del poder de los Estados Unidos se viene debatiendo la necesidad de liberalizar la relación con Cuba. La opinión incluye no sólo a dirigentes de los partidos republicanos y demócratas, sino a las principales organizaciones de exiliados cubanos, muchas de las cuales hasta hace poco tiempo se oponían a cualquier intento de levantar o suavizar las sanciones impuestas a principios de los años sesenta.

Finalmente, el presidente Obama se decidió a dar el primer paso habilitando el turismo y ampliando los marcos legales para el envío de divisas a la isla. La iniciativa contó con el apoyo de una amplia mayoría de la opinión pública, empezando por los propios cubanos quienes serán los primeros en beneficiarse con las medidas. Curiosamente, las suspicacias y los recelos estuvieron planteados por los principales jerarcas del régimen comunista, empezando por el propio Fidel Castro, a esta altura de los acontecimientos transformado en el más claro exponente del rechazo a todo intento de liberalizar las relaciones comerciales y sociales.

En realidad la decisión de Obama no es nueva ni original. En su momento Gerald Ford y luego James Carter plantearon alternativas parecidas, pero las provocaciones del castrismo, particularmente sus aventuras militares y financieras en África, impidieron avanzar en esa dirección. Ya para entonces quedaba claro para los observadores políticos que el régimen comunista era el menos interesado en normalizar las relaciones, entre otras cosas porque el supuesto bloqueo ha sido hasta la fecha la coartada más eficaz que el régimen emplea para mantener la dictadura.

Hoy existe en Estados Unidos un amplio consenso a favor de levantar progresivamente el embargo a Cuba. En primer lugar, porque la sanción perjudica a los pobladores y no a los burócratas del régimen; y en segundo lugar, porque cada vez es más fuerte la convicción de que la normalización de las relaciones -con sus consecuencias sociales, económicas y políticas- más temprano que tarde erosionarán las bases del régimen comunista.

En la actualidad, la dictadura cubana se financia a través de tres recursos, ninguno de los cuales tiene algo que ver con la proclamada economía socialista. La principal fuente es el turismo. Las inversiones en esa línea son amplias y lograr la participación de empresarios muy satisfechos de negociar con un gobierno que les asegura regímenes laborales de bajo costo. La segunda fuente proviene de las ayudas “solidarias” de Venezuela a cambio de asistentes en materia de servicios de seguridad y espionaje. La otra fuente proviene de las remesas que los exiliados envían a sus parientes principalmente desde Miami. Curiosamente, los despreciables “gusanos” se han constituido en una de las fuentes de ingreso económico de un régimen que, como bien lo calificara Carlos Montaner, se parece a esta altura de los hechos más a un manicomio que a una sociedad medianamente organizada.