denominador común

Las caras del desaliento

Las caras del desaliento

Esta semana, dos tambos más cerraron sus puertas en nuestra provincia. Fue en San Jerónimo Norte, donde pequeños emprendimientos familiares dejaron de producir leche para pasarse a la soja.

Federico Aguer - José Zenclussen

[email protected]

José Luis Girod decidió apostar por la actividad tambera en el año 2002. En aquel entonces, el tambo constituía un desafío novedoso para explotar las 25 hectáreas que la familia poseía a las afueras del pueblo. Hoy, el establecimiento cierra sus puertas para pasarse a la soja.

Siempre ligados a la actividad comercial, en aquel contexto difícil en el país, decidieron darle para adelante, encarando los primeros ordeñes con su mujer y su hijo mayor.

“Al principio no conocíamos la actividad”, se sincera. Pero con el tiempo, fueron encariñándose de esas vacas, con quienes convivían todos los días. “La actividad del tambero es invalorable”, opina Girod. “Feriados y domingos tiene que estar ahí; es un trabajo muy sacrificado en donde uno se involucra sentimentalmente”, agrega.

Con el paso del tiempo, los Girod fueron incorporando mejores vaquillonas, pero siempre mantuvieron el promedio de 500 litros diarios con un plantel de vacas en ordeñe que oscilaba entre los 30 y los 35 animales.

Alfalfa, sorgo forrajero, rollo y silo constituían el alimento diario para esas vacas, las mismas que esta semana salen a la venta.

“Se siente una gran impotencia, porque no somos nómades que cambian de actividad con facilidad”, se lamenta Girod. “Uno siente afecto por estos animales”, por lo que el golpe es más duro. “Nos dicen que el tambo es rentable, que hay ayuda, pero nosotros estuvimos luchando contra molinos de viento en los dos últimos años”, se reprocha este comerciante, que hasta hace dos meses planificaba integrar a su producción la manufactura de quesos para cerrar el círculo. “Lo hablamos con mi mujer, y por suerte no nos largamos, porque hoy no tendríamos con qué hacer frente a una inversión de ese tipo”, dice.

Legado

Para José Luis, la experiencia en el tambo le deja muchas enseñanzas. La primera es haber aprendido el manejo de una actividad sacrificada pero gratificante. La otra es la gran solidaridad de la gente de campo. “Siempre que lo necesitamos, nos dieron una mano. Incluso la usina láctea que nos tomaba la producción siempre se comportó de la mejor manera con nosotros, pero lamentablemente los números mandan. El reclamo de la gente de campo es auténtico”, dice, en referencia al mal momento del sector.

El tambo de Girod recibió subsidios; sin embargo, los mismos no alcanzaron para salvarlo del cierre. Hace seis meses cobraban 96 centavos por litro. Hoy están en 76. Con un dólar a $ 4 la ecuación es -para él-, imposible.

La semana que viene, José Luis Girod volverá a trabajar en su almacén, volcando todas sus energías y las de su familia en los menesteres propios del oficio. En breve se pondrá en campaña para preparar el lote: las verdes chauchas de la soja reemplazarán al blanco y negro de sus queridas vacas Holando.

Pertenencia

Cecilio Perren tiene 51 años. Desde hace 27 trabaja en su tambo de 61 hectáreas, en el límite entre San Jerónimo Norte y Las Tunas. De hecho, 27 hectáreas pertenecen a Las Tunas y el resto -34- a San Jerónimo.

El hombre está vinculado al tambo desde que nació. “Desde chico trabajaba con mi viejo en el tambo, después cuando me casé seguí vinculado al tambo de mi suegro, y después con una tía de mi señora. Desde ese momento nació el cariño y la pertenencia al tambo”, evoca.

Para los Perren, éste no es el primer momento de zozobra, pero sí el último. “Pensamos que la cosa iba a cambiar, por eso seguimos tantos años apostando al tambo, pero hasta ahora a ese cambio no lo he visto”, se lamenta. Cecilio tiene cinco hijos que están trabajando en San Jerónimo Norte, porque ninguno quiere seguir ligado al tambo, ya que no le ven futuro a la actividad.

Para ellos, como para todos, en estos momentos se hace muy difícil conseguir un buen personal, “hay que hacer mucha inversión para mantener el tambo y hoy los costos no dan. Haciendo agricultura podemos tener una rentabilidad mayor a la del tambo sin tener que hacer todos los sacrificios que tiene el tambero”, se sincera.

Retroceso

“Tomé la decisión de ir cerrando paulatinamente el tambo porque no podía seguir trabajando e invirtiendo en una actividad que no es rentable. Es una lástima pero el tambo es una actividad en la que uno (y sobre todo los chicos) la corremos de atrás”, dice. A los Perren, cada vez se le suman más las obligaciones con los bancos, y en un momento “te encontrás en que no podés hacerle frente, y por eso decidís cerrar”, agrega.

Perren tiene pensado cerrar definitivamente a medida que pueda ir negociando las vacas. Hasta ahora, ya vendió la mitad. Por ahora le quedan 17 animales, con 200 litros de producción, cuando hace unos meses, antes de tomar la decisión estaban en 500/600 litros.

Para Cecilio siempre hubo situaciones malas. “Si no es el Gobierno es la industria, o el mercado. Hoy en día los sindicatos (lácteos) deberían ver que con la gran cantidad de tambos que cierran, qué va a ocurrir con los empleados”, analiza. Aunque arriesga que al gobierno le interesa mantener más a las industrias funcionando que a los tambos, y no se dan cuenta que alrededor de la actividad se genera mucha mano de obra.

“Me voy a dedicar en parte a la agricultura, pero voy a seguir con algo de ganadería, no soy partidario de volcarme 100% a la soja”, dice este hombre fornido, que cierra el tambo con 35 hectáreas de alfalfa, a las que no va a fumigar. De hecho, el hombre irá paulatinamente viendo que le conviene más. “Hay otros recursos, no sólo la soja, haré rollos para vender; este año hice una cosecha de mijo que me fue bastante bien”.

Cronograma trágico

Para Perren, los 20 centavos de subsidio son insuficientes. “Hoy tendríamos que hablar de $ 1,25 el litro de leche para que la actividad sea rentable, ya que todos los meses aumentan los insumos y sobre todo ahora en invierno los balanceados y la confección de silo que tiene un costo altísimo”, analiza. Antes de la inundación (diciembre de 2006 y marzo de 2007) ordeñaban unos 1.100 litros. “La inundación nos mató, ya en diciembre de 2006 con la primer lluvia grande nos llevó toda la alfalfa, volví a sembrar todo y en marzo de 2007 me terminó de matar, porque yo ya había consumido todas las reservas. Le dábamos rollos y 6 kilos de balanceado por vaca por día para mantenerlas en estado y en octubre de ese año tuve que vender la mitad de las vacas”, se lamenta.

Al despedirse de Campolitoral, Perren cierra la charla con una reflexión lapidaria: “Ya a esta altura de mi vida, con la edad que tengo no volvería a empezar. Volver a iniciarse desde cero es muy difícil. Tengo ofertas para alquilar las instalaciones del tambo, pero me duele porque uno tiene un respeto y cariño al establecimiento, prefiero seguir con algunos animales y algo de cosecha y poder entregarles a mis hijos un establecimiento como me lo dejaron mis padres”.


///

el dato

Estancados

La producción argentina de leche está estancada desde hace diez años. Si se cumplen las proyecciones, ahora habrá menos leche que en 1999, cuando hubo 10.300 millones de litros.

 

Hoy tendríamos que hablar de $ 1,25 el litro de leche para que la actividad sea rentable, ya que todos los meses aumentan los insumos.

 
CAMPO8-9G.JPG

Entre San Jerónimo y Las Tunas. Cecilio Perren dejará la actividad tambera tras 27 años de trabajo.

foto: josé zenclussen

CAMPO8-9I.JPG

Una constante. José Luis Girod decidió cerar su tambo, como muchos productores, por la falta de rentabilidad que atraviesa el sector.

foto: josé zenclussen

///

en relación

El secretario de Agricultura de la Nación, Carlos Cheppi, manifestó “No tener evidencia de la caída catastrófica de los tambos”. También señaló: “No ha bajado la producción de leche, a pesar de la sequía”. Según AACREA, desde 2002 a 2008 dejaron de existir un tambo y medio por día. El número total cayó de 15.000 a 11.800 establecimientos. Según la Mesa de Enlace, desde 2003 ya no funcionan 5.000 tambos. Hace diez años había en el país un total de 18.096 establecimientos. El gobierno tiene datos de una encuesta que elabora la industria con consultas a las quince usinas más grandes, que concentran el 65% de la leche. Según ese relevamiento, entre enero y mayo pasado, la entrega diaria por tambos a las usinas subió un 3 por ciento. Paradójicamente, ese estudio dio para el mismo lapso más tambos (3,2%).

CAMPO8-9F.JPG

“Se siente una gran impotencia, porque no somos nómades que cambian de actividad con facilidad, Uno siente afecto por estos animales”

josé luis girod Productor agropecuario de San Jerónimo Norte.

Según el cristal

CAMPO8-9C.JPG

“Tomé la decisión de ir cerrando paulatinamente el tambo porque no podía seguir trabajando en una actividad que no es rentable”

cecilio perren

Productor agropecuario de San Jerónimo Norte y Las Tunas.