editorial

Sorpresa política en el Japón

Sorprendió a los observadores que el ignoto Partido Democrático de Japón ganara las elecciones y pusiera punto final a la hegemonía de décadas del tradicional Partido Liberal Democrático. La victoria electoral colocó en un primer plano a la figura de su flamante líder Yukio Hatoyama, un multimillonario heredero de una prestigiada dinastía política.

El triunfo de Hatoyama no sólo produjo estupor, también disparó inevitables asociaciones políticas. A varios periodistas se les ocurrió calificarlo como el “Obama japonés” y no faltó quien lo comparara con Kennedy. Las asociaciones, en todo caso, más que expresar una verdad histórica manifiestan un deseo o una percepción acerca de un dirigente que para muchos es todavía una incógnita.

Los analistas políticos aún no se han puesto de acuerdo para explicar los motivos de la abrumadora derrota del partido que, prácticamente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, ha dirigido los destinos de Japón, transformándolo en una de las economías más vigorosas del mundo. La teoría del agotamiento después de años de poder, los renovados episodios de corrupción que comprometieron a varios de sus dirigentes, son apenas aproximaciones a una interpretación. Pero así y todo, por el momento nadie se explica cómo fue posible que una poderosa y aceitada maquinaria electoral cayera sin pena ni gloria.

Japón es una de las economías desarrolladas del mundo, pero ello no lo ha salvado de sucesivas crisis. A los problemas financieros de los últimos años, se ha sumado el conflicto con sus cajas de jubilaciones, que movilizó la protesta de cientos de miles de personas. Japón es un país con una población que envejece aceleradamente sin que disponga como sustituto de los contingentes inmigratorios que llegan a Europa o Estados Unidos.

La expectativa de vida es una de las más altas del mundo y su crecimiento poblacional es comparativamente bajo, por lo que las cajas están al borde del colapso. Según estudios confiables, dentro de 40 años la población de Japón -que hoy suma unos 128 millones de personas- descenderá a 100 millones.

La crisis está planteada y no es muy diferente de la que afecta a las economías del primer mundo, pero ello no es consuelo. Lo curioso es que Hatoyama ganó las elecciones prometiendo, entre otras cosas, que iba a dar una respuesta positiva a este tema. No obstante, como suele suceder con las grandes promesas electorales, no ha explicado cómo va a solucionar esta crisis estructural.

Por último, existen serias dudas acerca de la disponibilidad de equipos técnicos en el partido ganador, un elenco capaz de hacerse cargo de una economía compleja en una coyuntura inestable. Está claro que la derrota del partido tradicional en Japón ha sido un síntoma de la crisis política en la que está sumergido el país. Sin embargo, esto no quiere decir que la resolución de la crisis vaya a ser favorable, o que el Partido Liberal Democrático haya quedado al margen del juego del poder.