GRACIELA BORTHWICK Y SU muestra ANTOLÓGICA

¡Las azaleas enloquecieron!

Es santafesina, pero vive y trabaja en San Telmo. A los 70 años decidió mostrar gran parte de su vida artística con una exposición y un libro. La muestra estará en Santa Fe, pero comienza en Rafaela, en homenaje a Olga Cossettini.

¡Las azaleas  enloquecieron!

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ANA LAURA FERTONANI

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Vive en San Telmo, pero decidió iniciar su exposición antológica en Santa Fe, de donde es oriunda. Igualmente el recorrido por las etapas de su obra lo comenzó en Rafaela en homenaje a las Cossettini y en especial a Olga. “Las tuve de maestras, no sé si maestras reales pero sí maestras que me signaron toda una ideología en el trabajo educativo, para mí son las pioneras”, habla la artista.

Repasa 40 años de vida, de artista, y ese paseo por tantos años la emociona a cada rato. Busca el libro producto de la misma muestra: “Graciela Brothwick 1968-2008”, un trabajo de cinco años, y se detiene en alguna obra, en algún texto.

“Creo que uno tiene que emocionarse con uno mismo, y creer en lo que uno hace. Para ser artista hay que tener cintura y espalda: primero porque en el mercado de la Argentina no se venden obras, el que cree que tiene éxito con el arte murió, por eso tenés que creer en otras cosas. Mientras yo ame lo que hago voy a estar viva”, dice.

—Cuando uno quiere saber de Graciela Borthwick y lee una especie de currículum llamado “bio selección” se acerca también a las Cossettini y están las palabras de Leticia que dicen: “¡Olga, las azaleas enloquecieron!” y dice que esas palabras sintetizan la impronta de las educadoras en tu camino ¿Qué quiere decir?

—Porque de las dos hermanas, la que habló más de Olga fue Leticia. Me recibí en la Mantovani en el “57, el primer cargo que tuve fue en el Profesorado de Jardín de Infantes de Rafaela, en la Escuela Normal, yo daba Plástica, y Leticia me hablaba de la hermana mucho tiempo. Siempre fueron un referente en la educación artística. La mayoría de los procesos educativos con el arte a veces tienen más que ver con una técnica que con una emoción o un sentimiento y a mí lo que más me gustaba de las Cossettini era que ellas trabajaban sobre la sensibilidad, tratando de que cada uno encontrara la sensibilidad que tenía, respetaban mucho la individualidad. Estamos hablando de que la primera escuela de las Cossettini fue en el “35 en Rosario. Y en Rafaela estuvieron siempre porque son rafaelinas.

Yo decido festejar los 40 años en el arte desde Rafaela por el significado de las Cossettini.

—¿Pero qué significa que las azaleas enloquecieron?

—Uno de los libros que escribe Leticia sobre Olga habla mucho de la personalidad de Olga, eran dos personas diferentes: Leticia introvertida, y la otra un volcán.

La Asociación de Amigos del Museo de Rafaela me hizo la invitación e inicié todo un trabajo de selección, de capitulación de la obra, de organización, que generó el libro. Fueron casi cinco años de trabajo, por supuesto no sola, acompañada de un equipo.

—¿Cuántas obras se exponen?

—Seleccioné de cada etapa cuatro o cinco obras y son 120. Cuando uno traslada parte de uno mismo, lo traslada con la cotidianeidad también. Vivo en San Telmo, trabajo y produzco allí. Es un momento de una producción muy grande, estoy muy emocionada de decidir mi exposición antológica desde Santa Fe, es el lugar donde yo me nutrí, aprendí los pasos sustanciales para el desarrollo de un proyecto artístico de vida y le debo mucho: terminé la Juan Mantovani en el “57, tuve becas del Fondo Nacional de las Artes lo que me posibilitó estudiar con grandes maestros (Leopoldo Presas, Mireya Baglieto). Siempre fui muy inquieta, movediza, después me volví a Santa Fe a trabajar aquí y en la última beca me enamoré de un santafesino, me casé, tuve tres hijas. Ahora estoy divorciada.

El dolor del exilio

—¿Estuviste exiliada en Venezuela?

—Me fui del país en el “75. Me tuve que ir, volví en el “83. Empezamos a tener problemas, cuando hacés un proyecto familiar, con hijos, un marido cineasta, tu proyecto de trabajo, cualquiera fuera los elementos que tocan esa unidad te sentís comprometido. Fue una estancia dolorosa desde lo afectivo, con muchos costos emocionales. Crié a mis hijas ahí, casi 9 años, yo sabía que a mi país iba a volver. Me fui porque me tenía que ir si no corría peligro y decidimos volver todos, después cuando estuvimos acá, nos desmembramos... así es la vida. Todo lo que un artista pueda oler, mirar, tocar, sentir, de un lugar es parte de la obra de ese artista, por eso le doy mucho valor al trabajo. Hoy a mis 70 años el tiempo no tiene precio. Cuando volví, el tema del olor de la laguna... Lo que más extrañé fue la geografía.

—¿Durante esos nueve años produjiste?

—Muy poco. En el “84 me fui a Buenos Aires, me instalé en San Telmo y ahí largué. En un año y medio hice lo que no hice en nueve. La gran traba del artista para expresarse es el campo afectivo. Hice una exposición que se llamó “Bodas de arcilla”, una muestra en el San Martín, ocupé tres pisos. Me comprometí con una etapa nueva en mi vida, con el quedarme acá.

—Hiciste de todo: pintura, dibujo, escultura, escultura blanda, fotografía digital, etc. ¿Cada forma de expresión define distintas etapas de tu vida?

—Sí, yo tengo un aspecto y lo desarrollo, hasta que casi lo agoto. Empecé cerámica en la Mantovani y después me unió esa salida de la arcilla que me ayudó a encontrar un amigo, Raúl Cerdá, un ceramista que vive en Rincón. Hoy hago de todo, un poco de cerámica, dibujo, pinto, ahora sí, y hay obras en las que junto todo. Yo nunca mostré nada anterior al “70. Me dediqué a formarme, a las becas, a investigar, cosa que seguí haciendo siempre. Empecé cerámica en el “70 y también hago ahora, pero la agoté. Hice escultura, inventé esmaltes, trabajé con bajo cubierta, hice todo lo que podía en la exploración de esas técnicas. Al dibujo lo amo fervientemente, hay dibujos del 2004/07/ del “60 al “70. El fraccionamiento de los ámbitos educativos para organizar los aprendizajes no tiene que ver con lo que le sucede a un artista internamente. Lo único que lo sostiene a uno es el trabajo y el incansable trabajo en lo que uno ama. El campo de experimentación y de producción de un artista es infinito, no tiene límites y los sigo explorando. 40 años, es mucho el trabajo de creación de uno mismo.

—Todavía no me explicaste lo de las azaleas.

—Te cuento: ellas plantaban azaleas, tenían huerta, y cuando llegaba Leticia a la casa veía a Olga enojada. Porque a Olga el gobierno le cerraba las escuelas, el gobierno la acalló para que no pusiera a pensar a los alumnos, eso fue en el “50 y pico. Bueno, cuando Leticia la encontraba enojada decía “las azaleas enloquecieron”. Es hablar de lo que le sucede de una manera poética, y yo creo que el poeta no sólo es el que escribe, sino el que tiene imágenes que las puede plasmar de alguna manera, de algún modo. Poder nutrirse de todo esto lleva tiempo.

Cerámica. Un fan de Boca. Fotos: Gentileza de la artista

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A inicios de los años ‘60 comienza a modelar en arcilla junto a Raúl Cerdá. A partir de ese contacto se conecta con la tridimensión, un campo que jamás dejaría de explorar.

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Su producción artística es multifacética: dibujos, pinturas, esculturas, objetos, bronces y cerámicas surgen y se desarrollan en simultáneo. Foto: LUIS CETRARO

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¡Las azaleas  enloquecieron!

Esculturas blandas. Quitapenas

/// EL DATO

La muestra

La Antológica de Graciela Borthwick 1968-2008 se expone desde el 28 de julio en el Museo Municipal de Bellas Artes Dr. Urbano Poggi de la ciudad de Rafaela y en los próximos meses llegará también al Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez.

Se realiza como un homenaje a Olga Cossettini, y quedará formalmente inaugurada el viernes 7 de agosto con la presentación del libro “Graciela Borthwick 1968 2008” y el video “Hasta aquí llegamos” acerca de Florián Paucke en el Liceo Municipal Miguel Flores de esa ciudad (San Martín 551). Con la presencia de Graciela Borthwick, esta doble presentación se repetirá en nuestra ciudad el miércoles 12 de agosto en la Escuela de Artes Visuales Juan Mantovani, ubicada en 9 de Julio 1821.

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Dibujo de la serie Juegos.

La novia de Paucke

“Yo siempre estoy buscando pero para encontrar. Cuando me explicaron que para trabajar estas esculturas (en madera) tenía que comprarme una motosierra y electrosierra me dijeron que estaba loca, yo sé que tengo algo de loca, pero no loca tonta, una loca que tiene ganas de hacer cosas, una loca a la que le gusta la estética”, dice la artista que se enamoró de la obra de Florián Pauke.

Actualmente está haciendo tejas, “las hago acá en mis piernas, soy gordita”. Las hace como las hacían los mocovíes.

“Siempre quedé enganchada con Cayastá y fue por Florián Paucke. Habré tenido 7 años, iba a lo de Zapata Gollán para que me mostrara los cartones pintados... Yo estaba de novia con Paucke, iba al Instituto de Musicología y Folclore de la Nación y pedía la música de los mocovíes...”.

“Descubro que Paucke estuvo con los aborígenes en el año 1600 y pico, cuando los echan a los jesuitas se va a un monasterio de Viena. Yo fui hasta ahí porque me pagó todo la Fundación Antorchas, me presenté y no me querían dar el subsidio, ni beca por la edad. A mí esto (señala el libro) no me lo pagó el Fondo (Nacional de las Artes) porque era vieja. Y en aquella época tenía 52 años y lo volví loco a un señor y me la dieron, me dijo que porque nadie tocó Paucke y porque con mi sensibilidad y mi locura seguro iba a hacer algo precioso”.

“Florián se vuelve y en vez de escribir, pinta. Hace los cartones donde cuenta de dónde sacaban la arcilla, cómo la preparaban... porque él se dedicó a enseñarle a los mocovíes en San Javier, a trabajar la tierra y hacer cosas de madera. Descubrí un mundo a través de ello que yo intuía que estaba pero no sabía si estaba, me gasté toda la guita, hice un video. Yo empiezo a construir a partir de Florián mi propia historia, busco un pretexto -Pauke- que me permite hablar de mí. Me produce una conmoción muy grande”.

EL JESUITA

Cabe mencionar que Paucke fue un jesuita alemán que nació el 24 de septiembre de 1719 en Witzingen, Silesia y murió en Neuhaus, Bohemia en 1780. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1736 y desde el comienzo pidió que se le destinase a misionero entre los infieles. Desembarcó en Buenos Aires el 1º de enero de 1749. Fue enviado enseguida a la casa jesuita de Córdoba, luego se lo destinó a ejercer la misión entre los indios mocovíes que habitaban el norte santafesino y el Chaco austral. Era un buen conocedor de la música y notable compositor, sin que le faltase experiencia en trabajos industriales y amplia cultura general. En 1769, luego de la expulsión de los jesuitas, volvió a su tierra. En Neuhaus escribió sus andanzas en tierras americanas, la ilustró con dibujos en colores (34 láminas de flora, 33 de fauna, 34 de trajes de costumbre).