Poesía de latinos en los Estados Unidos

Por Raúl Fedele

“Usos de la imaginación”, de Lisa R. Bradford y Fabián O. Iriarte. Eudem, Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata, 2008.

Lisa Rose Bradford y el poeta Fabián O. Iriarte, ambos profesores de literatura comparada en Mar del Plata, han compilado una antología sobre la poesía de los latinos en los Estados Unidos, con un iluminador estudio preliminar e impecables traducciones.

Una poesía, en líneas generales, marcada por la oralidad, en la que late (con humorismo o violencia) la tensión del bilingüismo. “En este sentido, esta poesía comparte con gran parte de la literatura multicultural su tendencia a emplear palabras de más de un idioma. Por lo tanto, amén de la existencia y fricción de distintos estratos lingüísticos (la “heteroglosia’ definida por Bakhtin), esta poesía participa de un “heterolingüismo’”, especifican Bradford e Iriarte.

Por “latino” se entiende, a un grupo hispánico, “por lo general de reciente inmigración, especialmente de mexicanos que se han autodenominado “chicanos’... La Revolución cubana produjo otro foco hispánico en la Florida que, adhiriéndose a sus raíces cubanas con la idea de volver a la isla con la eventual caída de Castro, cultivó otra fuerza latina en Estados Unidos. Asimismo, la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898 dejó a Puerto Rico en una situación de ambigüedad identitaria, y su “libre asociación’ consiguiente creó una migración masiva hacia Nueva York y un fenómeno cultural que los “inmigrantes’ portorriqueños llaman “nuyorican’, destacando la hibridez de su identidad”.

Es posible rastrear en cada uno de estos grupos un particular imaginario. El candente problema de la frontera y su violencia signa el de los chicanos; el exilio, el rencor, la nostalgia, en los cubanos; la miseria y la inadaptación para los boricuas. Desde luego, otros orígenes y confluencias intervienen en estas expresiones en la que la fuerza poética sirve a la representación del espacio multicultural, recreando “los intersticios de la realidad inmigrante o poscolonial que traspasa los límites paradigmáticos”.

Traducir este tipo de manifestación poética no es simple, sobre todo si, como han querido Bradford e Iriarte, se trata de preservar la fluidez y el tono tanto como el significado; reformular el bilingüismo de los textos; recrear los juegos verbales y onomatopeyas, etc. Finalmente: “La expresión lírica tiende a torcer los discursos normativos, reiventándolos para expandir y jugar con la percepción del lector. En el caso de los poetas latinos, existe una doble torcedura, ya que muchas veces desterritorializan la lengua inglesa a través de transferencias lingüísticas intencionales para socavar el monolingüismo de los anglos. Por lo tanto, una traducción al castellano de esta poesía participa de una traducción múltiple en la retraducción del discurso normativo”.

Los recursos a los que han apelado los traductores son múltiples, para responder con éxito a los distintos problemas que presenta a cada paso el “bilinguar”, sumado el hecho de que la cultura a la que refieren los textos no es argentina, y casi nunca resultaba apropiado utilizar un léxico rioplatense.

Uno de los poemas aúlla entre paréntesis: “(Esta voz mía no para de interjectar, intersectar. Una voz, no ese silencio sofocante, no ese pantano pestilente del vacío)”.

Más allá de la destreza y recursos de los que han hecho gala los compiladores, importa la riqueza de los textos, en los que se reconocen voces cercanas y a la vez extrañas, provenientes de un mundo en el que lengua y realidad se parecen como en un vidrio iridiscente, que espejea o trasluce, y donde no pocas veces brilla el encanto poético.

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Latinos en Nueva York. Foto: Archivo El Litoral