Preparando el “Kirchner 2011”

Épi-K de épo-K

Entre el poder que no tiene la oposición y el que simula el gobierno, la situación económica y social empeora día a día.

Sergio Serrichio

polí[email protected]

CMI

La desangelada Argentina de estos días confirma la famosa sentencia de Giulio Andreotti, aquel viejo zorro de la política italiana (33 veces ministro, 7 veces jefe de gobierno, eterno sospechado de connivencia con la Mafia, abonado vitalicio a la impunidad judicial), de que “el poder desgasta a quien no lo tiene”.

En pocas semanas, los potenciales “liderazgos” surgidos del turno electoral del 28 de junio se empequeñecieron y los distintos “espacios” opositores se consumieron en sus indecisiones, recelos y vanidades, volviéndose presa fácil de la determinación del kirchnerismo de hacer como si nada hubiera pasado.

Así, al gobierno le bastaron unas escasas y mal disimuladas maniobras para celebrar pobres victorias y proyectar una fortaleza que, en verdad, ya no tiene.

La prórroga por un año de las “facultades delegadas” por el Congreso al Ejecutivo y el avance del proyecto con el que el gobierno simula limitar sus “superpoderes”, más la circense presentación del “Fútbol para todos” son sólo fuegos artificiales. No expresan un poder positivo, capaz de revertir el declive económico y social, que compromete cada vez más las posibilidades de una eventual recuperación, sino uno que se contenta con ejercer por la negativa, mediante la simulación y el daño.

Y así seguirá ocurriendo. Aunque dentro del gobierno haya un ala supuestamente renovadora, encarnada en el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el ministro de Economía, Amado Boudou, la dinámica la sigue marcando en exclusiva el ex presidente Néstor Kirchner, el gran derrotado de los comicios, a través de sus más fieles espadas: el ministro de Planificación, Julio De Vido, el titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip), Ricardo Echegaray, y el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.

La principal preocupación de ese pseudo-poder es, hoy por hoy, evitar la emergencia de cualquier liderazgo alternativo, en especial dentro del peronismo, para mantener al menos la idea de que “Kirchner 2011” es un objetivo viable. El argumento de esa ficción no es porque, a sabiendas de su impotencia -el kirchnerismo ni lo intenta- revertir la curva ascendente del desempleo, o detener la caída de los salarios reales atacando en serio la inflación, o apuntar a la recuperación productiva con un programa creíble, sino mantener la iniciativa a fuerza de golpes de efecto.

El envío al Congreso, acaso esta misma semana, del proyecto de ley de “servicios de comunicación audiovisual”, bien puede ser el próximo paso oficial. La idea es que la movida esté en el foco de la atención pública el máximo tiempo posible, porque alimenta la mística y porque también puede ser útil para desviar la atención de cuestiones como el presupuesto 2010, la eventual gestión de créditos externos y la aplicación, atenuada por el clima, de los tarifazos eléctricos y gasíferos que el gobierno postergó hasta el fin del invierno.

Fútbol, mentiras y video

Los extremos hasta los que el kirchnerismo está dispuesto a llevar su relato épico se insinuaron en agosto. La presidenta no se contentó con presentarse hace dos semanas como víctima siempre víctima- de un “fusilamiento mediático”. El jueves, por cadena nacional, en un escenario poblado por Diego Maradona, Julio Grondona, (el eterno “Don” de la AFA, súbitamente convertido a la causa nacional y popular) y el casi pleno de los ministros que nunca juntó en reunión de gabinete, llegó a la obscenidad de comparar el secuestro y la desaparición de personas durante la más sangrienta dictadura de la historia argentina, con el fútbol por TV codificada.

Semejante banalización de miles y miles de tragedias familiares y personales y de una gran tragedia colectiva no debería extrañar, sin embargo, si se recuerda que el matrimonio presidencial se inventó un pasado de prisiones que no habitó y luchas que no luchó, ocupado como estaba en enriquecerse mediante la rapiña de propiedades de deudores hipotecarios asfixiados.

¿Pero hasta dónde servirá el circo si siguen empeorando las condiciones de vida y las perspectivas de millones de argentinos? La presidenta debería recordar que ni la “victoria” de los muchachos de Menotti -otro héroe de estirpe lenguaraz en el Mundial de fútbol 1978, ni la del equipo de Maradona y Ramón Díaz en el Mundial juvenil de 1979, en Japón, sirvieron para enderezar los resultados de una política que amén de estar montada sobre el terrorismo de Estado- llevaba al país a la ruina.

La comparación es injusta y excesiva, pero viene a cuento de enfatizar que el frente económico y social se está deteriorando a ritmo acelerado. Ni hace falta acercarse a los núcleos de exclusión. Basta caminar la calle, o usar el transporte público, para ver las cada vez más numerosas caras de la desesperación y el desamparo.

En lo institucional, las costuras más cercanas a reventar son las provinciales. Eso, paradójicamente, hace que gobernadores y legisladores nacionales del interior sean, por ahora, presa más fácil del poder central. Obsérvese la aritmética de los más recientes éxitos legislativos oficiales, que contaron con el aporte de senadores fueguinos, neuquinos y puntanos antes lejanos a la causa K, amén de la agachada de la santafesina Roxana Latorre, que no sólo le dio al kirchnerismo la firma que necesitaba para impulsar su más caro objetivo inmediato, sino que también puso a la defensiva a Carlos Reutemann, su principal amenaza al interior del peronismo. Con un déficit primario de más de 6.000 millones de pesos y un faltante financiero cercano a los 10.000 millones, las provincias negocian con el gobierno alternativas que, más allá de las formas, inflarán la pelota de la deuda, monetizarán el faltante y -aún en plena recesión- alimentarán la inflación.

Pese a quedarse con más del 70 por ciento de los recursos fiscales del país, la situación del gobierno nacional no es mucho mejor. ¿Por qué, si no, ofrecería canjear, como anunció el viernes, deuda ajustada por la baja y mentirosa inflación “Nac & Pop” por otra sujeta a las más altas e insensibles tasas de interés de la “patria financiera”?

Ni ésa cuestión, ni la realidad sin adorno de millones de argentinos, se resuelven con discursos tilingos, cargados de falsa épica.

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