Parricidio en Esperanza
Quedó libre el chico que mató a su padre
La Justicia le concedió el “egreso definitivo” a Carlos Mezzalana, el italiano de 19 años que mató a su padre en 2007, cuando era menor de edad. Aunque todavía “no hay resolución de autoría” el adolescente piensa en terminar la secundaria y comenzar la carrera de contador en el Chaco.
Juliano Salierno
Carlos Mezzalana tenía 17 años cuando mató a su padre, Giovanni Mezzalana Trabugio, el 21 de noviembre de 2007 en su casa de la ciudad de Esperanza. El crimen sacó a relucir una historia de violencia familiar en la que el chico, junto con su hermanito de 10 años, fueron víctimas directas. Veinte meses después, el autor del disparo concluyó el proceso de rehabilitación con éxito y recuperó la libertad.
La audiencia mediante la cual obtuvo el “egreso definitivo” se realizó ayer ante la jueza de Menores Nº 1, Susana Giordano de Bilich, quien deberá resolver la cuestión de la autoría y más adelante dictar una eventual condena. De la reunión participaron la madre del muchacho, que se comprometió en tenerlo bajo su cuidado; el abogado defensor, Ricardo Bernárdez Varela; y un profesional de la Dirección Provincial de Justicia Penal Juvenil, que también intervino en el caso.
Mezzalana pasó todo este tiempo alojado en la Casa del Adolescente de Rafaela, una residencia penal juvenil de régimen semi abierto, con capacidad para 15 internos, y que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia.
A la universidad
Aunque todavía “no hay resolución de autoría”, el joven se mudó al Chaco con la madre, donde piensa terminar la secundaria que interrumpió de manera abrupta a menos de un mes del cierre del año lectivo. Luego comenzará a estudiar la carrera de contador en la Universidad del Noroeste, en Resistencia, Chaco, según indicó en la audiencia.
Mientras tanto “el expediente sigue su curso” y no se descarta que la fiscalía solicite una pena de prisión, que acorde a los resultados de la rehabilitación y en caso de no contraer nuevos problemas legales, podría quedar en suspenso.
Por su parte, el defensor particular se mostró “muy satisfecho de la resolución”, dado que “el chico ha observado una conducta ejemplar con notas de especial mención en el lugar donde estuvo detenido. Ha tenido un informe favorable de todo el instituto”, remarcó.
En su alegato de ayer, Bernárdez Varela dejó constancia que “sólo en libertad se puede realizar una personalidad al amparo de las múltiples vivencias que tal estado importa. Esa es una prueba más para ver la capacidad de readaptación del chico que quedó bajo el amparo de la madre”.
Una bala
La muerte del italiano Giovanni Mezzalana caló hondo en la comunidad esperancina y la noticia tuvo amplia repercusión tanto en los hogares, como en las instituciones que frecuentaban los miembros de la familia que estaba en el centro de las miradas. El barrio Unidos, ubicado al este del centro, más allá de la Ruta Provincial Nº 6 y al sur de la Nº 70, se transformó pronto en el escenario principal, puesto que allí, en una casa de calle Brasil 574, la policía encontró el cuerpo inerte, tendido sobre una cama.
Aquel 21 de noviembre Carlos aprovechó la noche y mientras su papá dormía un sueño profundo, apretó el gatillo del fusil Mauser, para acabar con lo que él consideraba “un suplicio”. Al día siguiente la policía lo observó al volante de un Fiat Marea, cuando se dirigía a clases, a la Escuela Normal, junto con su pequeño hermano.
Los uniformados le preguntaron dónde estaba el padre, a lo que respondió que había viajado a la localidad de Franck por trabajo. Desconfiados, fueron hasta la casa y al descubrir el cadáver Carlos se quebró y asumió su responsabilidad. A la semana siguiente declaró ante la jueza de Menores Nº 2, Ana María Elvira, que se encargó de la primera etapa del caso hasta que finalizó la instrucción.






