Señal de ajuste

En la selva, de visita

Roberto Maurer

[email protected]

¿En qué consiste esa “otra cara de la realidad” que suelen prometer los programas de periodismo “testimonial” de la televisión? No se trata de una fiesta de Berlusconi, sino, por lo general, de la marginalidad y del delito sin guantes, enfocados con el mismo ánimo de exploración empleado en documentales sobre lejanos territorios exóticos, sólo que ahora el viaje es más corto: el destino es Lugano, en lugar de África. El canal América se ha especializado en el descubrimiento de los sectores invisibles de la sociedad que, es notorio, despiertan una fascinación enfermiza en quienes miran a través de la persiana que les levanta la televisión, generalmente para confirmar que ellos son las víctimas de esa “otra cara de la realidad” donde habitan sus victimarios.

Y la televisión compensa tanto pibe choro revelando “valores nobles” que encuentra en ese mismo mundo de la pobreza, en un juego de equivalencias entre buenos y malos que, al fin, ratifica que es una dimensión distinta de la sociedad retratada en otras secciones de los noticiosos. Hay hijos de cartoneros que devuelven la plata que encontraron en la calle, y otros que salen de caño.

UNA CLASE MAGISTRAL

“Calles salvajes” (América, martes a las 22.15) es el último producto del género, y fue confiado a Martín Ciccioli, el parlanchín experto del periodismo testigo, que viene del “Zoo” de Juan Castro y “Fuera de foco”, su último trabajo, además de otros programas donde fue colaborador. Si bien en las premisas del lanzamiento del nuevo ciclo se trataría de cruzar la frontera para obtener una foto de otras culturas, en el título mismo del programa está implícita la condena: calles salvajes.

En efecto, en la primera entrega, el periodista testigo fue a Morón para entrevistar a la pandilla de Chino, Pacu y Beto, que, a los 17 años, ya son ladrones bien formados. En una plaza, hablan con soltura de su vida, su oficio y sus reglas profesionales, en una jerga picante que por momentos es indescifrable. Resulta un poco sospechosa la verdadera condición de los delincuentes seleccionados, ya que, a pesar de su experiencia y estrictas normas de seguridad, aparecen a la luz del día a cara descubierta, apenas disimulada por un efecto digital y en un punto geográfico reconocible, donde paran todos los días, según cuentan. Es decir que son fácilmente identificables, en contraste con los códigos de los cuales presumen, y solamente por la debilidad de aparecer ante las cámaras de Ciccioli. O es que no corren ningún riesgo, dada la indiferencia de los patrulleros que pasan, cuya tripulación mira hacia el lado opuesto.

Los ladrones proporcionan todos los detalles técnicos de sus modus operandi, especialmente cuando dejan la plaza para recorrer las calles en auto, desde donde señalan a Ciccioli las oportunidades que se van presentando para cometer atracos, en especial en los casos en que la gente llega a su casa y estaciona frente a la cochera: parece tan fácil que resulta una tentación. Las personas no puede estar en alerta todo el tiempo, y se descuidan, es la sabia enseñanza de los ladrones, que fueron muy didácticos, a tal punto que ilustraron a víctimas eventuales con más eficacia que los consejos que suele divulgar la policía para seguridad de los ciudadanos. Y también las lecciones resultaron de gran utilidad para quienes aspiran a iniciarse en la carrera de ladrón.

NOCHE DE PERROS

“Aunque usted no lo crea, esto está pasando en Buenos Aires”, anuncia Ciccioli. “Esto” son los inmigrantes dominicanos, a quienes se identifica con el perreo. Como se sabe, es el reggaeton bailado con algunas posiciones algo forzadas del Kamasutra combinadas con rutinas aeróbicas: una forma de danzar que, más que un movimiento rítmico armonioso, parece exigir convulsiones. En un pequeño local de Constitución, el perreo atrae adictos que bailan hasta entrada la mañana del lunes, o sea que se trata de una actividad que requiere un determinado estilo de vida. Existen diversas modalidades, como “el caballito” y “el paso del sapo”, e inclusive, ha surgido un auténtico perreo argentino. Y, si se consulta a las enciclopedias, es posible informarse de que el perreo también es conocido como “sandungueo” y “culeo”. ¿Hace falta aclarar que el vocablo deriva de la imitación del apareamiento de los perros?

Ésta es la simpática imagen que el programa deja de la colonia dominicana, al menos de su lado salvaje, el que ha elegido Martín Ciccioli para recortar la realidad y ofrecerla en la pantalla en su más dura pureza, sin el acompañamiento de reflexión alguna. Con ese material, se superaron los seis puntos de rating, un triunfo para el canal que ni el propio Ciccioli imaginó.

En la selva, de visita

Martín Ciccioli es el parlanchín experto del periodismo testigo, sostiene el autor.

Foto: Archivo El Litoral