ANOTACIONES AL MARGEN

Interjecciones varias

Estanislao Giménez Corte

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I

Ejem... entonces: lo que estaría pasando, al menos como lo veo yo, es que hace mucho que no escribo un relato; tristemente incursiono en la tendencia a la cita crónica, lo que es una forma de acopio o de copia, y nada más que eso; es decir, es un trabajo, sí, pero es un trabajo de recolección, digamos, que no sé bien qué sentido tiene, más allá de que uno puede verse maravillado por lo que otros dijeron o hicieron... ¿sí?

II

Ufff... ahora que pienso (ahora que pienso cómo empecé y terminé el párrafo anterior), creo que la interjección es insuperable como recurso, para la descripción de un estado de ánimo, y que esa contracción (¿es una contracción? humm...) no es debidamente utilizada como síntesis y representación de un estado de cosas ¿no? Ajá, claro, no es, según la definición clásica, una contracción: es una forma averbal, una locución, depende de los casos y...

III

Ah... sí, claro, las interjecciones expresan sentimientos muy vivos, vívidos diría yo, pero, por ejemplo, su uso en la poesía, más clásico que contemporáneo, suena casi forzado o imposible ahora. Alguna impresión súbita, o un sentimiento profundo, eso se supone que expresan, pero ¿no son hoy -¿y por qué en caso de que lo sean?- las onomatopeyas, los emoticones o las abreviaturas más comunes, más usadas, casi convencionales?; ¿será acaso por la influencia de la tecnología?; pero, como sea, ¿no implican fenómenos similares o correlativos? ¿Será que en unos y otros casos, éstas y aquéllas, por síntesis, por impacto, como formas que representan los ánimos, los sentimientos, son mejores que las palabras convencionales, o que transmiten más directamente una sensación? ¿Será que son más aptas para el súbito efecto, más efectivas para sacudir la modorra de una extensa construcción textual?

Quizás las interjecciones, casi sin proponérselo, más que pretender describir, más que intentar traducir algo en términos de otra cosa, sencillamente “lo hacen”. Son, si esto es así, más directas, efectivas, explosivas; pero su efecto dura lo que un efecto. Cortan la línea del texto y la hacen temblar, vibrar, pero sólo encuentran su real sentido en compañía de las palabras tradicionales; rodeadas, digamos, por un sentido unívoco que las guía y les imprime una forma de interpretación.

IV

“Joder”, decía un tío mío, casi siempre, impostergablemente, al final de cada oración. ¿Qué era ese joder?: nada, una expresión sonora, la influencia catalana, a modo de colofón enunciativo, con significados varios, pero ninguno en particular, si lo aisláramos. De asombro, de tristeza, de perplejidad, de sorpresa, cualesquiera que ameritara la ocasión. Y me pregunto: ¿por qué es que se podía interpretar perfectamente? ¿por el tono, por la oración que lo antecedía, por el énfasis, por la acentuación, por todo ello? Carajo, dicen otros; qué bárbaro, otros; increíble, otros; je, otros. Yo no sé... en fin... pero esto tampoco es un relato, ni mucho menos, ¡ay!