etcétera. toco y me voy

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Cumpleaños en el trabajo

Puede suceder que alguien se tome el día para festejar su cumpleaños en casa y despreocuparse de horarios y rendimientos, sólo concentrado en el totín o en el barril y en un asado destemplado un miércoles al mediodía, por ejemplo. Pero en la mayoría de los casos, uno debe ir igual a trabajar en su cumple. Esta nota es una joda.

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected]

Es un día especial y a la vez no lo es: el mundo sigue andando a pesar de tu ego que reclama salutaciones y reconocimientos. Mal que te pese, el festejo del cumpleaños propio no figura como motivo permitido para faltar al laburo. Así que hay que encarar la jornada, fichar y ver cómo nos manejamos en “tan grato acontecimiento” (el grato acontecimiento es que tengas un laburo al que ir todos los días), ante lo cual se abren las diferentes características personales.

Hay diferentes estilos, desde luego. El grado de proximidad que las largas horas y días y años de trabajo en común asegura que hasta el más parco y menos popular de los compañeros recibirá por lo menos unos mimos. Y es cierto que hay gente de bajo perfil que no avisa ni trae una torta ni nada, pero a nosotros por cuestiones espirituales y espirituosas nos interesan los otros, los expansivos que claman por aplausos, cantitos, regalos y demás a viva voz y harán en consecuencia todo lo que haga falta para recibir lo que ostensiblemente piden.

Esa gente se las arregla para deslizarte, una semana antes y en medio de una reunión donde está la mayoría, que tal día “es mi cumple”. Son tipos o tipas que no tienen problemas en invertir unos pesitos para traer una torta o unas masas finas y luego repartirlas entre la perrada hambrienta, con lo que se sacian al mismo tiempo dos carencias laborales notorias: el hambre generalizado a determinada hora y la oportunidad de distenderse y quebrar el clima normal de trabajo de cualquier oficina, salir de la rutina, incluso en aquellas oficinas en que se labura poco...

Por lo mismo, a cierta hora, la mesa central o hasta la mismísima mesa del jefe o jefa (que no puede ser tan cretino ni amargo de no ceder ante el jolgorio general real o impostado de la mayoría) libera papeles y expedientes y recibe en cambio una torta como la gente. En muchos casos se trata de torta que puede comerse así nomás, con una servilletita de papel. Pero en otros, los alevosos aprovechan la ocasión para traer una torta generosamente regada con moscato y todo es una chanchada, al punto que el importante caso de González contra el estado provincial, tan meduloso y digno, puede terminar limpiando los bigotes embadurnados de tu compañerito de trabajo.

En el mismo tren de alevosía alguien larga un provocador “y con qué brindamos” mientras cierto grupito ya se agenció unos porroncitos en la trastienda, en la cocina o hasta en el baño porque no es cuestión de andar mezquinando alegría o terminar atorados con tanta cosa dulce.

En idéntico trajín, el clima de jolgorio incluye una mano inusualmente más osada sobre el talle de la compañerita que viene inocente a saludar o una picante frase de alguien contra alguien amparado en la impunidad general del festejo.

Interesadamente, muchos en tu ámbito de trabajo quieren prolongar el clímax logrado y sobreactúan una alegría que no sienten del todo, pero no vamos a andar con un medidor de intenciones genuinas analizando a uno por uno.

En los laburos más organizados, hasta hay una comisión o una persona que se encarga de recolectar dinero mensualmente para asegurar un regalo colectivo (un colectivo de regalo sería más complicado) para los cumpleañeros de ese mes. Pero todo está tan estandarizado, todo es tan rutinario, todos reciben tan el mismo regalo que al final se parece a un trámite más y ese no es el sentido ni del cumpleaños ni de la vida entera, carajo. Y mucho menos de esta nota que, de tanto festejo, de tanto embutir torta y brindis, de tanto ensuciar el sagrado teclado con migas o un líquido pegajoso, al final me dio trabajo. Y que los cumplas feliz.

Y es cierto que hay gente de bajo perfil que no avisa ni trae una torta ni nada, pero a nosotros por cuestiones espirituales y espirituosas nos interesan los otros, los expansivos que claman por aplausos, cantitos, regalos y demás a viva voz.