Freno a Kirchner y triunfo de Reutemann

Ayer, la sociedad argentina le dijo basta a la manera de hacer política del hombre que ejerció el poder en la Argentina durante los últimos seis años. Esta vez no fue el Senado de la Nación a través de un voto agónico el que lo contuvo; esta vez lo frenó el pueblo, al que Néstor Carlos Kirchner invoca en cada una de sus intervenciones como fuente de su poder y sus desvelos.

Como siempre, cuando la política ingresa en un pantano que le impide moverse en uno u otro sentido, la ciudadanía se expresó para destrabar una situación que manea al país. Y lo hizo de manera categórica: el oficialismo perdió de un golpe al menos veinte diputados y cuatro senadores. Perdió en los cinco principales distritos electorales de la Argentina: Ciudad Autónoma de Buenos Aires y provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Entre Ríos, que suman más del 70 por ciento del electorado nacional. También perdieron en su propia casa -la provincia de Santa Cruz, escasa de población pero simbólicamente representativa-. Y, lo más importante, perdió las mayorías propias en ambas Cámaras.

Como ocurriera con el no del Senado a la Resolución 125, el país amaneció más tranquilo, luego de la tensa vigilia propia del escrutinio. Hoy la gente respira mejor, más suelta, sin crispaciones. La tarea cívica está cumplida. Y la dignidad intacta, luego de vencer en la provincia de Buenos Aires a la suma de los dos mayores aparatos políticos del país: el nacional y el provincial que, hasta último momento, repartieron promesas y bienes entre los más necesitados, rehenes de su pobreza y sometidos a una obscena esclavitud política.

Sin duda, la de ayer no fue una elección legislativa más. Bastó ver en la madrugada el rostro de Kirchner. Pese a su esfuerzo, el ex presidente no pudo esconder el arrasador efecto de la votación sobre su persona. Como siempre se victimizó -obviando que tuvo todo el aparato estatal a su favor y que él mismo cambió todas las reglas del juego según su conveniencia- diciendo que no haría ningún planteo de fraude (como si fuera posible un fraude desde fuera de la estructura de poder), que a su juicio es lo que hubiera hecho la oposición en caso de perder por poca diferencia. Respecto de este punto, mostró una vez más su mezquindad cuando afirmó haber perdido “por poquito”, por un puntito, reduciendo a casi nada una derrota dolorosa, en una elección que él mismo planteó con dramatismo como un plebiscito de su modelo nacional y popular.

En Santa Fe, también ganó la oposición por un puntito y medio. En rigor triunfó Carlos Reutemann en lo que sin duda constituye la principal victoria de su carrera política. Fue por poco, pero logró su propósito aun cuando el peronismo estuvo dividido. De modo que lejos de las rendidoras vías colectoras que ofrecía la derogada ley de lemas, enfrentó a la vez al gobierno de Hermes Binner -que jugó a fondo en esta elección- y al sector kirchnerista del justicialismo, liderado por Agustín Rossi. Y ganó, entrando en la grilla de los presidenciables para las elecciones generales de 2011.

EDITORIAL