“El artista”
Sobre el genio y su sombra
Rosa Gronda
La historia de “El artista” es la de un enfermero hermético y parco (Pángaro), que trabaja en un neuropsiquiátrico. En sus tareas de rehabilitación, establece una particular relación con un anciano autista (Laiseca), al que sólo le interesa dibujar.
Sin aclarar que no son de su autoría, el enfermero acerca algunos dibujos de su paciente a una galería de arte contemporáneo, donde luego de dar algunas vueltas, los juzgan muy valiosos e innovadores. Montado en una identidad que no le pertenece, el enfermero realizará exitosas exposiciones que le proporcionan dinero y admiradores. Comienza a frecuentar curadores de arte, críticos, galeristas y coleccionistas pero al mismo tiempo irán aumentando las contradicciones del protagonista y los interrogantes de los espectadores.
En el filme no trabaja ningún actor profesional, sino gente vinculada con el circuito artístico: Sergio Pángaro es un destacado músico, Alberto Laiseca es un conocido escritor en el mundo de las letras y en papeles secundarios y fugaces aparecen personalidades reales del ambiente cultural.
Género indefinible
El relato de la peripecia que va desde el anonimato a la fama, entronizando a un oscuro usurpador, da pie para una divertida sucesión de preguntas y observaciones en torno del arte contemporáneo, particularmente sobre la confusión que lo rodea: aquí el genio está en la sombra y el usurpador es quien disfruta de las mieles del éxito.
La película hace circular distintas lecturas al respecto, jugando con la ambigüedad, aunque poniendo el foco más en el entorno que en el arte en sí mismo. En los estereotipos casi simpáticos de marchands, cazadores de talento, críticos, teóricos, colegas envidiosos, admiradores, snobs, vividores y mujeres atractivas que capturan artistas adinerados.
Por sus características, puede decirse que esta película dirigida por la exitosa dupla conformada por Mariano Cohn y Gastón Duprat es un filme de género inclasificable, ya que a pesar de la ironía, la parodia humorística no parece ser su objetivo último.
Digamos que está, pero dosificada, evitando acentuar los matices más grotescos. Como en el documental “Yo presidente”, rara avis, también producto de estos directores que trabajan en dupla desde hace una década, no es totalmente cine de ficción y por momentos se parece a un documental-ensayo, acerca del límite que separa la obra de arte moderno como creación originaria y como mercadería.
El silencio del artista
Un detalle más que significativo de “El Artista” es que nunca se muestran las obras usurpadas por el oscuro enfermero. La perspectiva siempre es la del público mirando al cuadro, mientras que la cámara subjetiva registra lo que conversan los espectadores ante la obra. Esta significativa ausencia abre el juego de la imaginación. ¿Serán realmente buenos los dibujos del personaje del viejo autista? Imposible de saber... en el lugar de la obra está la cámara: donde los personajes miran un dibujo, estamos nosotros, los espectadores. La respuesta muy probablemente esté en la derivación literaria de este filme, una novela de Laiseca (aún en preparación), que agregará la perspectiva que el filme no tiene, porque los pensamientos del verdadero genio son tan indescifrables en la película como su identidad usurpada.
La apelación al humor irónico es una de las constantes del film, así como en lo formal lo son el uso de la cámara fija y los fundidos que marcan su ritmo, en una permanente invitación a la reflexión y a la participación activa del espectador.




