San Martín sur los viernes a la tarde
Encuentro de adolescentes,
odisea para comerciantes
La aglomeración de chicos al comienzo de la peatonal molesta a algunos vecinos y a quienes tienen negocios. Aseguran que perdieron clientes y se quejan por la mugre y la dificultad para circular. Los chicos sólo quieren divertirse.
De la redacción de El Litoral
Históricamente la peatonal santafesina ha sido un lugar de encuentro. Desde hace varios años, los adolescentes han elegido la zona del Teatro Municipal y calle San Martín hacia el sur para reunirse los viernes por la tarde. Pero lo que para ellos puede ser un motivo de alegría y un pasatiempo, a más de un comerciante y/o vecino le representa un dolor de cabeza.
“Es un trastorno: te ocupan la vereda, te ensucian, se sientan en la vidriera, te hacen señas cuando los echás”, contó Andrea, empleada de un comercio en San Martín y Juan de Garay.
Imposibilidad de circular, vidrieras obstruidas, peleas, insultos y residuos tirados por todas partes fueron los problemas que señalaron los comerciantes, en una recorrida que realizó El Litoral.
Menos clientes
El principal inconveniente que reconoció la mayoría de los comerciantes es que debido a la aglomeración de adolescentes han perdido clientes. “Nos influye muchísimo. Se sientan en la vidriera y las clientas no quieren venir, sobre todo la gente grande porque tiene terror. No te dejan caminar, los autos no pueden pasar”, relató Laura, empleada de un comercio sobre San Martín sur.
“La gente directamente no viene los viernes a la tarde porque sabe que están los chicos. No puede pasar y tiene miedo”, se quejó indignada Alicia. En tanto, Vanesa contó que con otros comerciantes decidieron contratar a un personal de vigilancia especialmente los viernes a la tarde “para que los chicos no se instalaran en la puerta”.
Por su parte, los chicos exponen sus razones: “Es solamente una tarde. ¡Tienen el resto de la semana para vender! Nosotros, es el único día que salimos”. “Venimos para juntarnos con nuestros amigos, a pasar un momento agradable”, contaron.
Basura y malos modales
Mugre fue una palabra que repitieron todos los comerciantes consultados. “Los sábados esto es una mugre. Los chicos están en la suya y no les importan los demás”, indicó Andrea. “Al otro día está todo sucio, mugre y papeles por todas partes”, acotó Alicia.
“Yo tiro la basura en el tacho porque hay que cuidar el planeta”, respondió Taiana, quien dice que va todos los viernes al centro “hasta cuando llueve”. Por el contrario, sus amigos reconocieron, entre risas, que no se preocupan por dónde caen los papeles.
Además de los desperdicios que dejan, Alicia se quejó del ruido: “Nos encerramos porque el ruido que hay te hace terminar con un dolor de cabeza terrible”, detalló con el fin de graficar la odisea que pasan los viernes a la tarde. Además, contó que cuando les piden que se corran de la vidriera, “te dicen cualquier cosa”.
Lo mismo señaló Vanesa, quien los viernes optó por “no salir del local ni siquiera para ir al quiosco porque te faltan el respeto”. O Andrea, a la que le contestan con “señas groseras” cuando les pide que no le tapen la vidriera.
“La chica de acá al lado me pidió que la acompañara a decirles que se corran de la vidriera porque les tiene miedo. La policía pasa, pero no les pueden hacer nada y es comprensible”, dijo resignada Susana.
¿Y los vecinos?
Quienes viven en la zona también tienen que soportar la dificultad para circular, tanto a pie como en auto. Tal es así que Tere, una vecina de San Martín al 2000 decidió no salir de su casa los viernes por la tarde. “Yo tengo dos perritos a los que tengo que sacar a pasear, pero espero hasta las 20:30, cuando la cantidad de gente empieza a mermar”, explicó.
De todas formas, la señora no se queja de la presencia de los adolescentes. “Son teenagers, tienen derecho, no son chicos que se droguen y nunca tuve un problema. Mi casa tiene dos escalones y ellos se ponen ahí, pero siempre me dieron el paso”, aseguró. Entre risas, Tere contó que el único problema es que “como consumen gaseosas van a hacer... a la pared de acá a la vuelta”.
Finalmente, una comerciante se preguntó “¿dónde están los padres de estos chicos?, ¿por qué no los llevan a hacer deportes o a estudiar?”. “Esto se convirtió en el territorio de ellos, sin respetar que acá hay actividad comercial. Más allá del espacio social, los negocios necesitamos vender y tener las vidrieras visibles”, concluyó.