EDITORIAL

Un debate necesario

La propuesta del gobierno municipal de trasladar los boliches céntricos a zonas de menor densidad poblacional reavivó un debate que se viene repitiendo desde hace varios años y que sobrevivió a sucesivas gestiones. Periódicamente se plantea la necesidad de otorgar a estos espacios de diversión nocturna una ubicación que resulte menos traumática para el entorno, sobre todo teniendo en cuenta las reiteradas quejas de los vecinos que reclaman por un nivel de ruido que vuelve imposible el descanso, por los hechos delictivos que se producen en inmediaciones de estos locales y por los inconvenientes que derivan del consumo de alcohol en horas previas y posteriores al funcionamiento de los boliches.

En definitiva, el principal argumento -simple pero inapelable- de quienes habitan en ese tradicional barrio, considerado residencial para el cálculo tributario, es la necesidad de recuperar la tranquilidad. A esto se suma que comparten el mismo espacio con numerosos centros de salud en cuyo entorno se aconseja el mayor silencio posible.

Volviendo al proyecto oficial, establece seis posibles zonas de radicación, que incluyen -tal como se informó oportunamente- tramos de la avenida Alem, de Gorriti, de Aristóbulo del Valle, Vuelta del Paraguayo, Alto Verde y Ruta 168.

La respuesta del empresariado no se hizo esperar: reglas claras; un mayor control a las demás actividades que se desarrollan en torno a los boliches y que a veces terminan funcionando como tales; un plazo más extenso para concretar las obras, previsto según el proyecto oficial para junio de 2010, además de las dificultades que conlleva la notable inversión que requiere poner en práctica un proyecto de estas características, fueron los principales argumentos expuestos a las propias autoridades, y se suman al temor porque en próximas gestiones se vuelva atrás con la medida y se permita aquello que ahora se intenta desalentar.

Para los propios destinatarios de los cambios, es decir, los miles de jóvenes que acuden cada fin de semana a estos establecimientos, habrá que prever que sea cual fuere el lugar elegido, estén garantizados la seguridad, el transporte, los controles de tránsito que aseguren un ingreso y egreso ordenado y sin riesgos y los servicios básicos e indispensables.

Es indudable que, de llegar a materializarse, una medida de esta magnitud provocará cambios que requerirán inversiones tanto del sector público como privado, y cambios en los hábitos en la población que concurre a estos locales. Además, habrá que tener en cuenta que, cualquiera sea la zona que se elija para poner en práctica este proyecto, será indispensable tomar todos los recaudos para evitar que los mismos inconvenientes que ahora tienen al microcentro como escenario se trasladen a otro lugar.

Es evidente que la situación se ha vuelto insostenible para los vecinos, que cada vez soportan de peor manera una convivencia no elegida. Sin embargo, ninguna medida de semejante envergadura puede tomarse sin consenso, de manera que un debate que contemple las virtudes pero también los inconvenientes de esta decisión se vuelve imprescindible para lograr un resultado que convenza a todos o, al menos, que sume más ventajas que perjuicios.