etcétera. toco y me voy
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¡Estornudó!

Hay un airecillo por allí, enrarecido, que dice que con ciertos temas mejor no meterse y a lo mejor tiene razón, el airecillo: por qué bromear o tratar con tono jocoso algo que, como las gripes que andan a las vueltas, te pueden llevar a la tumba si no estás atento. Pero, también hay otro airecillo que me dice -y escucho- ¿por qué no?

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

Cuando éramos pequeños, en invierno había que temer la tos convulsa. En nuestro imaginario de pequeños tener una tos con algo así como una vulsa o bolsa era como enfrentar al mismísimo hombre de la bolsa. O de la tos con bolsa. Ahora, treinta años después caigo en la cuenta de que en realidad la tos era “convulsa”, de convulsión, o coqueluche (que es un nombre más tierno, como de peluche) o tos ferina (ferina tiene reminiscencia felina pero también es un bello patito europeo llamado vulgarmente porrón, con lo cual las ligazones con Santa Fe empiezan a ser interesantes) o pertusis (no confundir con partuza, que es otra cosa) y ahora esa tosesita que había que respetar y que te mandaba al médico y no a la escuela (con lo cual no era estrictamente una mala noticia) es nada al lado de lo que circula...

...Lo que circula es mucho miedo, mucha psicosis, mucha desinformación y mucho qué será esto mientras diarios y radios y televisión van aumentando las cifras de enfermos, de muertos y de escuelas cerradas, levantando una enorme pared precisamente entre nosotros y la información. La primera reacción de muchos es no pensar, no entender, no querer saber nada con todo eso...

En la terminal de Buenos Aires, por ejemplo, los mozos atienden con barbijos y en los aeropuertos del mundo y en determinadas ciudades, también.

El barbijo o barbiquejo es un simpático elemento que uno veía hasta ahora en hospitales o clínicas y usado por médicos y enfermeras. Con el tiempo, hemos visto adaptaciones de barbijos -o similares- en la honorable legión de choros que supimos conseguir y alimentar y nos referimos aquí sólo a los que usan revólveres o pistolas y te apuntan para sacarte la plata. O en las canchas de fútbol cuando se juega un clásico, como una forma en poquitito brutal de comunicar que allí hay mal olor y que la persona en cuestión no quiere contagiarse nada de ese lugar infecto.

Barbijo también es el nombre de un simpático pingüino de nuestros (y de los otros) sures, sin alusiones política de ningún tipo.

Quiero decir que mientras antes el invierno se resolvía en gripes, resfríos o tos “con bolsa”; ahora tenés un montón de animalitos respaldando nuestra primitiva animalidad: gripe porcina, gripe aviar, pingüinos barbijos, patitos ferinos, entre otros.

Como en cada crisis, como en cada psicosis, hay gente que lucra y gana (mucho) dinero con ello y la gripe es una perfecta parábola de cómo crear un mercado y una necesidad, para que luego venga justo un producto o algo milagroso que lo sacie. Como los virus oportunistas, también hay oportunidades en diferente escala, desde el modesto barbijo hasta una vacuna equis, desde un gel hasta una campaña publicitaria.

Ahora la gripe o lo que venga están entre nosotros en el día a día, en lo cotidiano y un tipo que estornuda o tose es un sospechoso, alguien peligroso, alguien que puede hacerme daño a mí o a los míos. Toser o estornudar es un estigma.

Así que mientras resolvemos cómo vamos al fútbol cinco, a comprar (patitos) porrones, a la escuela o a la plaza con nuestros pibes, mientras estudiamos que tan coqueta o coqueluchamente nos queda el barbijo, tratamos de no sumarnos por ahora, a pesar de todo, a quienes ven para la humanidad ese futuro catastrófico en que estamos a merced de cualquier virus o lo que fuera y en consecuencia en manos de alguna corporación que logró el bien último: tenernos a nosotros mismos directamente y no sólo nuestro dinero. Todo esto dicho con una sonrisa, todavía no escondida detrás de ningún barbijo.

Ahora la gripe o lo que venga están entre nosotros en el día a día, en lo cotidiano y un tipo que estornuda o tose es un sospechoso, alguien peligroso, alguien que puede hacerme daño a mí o a los míos. Toser o estornudar es un estigma.