Los números lo respaldan
El más grande de la historia
Con su victoria ante Andy Roddick, Roger Federer logró su decimoquinto título de Grand Slam en 20 finales jugadas, ambas marcas inéditas. Además, volvió a la cima del escalafón.
Alejandro Galetto
Como si fuera un buen filme holywoodense, la final masculina de la edición 2009 de Wimbledon tuvo todos los componentes. Un desarrollo atrapante, escenas memorables, episodios espectaculares, pero al final ganó el muchachito de la película. Siempre el mismo.
La actuación del estadounidense Andy Roddick fue impecable, tal vez nunca se lo vio jugar así. Decidido, agresivo, arrojado, preciso. Sirvió en un alto porcentaje, superior al de su rival, pero el suizo Roger Federer logró conectar —sorpresivamente— casi el doble de los aces que el gran sacador de Nebraska (50 contra 27). Y allí radicó la clave de la victoria final del helvético, que necesitó jugar 30 games para definir el quinto set y la suerte integral a su favor.
Tras el interminable 5-7, 7-6 (6), 7-6 (5), 3-6 y ¡16-14!, Federer terminó de dar vuelta una historia negativa que lo había alejado del gran protagonismo durante más de 8 meses, con ese traje desplazado en favor del español Rafael Nadal.
¿Qué hubiera pasado si el ibérico no hubiera tenido los problemas que sufre en estos momentos y desde hace un mes? Nadie puede asegurarlo, pero lo que sí es cierto es que a Roger, un depredador innato adentro de la cancha, no le interesa averiguarlo y por contrapartida aprovechó la ausencia de quien es, indudablemente, su gran bestia negra en el circuito para torcer la realidad a su favor.
El mejor, otra vez
Las derrotas sufridas ante Nadal y la superioridad manifiesta del mallorquín en el mundo del tenis desde mediados de 2008 hasta comienzos de esta temporada, habían cambiado el panorama que el helvético había dominado durante más de 4 años. Sin embargo, en un mes recuperó todo aquello que había perdido, y que lo habían llevado al borde de la locura, manifestado (entre otras cosas) con dos hechos extraños en él: llorar por una derrota, como ocurrió tras el título de Rafa en Australia este año (algunos vieron en ese llanto la señal de que había terminado la época dorada del suizo); y romper su raqueta, en el duelo que terminó perdiendo por las semifinales del Masters 1.000 de Miami.
Pero así es el deporte, y mucho más el tenis a este nivel tan superprofesionalizado hasta límites inhumanos. Nadal comenzó con sus problemas y primero se quedó con Roland Garros (impensado hasta por el más fanático y optimista hincha de Federer) y ahora con su sexto Wimbledon. En el término de un mes volvió a ser el número 1 y alcanzó los 15 títulos de Grand Slam, una marca sin precedentes en la historia, como el hecho de haber jugado 20 finales en este tipo de torneos.
Más datos
Además de todos los números inéditos que logró en estos últimos días con sus victorias, Roger se convirtió en el cuarto hombre de la “Era Abierta” en conseguir ganar Roland Garros y Wimbledon en el mismo año, algo que anteriormente sólo habían logrado el australiano Rod Laver, el sueco Bjorn Borg y Rafa. Por otra parte, su sexto trofeo en Wimbledon lo deja a apenas uno de los siete de Sampras, con varios años por delante para igualar tal marca.
En contrapartida, Roddick perdió su cuarta final de Grand Slam con el suizo y en su vitrina sigue figurando un único trofeo del primerísimo nivel: el del US Open 2003, cuando en semifinales estuvo a nada de perder con David Nalbandian pero finalmente terminó derrotando en el duelo decisivo al español Juan Carlos Ferrero.
Con esta nueva consagración, el oriundo de Basilea llega a 60 títulos en su palmarés (que lo iguala con Agassi y lo deja a dos de Vilas, tres de Borg y cuatro de Sampras), un número que indudablemente es susceptible de ser mejorado.
El triunfo sobrevino tras jugar 77 games, otro récord en finales de Grand Slam, al igual que el hecho de haberse extendido el último set por 30 juegos en 1 hora y 35 minutos. Todas son excentricidades que protagoniza Roger Federer, desde ayer decididamente el mejor tenista de la historia. ¿Queda alguna duda?




