Diversificación productiva en la cuña y los bajos

El monte, las abejas, las ovejas y las cabras

 

Eraldo Carrara cría corderitos y cabritos para complementar la base ganadera de sus campos. En este esquema los apicultores juegan un rol central. Las abejas polinizan los árboles y generan alimento para los animales.

El monte, las abejas,  las ovejas y las cabras

Gastón Neffen

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Enviado especial

Hace once años, a Eraldo Carrara lo dieron por muerto. Pensaron que se había ahogado en los mismos campos que ahora están agrietados, grises y llenos de polvo. Una tormenta le dio vuelta la lancha cuando volvía de pescar, en el medio del cauce desbordado del arroyo Golondrina, 40 kilómetros al oeste de Vera.

Como pudo, Carrara nadó, caminó y salió. A pesar de que en algunos lugares el agua tenía tres metros de profundidad. Al rato llegó a la casa de uno de sus peones y ahí se refugió. Como no podía contactarse con su familia —los celulares todavía eran raros en los Bajos Submeridionales— la policía lo salió a buscar. En Vera y en Calchaquí, donde viven los Carrara, muchos creyeron que esta vez Eraldo no la iba a contar. Pero “la cuenta”, a sus 76 años, y con todos los detalles, a los enviados de Campolitoral.

Con la misma pasión también explica porque apostó a la cría de cabritos y corderos para complementar la base ganadera de las 4.100 hectáreas que trabaja en el cruce de la ruta 98 con el arroyo Golondrina. En el establecimiento “La Heroica”, Eraldo tiene 1.200 cabras y ovejas (vientres), dos grupos de reproductores y cerca de 750 cabritos y corderitos. “Lo siento como un hobbie, porque podría criar el doble de animales”, confiesa, con la sonrisa irónica del que sabe que puede hacer mucho más.

La decisión la tomó hace cuatro años. En la misma etapa de la vida en la que casi todo el mundo quiere estar tranquilo y “dejar de empujar”, y con un negocio central armado (criar novillos de exportación). Carrara comenzó a estudiar sobre razas de ovejas y cabras. Estaba convencido de que sus campos se podían adaptar a un esquema más diversificado.

Es un paisaje de transición, con 800 hectáreas de monte (algarrobos, aromitos y mistoles), otras 800 de cañada y más de 2.000 hectáreas de los clásicos espartillares y tacurús de los bajos. En este lugar, los Carrara hace décadas que crían ganado con una carga de un animal cada dos hectáreas. Los últimos cuatro años de sequía derrumbaron esta ecuación y ahora está invernando un rodeo de 800 animales, que resiste bien porque en el campo hay once aguadas.

Pero hay una pauta de manejo que fue clave para que las vacas y los novillos “aguanten” el intenso calor de la primavera y el verano. “Las picaduras de las abejas —bromea Eraldo—, te juro que es lo que contesto cuando me preguntan porque están gordos los animales”.

En realidad, lo que hace Eraldo es “prestarle” el monte a los apicultores. En la primavera y el verano vienen con sus colmenas a las hectáreas de cuña de La Heroica. Las abejas polinizan los chañares, algarrobos y mistoles. Y luego caen al piso las chauchas, “las bolillitas” y las semillas que comen las vacas, corderos y cabritos. “Los animales engordan muchísimo, me viene bárbaro para recuperarlos del estrés del invierno”, explica Carrara.

“La suplementación del monte” dura tres o cuatro meses, pero ayuda. “Yo dejo que los apicultores se instalen gratis, ellos hacen su negocio y mi me producen alimento”, apunta Eraldo.

De corderos y cabritos

Marcelo Benavidez y Patricia Romero se encargan de alimentar y cuidar a las ovejas y las cabras. Los dos trabajadores rurales tienen un aliado sociable y cariñoso. Un perro mestizo que se llama “Corbata” y que es el auténtico “jefe” de todo el rodeo ovino y caprino.

El perro no es un improvisado y sabe muy bien lo que tiene que hacer. Carrara invirtió 1.600 pesos para que lo adiestraran en Córdoba. Por eso “Corbata” lleva una rutina de trabajo bien precisa. Duerme con las majadas y rebaños, las conduce por los montes y cañadas durante todo el día —espantando caranchos y corriendo a los zorritos— para que las ovejas y cabras pasten. Y a la tarde trae toda la tropilla de vuelta para que duerman en los corrales.

En la granja, Marcelo y Patricia alimentan a los cabritos y corderitos más pequeños, y también se ocupan del criadero artesanal de Ñandúes, otra de las pasiones de Eraldo.

Carrara muestra sus animales con orgullo. “Está oveja es de genotipo Magrario, te da mucha mejor carne”, asegura. “También estoy probando con cabras y chivos Angora y Boher”, agrega. Y enseguida cuenta que se queda con todas las hembras. “Es que quiero hacer crecer esta actividad”, confiesa. En este nicho productivo ve una oportunidad para él y otros criadores.

“En Calchaquí podríamos hacer un frigorífico para pequeños animales”, se anima Eraldo. Este establecimiento también representaría una alternativa viable para los productores de ñandúes, conejos, yacarés y nutrias. En este momento, el problema más grave es la comercialización de la producción.

“Para faenar hay que hacer más de 300 kilómetros y llevar los animales a Resistencia (Chaco). Cuando sumás el flete y los costos de faena, los números no cierran”, asegura Eraldo. Lo mismo les pasa a otros productores, que no crecen en escala porque saben que el esquema no es rentable. “La gente tiene 50 o 60 corderitos o chivitos sólo para consumo propio —dice Carrara—, no producen más porque no les conviene asumir todos esos costos”.

Eraldo piensa que un frigorífico en Calchaquí solucionaría estás desventajas competitivas y además generaría fuentes de trabajo para la gente y los comercios de la zona. Para lograrlo Carrara dice que necesitan dos cosas. Tasas de financiación que estimulen la inversión y mayor agilidad en los trámites del Senasa (que debe aprobar estos establecimientos).

Al alcance de la mano

La sinergía entre apicultura y ganadería, y la diversificación en la producción e industrialización de nuevos tipos de carnes puede ser un renovado eje de desarrollo para Calchaquí, Margarita y Vera. “Es uno de nuestros caballitos de batalla para estimular el crecimiento económico de esta región”, plantea la Ing. Agr. Julieta Scarel, del INTA Calchaquí.

Esta ingeniera coincide con Carrara en que la principal traba es la faena y la comercialización. “Muchos productores se sienten contrabandistas de su propia producción”, confiesa Scarel, porque tienen una fuerte demanda de los corderitos y cabritos que crían, pero canales de faena lentos y costosos. “Por eso es una muy buena idea sumar esfuerzos para hacer un frigorífico para este tipo de carnes”, reconoce.

El otro desafío es ordenar y profesionalizar la actividad. Hay productores que no saben con certeza cuántos animales tienen, en que campo están y que carga por hectárea puede soportar su establecimiento. A esto hay que sumar las normas sanitarias y de trazabilidad que son claves para salir del “pago chico” y acceder a otros mercados.

Lo bueno es que se están dando pasos importantes. Por ejemplo, a sólo 40 kilómetros de Vera (en Malabrigo), una cooperativa de productores desarrolló una cabaña de genética apícola (“El Naranjo”) certificada por el INTA. Estas colmenas pueden mejorar la calidad de miel que producen los apicultores, al mismo tiempo que generan alimento para las vacas, las cabras, los corderos (en las próximas ediciones de Campolitoral se va a contar esta experiencia).

Es cierto que ahora la sequía complica todo, pero las posibilidades están ahí. El desafío es que a la pasión y a las ganas de Eraldo —y de muchos otros productores— se sume un proyecto integral, coordinado por el gobierno, los organismos técnicos y las asociaciones de productores, que capitalice todas estás ideas y las convierta en un nuevo motor de desarrollo.

 

 

 
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A tomar la leche. Carrara armó este sistema con mamaderas para alimentar a los cabritos que son rechazados por sus madres.

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Corbata, “el jefe”. Este perro mestizo fue adiestrado en Córdoba para acompañar y cuidar a las majadas de los zorritos y los caranchos.

 

Eraldo piensa que un frigorífico en Calchaquí solucionaría estás desventajas competitivas y además generaría fuentes de trabajo.

 
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Gente de trabajo. Marcelo Benavidez y Patricia Romero se encargan de alimentar y cuidar a las ovejas y las cabras.

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Otra buena idea. Eraldo no descarta desarrollar una pequeña cabaña de Ñandúes.