EDITORIAL

Los ilícitos contaminan la escena política

La inseguridad en la Argentina no es un invento de los medios. Lo que vale en el orden nacional también corresponde en el orden provincial y regional. Los asaltos, los delitos contra la propiedad y los crímenes existen, no son una sensación psicológica, aun cuando los imaginarios sociales puedan magnificarlos. Los funcionarios encargados de velar por la seguridad se movilizan, pero los resultados no se compadecen con los deseos de la gente.

Como se sabe, los delitos trascienden el hecho policial y sus causas no se corrigen de un día para el otro. Convengamos, de todos modos, que cuando el miedo se instala en la sociedad, estos argumentos legítimos y atendibles pierden consistencia, y para los vecinos se parecen más a una excusa que a la respuesta que se aguarda por parte del poder público.

En las últimas semanas, la sensación de inseguridad y miedo se instaló en la zona de la Costa. Hasta que ello ocurriera, esta zona era una de las elegidas por los santafesinos por su paz, su tranquilidad y sus espacios verdes. Por razones económicas y sociales, muchos santafesinos se han ido a vivir o han levantado sus casas de fin de semana en Colastiné, Rincón, Villa California y Arroyo Leyes.

La seguidilla de asaltos, con vecinos sometidos a violencias físicas e intimidados por armas de fuego, ha aterrorizado a los vecinos que reclaman -como no puede ser de otra manera- que las autoridades intervengan y que hagan algo. Los propios vecinos se han constituido en estado de asamblea y junto con las autoridades políticas de la región han reclamado que se investigue a fondo el problema que los asuela.

La certeza de que la ola de asaltos ya no proviene de los habituales “rateros”, sino de delincuentes organizados, capaces de actuar a sangre fría, es lo que preocupa y angustia. Los esfuerzos de la policía para encontrar a los culpables hasta la fecha han sido vanos. Es verdad que las pesquisas suelen ser inevitablemente lentas, pero una ciudadanía asustada no está en condiciones de aceptar a libro cerrado esos argumentos, comprensibles, pero poco funcionales en la coyuntura.

Como para contribuir a la confusión general, dirigentes políticos y algunos funcionarios del oficialismo han manifestado que lo sucedido es sospechoso por partida doble: por la propia ola de asaltos y por el uso, a su criterio oportunista, que la oposición hace del caso. Ya en su momento el intendente Barletta expresó que le resultaban sugestivos los robos a escuelas y jardines de infantes en los barrios. Concretamente, el oficialismo sugiere que algunos de estos delitos podrían estar estimulados por dirigentes de la oposición. El extraño robo al Club Ferroviario y su curioso desenlace parecería avalar esta hipótesis.

De todos modos, ninguna de estas imputaciones se ha probado. Lo cierto es que se vive un clima signado por la sospecha, situación que torna muy difícil devolverle a la ciudadanía la tranquilidad que reclama y merece.