Al margen de la crónica

El Parque Garay volvió a brillar

El 20 de junio, cuando en todo el país se conmemoró el Día de la Bandera, los santafesinos tuvieron la posibilidad de recorrer las instalaciones del renovado Parque Garay. Personas mayores emocionadas, que no se privaron de recordar su infancia, y chicos asombrados por la belleza natural del paisaje fueron la combinación perfecta en una fecha patria que no pasó inadvertida.

El Parque Garay fue creado en 1939, en el marco de la puesta en marcha de un programa provincial de desarrollo de parques. En el lugar había funcionado con anterioridad un cementerio católico y luego el vivero municipal. Su estructura organizativa principal proviene de los tipos de parques y jardines de fines del siglo XIX.

En 1987 se construyeron en el parque un velódromo, zonas de camping, piletones y fuentes, juegos y un pequeño anfiteatro. Más tarde se hicieron puentes, embarcaderos, glorietas y pérgolas, puesto que el parque tiene una superficie total de 30 hectáreas.

Tras varios años de abandono, de camalotes cubriendo por completo los lagos, de piletones en mal estado y de fuentes sin funcionar, el 20 de junio pasado el Parque Juan de Garay, definido por los vecinos de la zona como el corazón verde de barrio Roma, volvió a brillar, a reunir familias enteras que habían decidido dar un paseo por algún lugar de la ciudad, a emocionar a personas mayores que de adolescentes concurrían a los tradicionales “asaltos” que organizaban los distintos grupos de jóvenes y a sorprender a chicos que no lo conocían y nunca habían oído hablar de él.

El Parque Garay está hermoso, y para ello sólo fueron necesarios seis meses intensos de trabajos por parte de personal municipal y beneficiarios de planes sociales. Ahora, el compromiso de cuidarlo es de todos y no debe costarle a nadie: basta observar la sonrisa de los chicos al ver los gansos que se colocaron o al dar un paseo en los botes a pedal que se dispusieron, como así también las lágrimas de las personas mayores que lo vieron nacer, para darse cuenta del valor que tiene y protegerlo.