EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO

La pasión de Onetti por las artes plásticas

El 1º de julio se celebró el centenario del nacimiento del escritor uruguayo y en Montevideo se realizan actividades alusivas. En una de ellas sorprendió la relación del autor con el arte.

DE LA REDACCIÓN DE EL LITORAL

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EFE

La pasión de Juan Carlos Onetti por la pintura “es una sorpresa insospechada” que ofrece algunas de las claves para entender su formación como escritor, destacaron dos de los principales expertos en el autor uruguayo en el marco de las celebraciones del centenario de su nacimiento.

“Tres nombres son los que sobresalen en esta pasión de Onetti por la pintura: Henri “El Aduanero” Rousseau, Paul Cézanne y Paul Gauguin”, aseveró Hugo Verani, autor del libro “Juan Carlos Onetti. Cartas de un joven escritor”, que recoge la correspondencia entre el artífice de “El pozo” y el pintor uruguayo Julio Payró.

Ya en los primeros textos de Onetti se descubre “una intención de conectar las artes visuales con la literatura”, afirmó por su parte el profesor Juan Fló, para quien esa “sobreabundancia de elementos visuales” se convierte después en un elemento más de sus cuentos y novelas.

Estos dos especialistas participaron en la segunda de las mesas redondas organizadas por el Centro Cultural de España en Montevideo para conmemorar el centenario del nacimiento del escritor el 1º de julio.

“Con la realidad, el artista no hace nada”, de ahí que Onetti coincidiera con esos grandes pintores en que “hay que salirse de esa realidad”, dijo Fló.

EN SUS CARTAS

En su disertación, Hugo Verani dejó hablar a Onetti en una de estas cartas a la hora de expresar la importancia que tuvo para él la pintura.

“Siempre he sacado poca o ninguna utilidad de mis lecturas sobre técnicas y problemas literarios: casi todo lo que he aprendido de la divina habilidad de combinar frases y palabras ha sido en críticas de pintura”, decía Onetti en esa misiva fechada en 1937 y dirigida a su gran amigo Payró.

La adhesión de Onetti a la pintura de Cézanne o Gauguin se basaba, explicó Verani, en esa capacidad de “trasponer la vida diaria, cotidiana” a un mundo “imaginario”, pero que es “reconocible e inmediato”.

Según este doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Wisconsin, Onetti quedó sorprendido por la capacidad de Gauguin para plasmar “dramas interiores” en sus figuras. De Cézanne asumió ese “aspecto inacabado de los lienzos” que llevó a su narrativa, repleta de “huecos” y detalles escamoteados que, para Verani, “aseguran la complicidad del lector”.

Así lo afirmaba Onetti en su carta número 48, recogida en esta recopilación: “Siempre hay algo que no se dice”, con las mayúsculas incluidas, en el sentido de que, finalmente, “el significado profundo de las acciones humanas, no se puede comunicar”, según Verani.

El experto añadió que Onetti aplicaba en sus novelas aspectos muy claros de la pintura postimpresionista, como la multiplicad de los planos narrativos (que obtiene también del cine, otro arte muy amado por el autor de “El astillero“) que transformaba con su escritura en la “simultaneidad de tramas paralelas”.

Ese amor por la pintura también se reflejó en la riqueza de las descripciones de gestos y ademanes de los personajes de Onetti, y en la capacidad para “pintar” con sus frases las atmósferas más densas, que también obtuvo de su lectura de autores como James Joyce o Marcel Proust, con los que llegó al fondo de la materia.

“Hay una zona, en el espíritu, pongamos, que se llama arte y que no es la realidad: una zona donde el hombre alcanza a tocar el misterio, el infinito, Dios, el Cosmos, la esencia, el alma de la creación, allá en los cielos y en la cosa más humilde y doméstica”, decía en una de estas cartas.

La pasión de Onetti  por las artes plásticas

“La gitana dormida” de Rousseau.

Foto: ARCHIVO EL LITORAL

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Juan Carlos Onetti.

Foto: ARCHIVO EL LITORAL

/// EL DATO

Su obra

Onetti nació en Montevideo el 1º de julio de 1909. Su padre, Carlos Onetti, era funcionario de aduana; su madre, Honoria Borges, provenía de una familia brasileña. Tuvo dos hermanos, uno mayor que él, Raúl, otra menor, Raquel.

La primera obra que publicó fue el cuento “Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo” en enero de 1933 en La Prensa (Argentina). Luego, en 1935 y 1936, en La Nación de Buenos Aires aparecen otros dos cuentos “El obstáculo” y “El posible Baldi”. De aquella época son el relato “Los niños en el bosque” y la novela “Tiempo de abrazar”, que no serían publicados hasta 1974. En 1939 ve la luz su primera novela “El pozo”. En esos años, publica artículos y cuentos policiales con los seudónimos de Periquito el Aguador, Groucho Marx y Pierre Regy. La novela “Tierra de nadie”, publicada en Losada (Buenos Aires) en 1941, obtiene el segundo puesto en el concurso Ricardo Güiraldes. Ese mismo año, La Nación publica “Un sueño realizado”, considerado su primer cuento importante. En los próximos años, verán la luz la novela “Para esta noche” y una serie de cuentos en La Nación, entre los que destaca “La casa en la arena” (1949). “La vida breve”, publicada en 1950. En 1993 publicó la que fue su última novela, “Cuando ya no importe”, considerada una especie de testamento literario.