Entienden que el crimen fue aclarado
Mataron al tambero Rivoira
con una carabina alquilada
La investigación compromete a la viuda de Rivoira y también a dos amigos suyos. Entre ellos se cruzaron llamadas telefónicas el día del crimen. Una carabina alquilada habría sido el arma homicida.
José Luis Pagés
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A un mes de la muerte del tambero Carlos Alberto Rivoira (51), se confirmó que Guillermo Taberna (31), Diego Márquez (30) y Clarinda Reynoso (50) son los tres detenidos el último martes, en el marco de la investigación del crimen.
Sobre los nombrados recae la sospecha de haber planificado o consumado el asesinato en las primeras horas del 22 de mayo en un camino vecinal cercano a la Ruta 34, lugar donde Rivoira cayó en un engaño y se puso indefenso al alcance de sus matadores.
Al crimen siguió una silenciosa investigación cuyos resultados, ahora conocidos, permiten calificarla de exitosa. Precisamente, la aparente calma que siguió a tan cobarde acto, hizo que uno de los sospechosos que había viajado a Córdoba, regresara confiado a la casa de la víctima.
Luego, siguiendo sus pasos los funcionarios policiales cayeron por sorpresa en la vivienda de calle Maipú al 900, donde aún residía la viuda de Rivoira, y encontraron que aquélla estaba en compañía del recién llegado, Guillermo Taberna. Después, la policía buscó a Diego Márquez, quien presuntamente también hizo su parte en el homicidio investigado.
Más allá de las sospechas la única certeza que tendrían los encargados de la investigación es que en la casa de calle Maipú, Rivoira y su esposa Claudia discutieron temas de interés común la noche previa al crimen. Temas irritativos como aquellos que surgen cuando los esposos discuten sobre bienes de familia y uno de ellos debe hacer frente a compromisos urgentes.
Esa noche Rivoira llegó a su propia casa como lo haría un visitante, porque el hombre de largo tiempo a esta parte vivía solo, en una casilla de un tambo que arrendaba a la vera de la Ruta 34, entre Cañada Rosquín y Las Bandurrías, al sur del departamento San Martín.
Luego, alrededor de las cuatro de la mañana, el tambero subió a su automóvil y emprendió el regreso. Entonces no imaginó que esos dos hombres, vecinos de Cañada, que pedían ayuda a un costado del camino serían sus matadores.
Carlos Alberto Rivoira descendió de un VW Gol y caminó en dirección al Fiat Duna verde que supuestamente, a causa de un desperfecto, había detenido la marcha. Pero uno de aquellos, apenas lo tuvo a tiro, lo mató por la espalda.
Aquella mañana, la policía sólo encontró en la escena del crimen el cuerpo de la víctima con dos heridas de bala y el VW Gol abandonado a pocos metros. De los asesinos, nada, excepto algunas huellas, algunos rastros que fueron relevados por los peritos que llegaron de Jefatura.
Posteriormente, la autopsia ordenada por el juez de distrito Dr. Eladio García permitió saber que los proyectiles habían partido de una carabina 22, arma que, según se pudo saber ayer habría sido la alquilada -para la caza, dijo- por uno de los detenidos, a un vecino de Cañada Rosquín.
Testimonios y otros elementos probatorios colectados por los pesquisas fueron puestos, junto a los detenidos, a disposición del magistrado que entiende en la causa.
Entre otros elementos de valor para la causa, el juez contaría con los resultados que arrojó el registro de los cruces telefónicos entre la mujer y sus dos amigos, llamadas realizadas por las horas en las que Rivoira fue ejecutado.




