llegan cartas

Agradecimiento

 

Nora Noemí Nitri.

DNI 10.863.589

Señores directores: Mi papi, Pedro María Nitri, era un hombre fuerte, tanto es así, que con la ayuda de su amigo del alma, Oscar Brunetto, vivió solo hasta sus 85 años en su casa. Sus hijos, yo, vivía en Buenos Aires y mi hermano, en Neuquén. ¿Por qué lejos? Por esas cosas de la vida en las que uno anda tras el trabajo y el crecimiento personal. Pero a pesar de todo, fuimos siempre una familia unida, que nos manteníamos comunicados, visitados, queridos.

Un día, el 1º de febrero de 2009, decidimos entre todos, incluso con la aceptación de mi papá, que alguien debía cuidarlo todo el día, las 24 horas y recurrimos a una institución. Comenzó a enfermarse, tanto como jamás le había pasado en toda su vida. Y ahí comenzó una serie de internaciones y un desasosiego permanente en nosotros que lo amábamos.

Un 17 de julio le dan el alta de las tantas entradas en alguna clínica privada de Santa Fe a las 16 hs. y el sábado a las 6 hs. se descompuso nuevamente, llaman la ambulancia y comienza la peregrinación buscando cama, no existía, no había una sola cama para mi papá, en ninguna de las clínicas consultadas y recorridas con la ambulancia y con él que se cortaba y ya que había tenido 3 paros. Con gran inteligencia, el conductor de la ambulancia dice: ¡Al Cullen! Cuando me avisan por teléfono comencé a llorar, por mi papá y por donde iba, creyendo que los 65 años de aporte a su obra social se desperdiciaban en un segundo.

Y acá viene lo que quiero decir: conocí la pelea de médicos por salvarlo, por tratarlo con el cariño que un abuelo merece, con el profesionalismo del que tenemos que estar orgullosos todos los argentinos. Lo recibe en guardia la Dra Pujato, de esas médicas jóvenes que no atienden al familiar hablando mientras caminan, reitero, médica jóven, pero con la experiencia del profesionalismo y el amor por su profesión. Lo toma a su cargo, en la Sala 2 la Dra. De Angelis, de igual cepa, de aquellas médica a las que uno las habla por teléfono desde 450 km de distancia y se toman su tiempo para atender, contener y explicar. De aquellas médicas que atienden al enfermo y al familiar. De aquellas médicas que intentan no agredir sin necesidad y que mientras atienden ven un enfermo y no una enfermedad.

Lamento hoy no recordar un solo nombre de los enfermeros, que además de cumplir su labor se tomaban el tiempo para el mimo y la contención. Recuerdo al kinesiólogo José Ortiz que parecía que dejaba parte de su vida, para que el abuelo se sintiera mejor. No pudieron salvarlo, pero no fracasaron ellos, sino que Dios decidió. Agradezco a Dios que ese día no haya habido cama en ningún sanatorio, porque si no, no hubiera tenido la oportunidad de conocerlos.

Felicito al director del Hospital Cullen por tener profesionales de ese nivel, en su parte médica como humana.