Una postal de la vida universitaria de Santa Fe

Cantina de la UTN: de

la clase a la distensión

Allí concurre el estudiantado de las ingenierías que se dictan en la facultad regional, tras las interminables horas de cursado. El lugar es una línea de “escape” a las exigencias de la rutina académica: los chicos juegan al truco, al ajedrez, y se apasionan hablando de fútbol.

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Haciendo una pausa. Los chicos de la UTN Santa Fe encuentran en la cantina un espacio de distensión en medio de las interminables jornadas de cursado.

Foto: Amancio Alem

Luciano Andreychuk

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La cantina “El Cordobés” desemboca a un costado de la planta baja de ese enorme paisaje de cemento que es el edificio de la UTN Santa Fe. Se la ve desde lo lejos pequeña y afable, humea en su puerta de entrada el tibio vapor de las medialunas recién hechas, del café generoso de primera hora, y del calor de la memoria. Pues cuenta la historia que hace mucho tiempo un tal Cordobés, presidente del Centro de Estudiantes, tipo muy querido por toda la muchachada de la Tecnológica, murió estrepitosa e inesperadamente. Y en su honor el nombre de la cantina mereció su nombre y apodo. Noble forma de perpetuar el recuerdo de los afectos.

Pero no nos pongamos nostalgiosos y contemos: ese lugar de cortinas verdes que a primera vista parece tan común y cotidiano, contribuye a atenuar el arduo trajín del estudiante de ingeniería -sujeto a extensísimas jornadas de cursado y materias “duras” de elevada complejidad técnica y teórica- con pequeñas líneas de fuga, ratos de distensión y recreación que siempre ayudan a salirse por un momento de la absorbente rutina académica.

Allí los estudiantes no sólo desayunan, almuerzan y hasta cenan -siempre dependiendo de los horarios para las distintas divisiones-: algunos se enganchan con un truco, otros se trenzan en una partida de ajedrez y, en ocasiones especiales -víspera de un partido importante- el tema de charla excluyente es el fútbol: la pasión de multitudes se manifiesta en observaciones sesudas y análisis tácticos a ceño fruncido, en pronósticos jugados y en chicanas burlonas. A todo esto, un televisor encendido acompaña el bullicio todo el tiempo.

Una dinámica propia

Belén es encargada del lugar desde hace cuatro años, tiempo que le ha permitido aprender los ritmos, manejar los horarios pico y hasta controlar las mañas de los chicos. “Todo empieza poco antes de las 7 de la mañana y se extiende hasta pasadas las 23. Casi siempre la mayor convocatoria se da en los recreos de las clases; a la mañana están los chicos de Sistemas, a la tarde más que nada los de Civil y a la noche los alumnos de las otras ingenierías: Eléctrica, Industrial, Mecánica”, relató a El Litoral. Los horarios pico se dan a las 9, y pasado el mediodía. “En realidad es movida toda la mañana, pero ésos son los momentos del día cuando más chicos se reúnen aquí”.

Charla y juego

¿Qué es lo que más hacen los chicos y de qué hablan? Bien sabido es que en la UTN hay un público mayoritariamente masculino. “Quizás por eso las charlas sean principalmente futboleras, se juntan muchos grupos de estudiantes cuando hay algún partido, acá o en hall central de la facultad”, dijo Belén. Hay algunos grupos que le rinden culto al ajedrez, y otros “que se ponen como locos jugando al truco en los ratos de recreo, se fanatizan. Ya he echado a varios (risas), porque a veces se emocionan demasiado jugando, gritan y golpean las mesas como si estuvieran en una cancha, y yo me enojo pero bue...”, se sonrió y los perdonó en silencio.

“Pienso que a los chicos les hace bien salirse por un rato de la rutina, porque están muchas horas cursando, entonces se hace muy necesario ese momento de distensión lúdica. Hay estudiantes que empiezan a cursar a las 5 de la tarde y no terminan hasta casi la medianoche”, justificó en tono de madre protectora.

Guardiana de la cotidianidad estudiantil, la cantina es el recinto donde se compendian esos registros inolvidables de la vida universitaria, siempre con sus aromas humeantes y su bullicio. El Cordobés estaría orgulloso de ella.

/// EL personaje

In memoriam

El Cordobés se llamaba Guillermo Fernández y era presidente del Centro de Estudiantes Tecnológicos (Ceut). Falleció en un accidente automovilístico el 17 de febrero de 1992, en la intersección de calles Vélez Sarsfield y Salvador del Carril, cuando volvía de pescar (una de sus pasiones).

Había nacido en 1968 en Laboulaye, Córdoba, estudiaba Ingeniería Eléctrica y era uno de esos estudiantes-militantes muy queridos por la comunidad universitaria de la facultad. Fue dirigente de la Franja Morada y en reconocimiento a su lucha por tener una cantina manejada por los propios estudiantes, ésta fue bautizada con su nombre y apodo.

El fútbol, esa pasión

Alejandro, Matías y Dante, estudiantes de Ingeniería Industrial, describieron cómo es el vínculo cotidiano que mantienen con la cantina de la facultad. “No sólo se desayuna o se almuerza o se hace una pausa, aprovechando algún recreo. Ya es un clásico venir a ver algún partido, acá o también en el hall central. Está bueno porque los chicos buscan este lugar como un breve escape a las largas y densas horas de cursado”.

“Es un lugar más propio de la muchachada -dijeron los jóvenes-. En la cantina se organizan los “fulbos’ 5 de los distintos cursos, y los equipos para el representativo local que juega en el torneo interfacultades. Acá se sabe quién maneja la pelota y quién es un tronco”, rieron.