DESDE MISIONES
Ramón Ayala, entre la selva y el río
El fotógrafo Marcos López realiza un documental sobre la vida del mítico músico, poeta y pintor.
DE LA REDACCIÓN DE EL LITORAL
Este sábado al mediodía, el gran creador Ramón Ayala (músico, compositor, poeta, pintor, dibujante) inaugurará una muestra en el museo Quinquela Martín, de La Boca, en Buenos Aires. La celebración será doble: en ese contexto, el fotógrafo santafesino Marcos López filmará una escena de su documental sobre la vida y obra del mítico artista misionero.
“Esto incluirá actores y público en general; y pondrá en juego elementos dramáticos y escenográficos de puesta en escena donde se desdibujan los límites entre lo teatral, el documental clásico, el video art, el cine de ficción, el happening propio del pop art, y una performance de arte contemporáneo”, explicó López.
Al mismo tiempo, se mostrará al público un avance de 15 minutos de este proyecto, que recién está comenzando.
“Hace tiempo que tenía ganas de hacer una película”, cuenta desde Buenos Aires Marcos López, quien asegura haber descubierto las canciones de Ayala “hace varios años”: “Me grabaron un casete de cinta de 60 minutos: parece la prehistoria. Un casete que anduvo dando vueltas por años en las diferentes casas en las que viví”, confiesa.
A Ramón lo conoció personalmente a mediados de los ‘80, en una rueda de amigos artistas en la que el misionero cantó, con su guitarra de diez cuerdas, varios de sus clásicos: “El Mensú”, “Posadeña linda”, “El jangadero”, “El cosechero”, “Mi pequeño amor”...
“Algo pasó, quedé conectado. Su particular delirio, su capacidad pictórica para describir el río, la selva, los duendes, la magia, el mundo guaraní... Por las venas de Ramón corre la estirpe del gauchaje profundo más autóctono y también hay algo de Walt Whitman reencarnado en un “Dandy Fifty Pop’ tomando un Martini en la sofisticada y setentosa confitería Rond Point, la que está frente al edificio de ATC”, describe el fotógrafo.
El sueño de filmar empezó a tomar color. “Después de dar vueltas con excusas y postergaciones durante más de un año, un día conseguí su teléfono, lo llamé, le comenté muy superficialmente la idea y me dio la dirección. Por suerte, vivía a pocas cuadras de mi casa, en San Telmo. Al otro día fuimos directamente a tocarle el timbre con un camarógrafo y un sonidista. Y ya no pudimos parar”, afirma.
Un par de premios estímulo y un subsidio del Instituto de Cine actuaron a modo de incentivo. “Ahora estamos siguiendo a Ramón por todos lados. Tiene una energía, un optimismo y un buen humor envidiables. No le gusta decir su edad. Nunca lo escuché hablar mal de nadie. Hemos compartido un cuarto de dos por tres en el medio de la selva misionera, en una casita de madera, y en mis naturales insomnios hablamos de algunos miedos en común, de algunos porqués y para qué de la cuestión de vivir y la obsesión de tratar de dejar alguna huella en el camino. Me cuenta los mismos chistes muchas veces. Inventa sus propias escenas para esta película...”, relata López.
PIEDRA Y CAMINO
“Está María Teresa, la esposa de Ramón, siempre presente, como coprotagonista, diva y puntal estructural de este proyecto. Está Lena Esquenazi, mi esposa, que es coproductora y diseñadora de sonido de la película. Hay otras mujeres a las que estoy tratando de encontrarles un papel, un personaje: Ramona Galarza, Graciela Borges”, adelanta Marcos López.
“Hay algo de road movie. Algo de David Byrne. Una mala copia de David Lynch. Un Blue Velvet remixado a lo criollo en una casaquinta en las afueras de Gualeguaychú. Sub-realismo mágico. Un Ford Sierra por las rutas argentinas, un viaje en el tren Gran Capitán hacia Posadas, una fiesta gaucha en Oncativo, un payador pampeano que canta con su mamá, una señora tejiendo ñandutí a las orillas del mismísimo lago Ypacaraí....
“Ramón es el objetivo y también la excusa que nos permite mostrar la textura emocional de un país. La textura del mantel de hule. La reina de la fiesta del algodón vestida de gala en el Club Social de Resistencia y los recolectores de algodón bajo el sol ardiente del Chaco boreal. La piedra y el camino, como decía Yupanqui”.
