La Dirección reconoce que hay veces que se le escapa el control y los internados se van del nosocomio

Mira y López, un hospital de puertas abiertas que conducen al peligro

Es el único efector público en materia de salud mental que hay en la ciudad. Es de puertas abiertas, lo cual no significa que los pacientes internados puedan salir y deambular libremente por las calles.

Mira y López, un hospital de puertas abiertas que conducen al peligro

En el cerco perimetral del psiquiátrico, que en varios sectores se encuentra en pésimas condiciones, habitualmente se pueden observar pacientes pidiendo monedas.

Foto: Néstor Gallegos

Mónica Ritacca

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María Susana Díaz y Dolly Patricia Farías no se conocieron. La primera, de 50 años y habitante de Sunchales, falleció el 12 de mayo de 2008. La segunda, de 44 y oriunda de Laguna Paiva, el 3 de julio del mismo año. Sin embargo, a las dos mujeres las une el mismo trágico final: murieron atropelladas cuando pretendían cruzar la avenida Blas Parera al 8400. También compartieron el motivo por el cual se encontraban en nuestra ciudad: eran pacientes del hospital psiquiátrico de puertas abiertas Mira y López, ubicado en la misma cuadra donde se encontraron con la muerte.

El 29 de junio pasado, fue noticia una violación ocurrida en el interior del Mira y López donde se vieron involucrados dos pacientes hombres retrasados mentales, uno de ellos alojado por haber cometido el delito de violación simple y ser declarado inimputable por presentar trastornos psiquiátricos. A lo dramático de la situación, hay que sumarle que este último, que fue quien cometió el ataque sexual hacia otro paciente, había deambulado con anterioridad más de 48 horas por las calles de la ciudad hasta que decidió regresar al hospital.

En una primera recorrida por el nosocomio, El Litoral observó cómo un paciente agarrado al cerco perimetral pedía monedas a todas las personas que veía pasar caminando o viajando adentro de autos y colectivos.

En un lenguaje poco claro, refirió que el dinero era para comprar yerba y azúcar en el almacén de la vereda de enfrente. Consultado sobre cómo consigue salir del lugar donde se encuentra internado, sobre todo ante el peligro que significa la avenida Blas Parera, contestó: “Me dan permiso en la guardia”. En los cinco minutos que duró la conversación, también indicó que no tiene familia y está alojado “hace 2 años por ebriedad”.

76 internados

Silvia González es la directora del hospital Mira y López desde enero de 2006, antes de que se reglamentara la Ley de Salud Mental de la provincia. (Ver aparte)

En principio, aclaró que “salud mental es un concepto cargado de mucha ideología, por lo tanto está impregnado de cuestiones culturales”.

Dos salas de internación, una de hombres y otra de mujeres, tiene el hospital para alojar personas con padecimientos mentales. Cada una dispone de una capacidad para 37 personas, y actualmente sólo quedan 4 camas disponibles en la de mujeres.

“La mayoría son pacientes crónicos, que están acá desde hace años porque no tienen familia o vinieron desde niños. Tenemos un alto porcentaje de pacientes judiciales, lo que no significa que hayan cometido un delito sino que están por intervención de un juez de familia que lo derivó al hospital como una medida de protección de personas. También pacientes inimputables que sí cometieron algún delito pero que de todas maneras no están presos sino que son tan pacientes como los demás”, señaló Silvia González al ser consultada sobre las características de los internados.

“A veces se nos pasa”

La Ley de Salud Mental Nº 10.772/91 hace referencia a las salidas terapéuticas de los internados en el artículo 15 pero en ningún caso permite salidas individuales sin autorización. Sin embargo, tal situación ocurre y es reconocida por la directora del hospital en una entrevista que concedió a El Litoral.

—¿Qué significa que éste sea un hospital de puertas abiertas?

—El concepto tiene que ver con generar las menores medidas restrictivas de la libertad de las personas. Eso no quiere decir que el paciente se pueda ir y a nadie le importe. Que un paciente se vaya de la institución sin estar recuperado constituye una falta, una dificultad a trabajar con el equipo de profesionales.

Las puertas abiertas tienen que ver con establecer tratamientos que restrinjan en la menor manera posible el encierro de la gente. Fue una movida cultural que se dio en algún momento, porque antes los tratamientos psiquiátricos tenían que ver con una crueldad compleja: boxes de aislamiento, pacientes atados, electroshock... concepciones de época que demostraron su ineficacia y dieron origen al concepto del open door en contra de esas prácticas.

—Sin embargo, en ese “generar las menores medidas restrictivas de la libertad de las personas” muchos pacientes salen del hospital como si nada y corren peligro. Hay antecedentes de pacientes que murieron atropelladas en Blas Parera.

—Siempre digo que si alguien cruza avenida Freyre o López y Planes saliendo del Cullen o del Iturraspe, el titular del diario nunca va a ser: “Paciente del hospital Iturraspe fue atropellado en la calle”. Los hospitales psiquiátricos provocan una sensibilidad social y cultural bastante interesante.

Ésta es una avenida peligrosa para vos, para mí, para el fotógrafo, para cualquiera. Hubo gente que al salir del hospital fue arrollada por los autos, pero sólo un caso fue una paciente internada.

Controlar quién entra y quién sale del hospital es difícil porque no tenemos derecho de admisión. Cuando los pacientes se están yendo o están en la calle sin tener el alta, el personal de la guardia o la vigilancia nos avisan y vamos a buscarlos.

Hay otras circunstancias que se nos escapan del control. A veces suele pasar, sobre todo por la mañana cuando en el hospital hay mucho movimiento, los pacientes salen al patio y deciden irse. Hay veces que realmente se nos pasa. Pero sucede en este hospital como en todos los psiquiátricos del mundo. Por eso, las instituciones privadas tienen sus puertas permanentemente cerradas con llave y con candados y tenés que atravesar varias para poder llegar a los pacientes.

—Teniendo en cuenta esas “circunstancias”, ¿no cree que se deberían extremar las medidas de control en los ingresos?

—En 2007 se presentó un proyecto para un nuevo cerco perimetral y una cabina de vigilancia de ingreso que debe aprobar el Ministerio de Salud. Yo creo que el hospital necesita un control distinto, un sistema distinto, pero para proteger a los que estamos acá adentro.

La cuestión no es cerrar las puertas o generar un control para que los que están adentro no salgan. Ése no es mi concepto. Mi idea es al revés: un hospital que pueda tener una vigilancia lo suficientemente eficaz para también controlar lo que ingresa desde afuera al interior del hospital.

—¿Pero no le preocupa que los pacientes salgan a la calle, por la seguridad de ellos mismos?

—Distingamos. Una cosa es un paciente retrasado mental, que no está en condiciones de distinguir cómo cruzar la calle, y otra cosa son los pacientes que tienen cierta lucidez.

—Usted lo que quiere decir es que una persona con serios problemas mentales difícilmente se vaya del hospital porque la persona que está en la puerta lo frenaría.

—Sí. En algún momento hubo un pedido de uniformar a los pacientes del hospital para distinguir si se van a la calle. La verdad es que eso me parece terrible. Hay muchos pacientes crónicos que son acompañados hasta el kiosco por el personal, o que le piden a las enfermeras que le compren lo que precisan. También quienes se toman un colectivo, se compran sus cosas y vuelven. Cobran una pensión y están en plenísimo derecho de hacerlo. El paciente que no es judicial no necesita autorización de nadie para salir, obviamente tiene que avisar en la sala que se va para que no lo andemos buscando. Hay salidas terapéuticas también.

Me parece que hay muchos prejuicios culturales con relación a que alguien en sufrimiento mental o que en algún momento tuvo una crisis sea incapaz de muchas cosas. Y no es así.

—Si tienen cierta autonomía ¿es el hospital el mejor lugar para que estén?

—La ley y su reglamentación prevén las casas de medio camino para el alojamiento de pacientes crónicos. En la ciudad hay una. Hemos tenido reuniones con los coordinadores del Nodo, con la gente de Derechos Humanos, con Vivienda, con Desarrollo Social y con la Dirección de Salud Mental para pensar juntos en ciertos bienes inmobiliarios del Estado y abrir más casas de medio camino y darle al hospital Mira y López la impronta de un centro de referencia respecto de la crisis y lo agudo en salud mental.

El 100 % de los pacientes crónicos está compensado, pero está acá porque no tiene dónde ir. Ellos pueden ir al centro y volver tranquilamente. Es una cuestión cultural creer que el que está acá adentro no puede salir. Y la gente lo primero que dice es que no se los cuida.

La locura genera miedo, genera idea de peligrosidad frente a alguien que se comporta de una manera que desconocemos. No hay posibilidad de alivio del sufrimiento mental sino hay inclusión.

Puertas a la muerte

Evidentemente, las muertes de María Susana Díaz y Dolli Patricia Farías no fueron casuales. Para ambas mujeres, las puertas abiertas significaron el camino a la muerte porque nadie advirtió su salida.

Muchos son los interrogantes en torno al concepto de puertas abiertas, entre ellos cómo pudo haber pasado que el paciente inimputable que violó a otro haya estado deambulando por la ciudad durante 48 horas si estaba a disposición de la Justicia o que los pacientes salgan de la institución fuera del marco de las salidas terapéuticas que establece la ley sin autorización. Estos interrogantes, bajo ningún punto de vista, sugieren el regreso de las lógicas manicomiales pero sí que en la actualidad, como están planteadas desde la práctica, las puertas abiertas pueden conducir a la muerte.

Artículos de la Ley

La Ley Provincial de Salud Mental es la 10.772. Fue aprobada en noviembre de 1991 y reglamentada en septiembre de 2007. Entre los puntos más relevantes, se destacan:

Artículo 3. Requisitos de internación. Sólo se permitirá la internación en establecimientos de salud mental públicos o privados bajo los siguientes requisitos: a) que el propósito no sea otro que el tratamiento de la persona que padeciera sufrimientos por o en su salud mental; b) que las circunstancias del caso no permitan el uso de otra alternativa menos restrictiva de la libertad; c) que el establecimiento donde tenga lugar la internación disponga y brinde un programa de tratamiento adecuado; d) que esté orientada a la recuperación de la salud del internado y a su egreso en el tiempo más breve posible; e) que sea solicitada o dispuesta por las personas previstas en el artículo 4 de esta ley y en las condiciones fijadas en cada caso.

Artículo 15. Salidas terapéuticas. El director del establecimiento podrá aconsejar y disponer, con los recaudos que considere debidos, los paseos o salidas terapéuticas que se estimen necesarios para el tratamiento. En caso de tratarse de internados a disposición judicial deberá comunicarse por escrito lo dispuesto, dentro de las 24 horas de producidas. Podrá también disponer los traslados que fueran urgentes, comunicándose de igual forma. Decreto reglamentario: El director del establecimiento podrá delegar en los equipos interdisciplinarios la facultad de autorizar paseos y salidas terapéuticas.

Artículo 16. Egreso de los internados. Decreto reglamentario: Las internaciones no excederán de noventa días, a cuyo término deberá disponerse el alta del paciente. En caso de que el equipo evalúe que esto no es conveniente, podrá disponer la continuidad de la internación por intervalos que no excedan los noventa días, para lo cual deberá producir un informe debidamente fundado que se agregará a la historia clínica. El director deberá disponer y controlar que los equipos interdisciplinarios cumplimenten los recaudos que establece este artículo.

 

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“Hay muchos pacientes que son acompañados hasta el kiosco por el personal. También quienes se toman un colectivo, se compran sus cosas y vuelven”.

Silvia González,

directora del Hospital Mira y López.

Quiénes eran Susana y Dolly

Tras varias averiguaciones, El Litoral logró contactarse con familiares de las dos mujeres que murieron atropelladas en la avenida Blas Parera y eran pacientes del hospital Mira y López.

La hija de María Susana Díaz señaló que nunca supieron con exactitud qué fue lo que pasó el 12 de mayo del año pasado pero sí que la muerte de su mamá fue dos días después de que la llevaran al Mira y López para internarla.

“La llevamos un sábado y el lunes a la madrugada nos llamaron de la policía para avisarnos que a mi mamá la había atropellado un auto y había muerto. Supuestamente, se había escapado el domingo a la tarde del hospital y a la madrugada la arrolló un auto en Blas Parera. Hay una causa judicial por esto”, relató la hija de María Susana. Y agregó: “Según nos habían dicho iba a estar internada 15 ó 20 días, para compensarla de las consecuencias de su adicción al alcohol, y que después iba a poder volver a Sunchales. No era la primera vez que la internábamos ahí, pero la última fue fatal. Nunca pudimos hablar con nadie del hospital, porque nunca nadie dio la cara”.

Dolly Patricia Farías, a diferencia de María Susana Díaz, llevaba años internada en el hospital psiquiátrico de nuestra ciudad. Consultado por El Litoral, un familiar suyo de Laguna Paiva señaló: “No sabemos cómo sucedieron las cosas. Lo único que nos informaron fue que el accidente ocurrido en julio de 2008 se produjo enfrente del hospital. Lo que pasó, ya sea por culpa de ella o por culpa del personal del psiquiátrico, nos causó dolor y tristeza. De todas maneras, le estamos agradecidos al hospital porque ése fue su lugar durante años. Yo sé de los problemas mentales que tenía Dolly y ahora, por lo menos, sé que está descansando”.

 

/// análisis

“Fui yo el que planteó las puertas abiertas”

Por Juan Carlos Liotta (*)

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En la década del ‘80, en la primera etapa de la democracia, fui director de Salud Mental de la provincia. Durante un año estuve a cargo de la dirección del hospital Mira y López. Por entonces, fui yo quien hizo el planteo de la política de puertas abiertas.

En aquella época, los pacientes eran alojados en boxes, o sea lugares de contención y de seguridad, que no se justificaban mantener porque había otras herramientas para que los pacientes no sufrieran el aislamiento y la exclusión y se los pudiera mantener en una sala o habitación con farmacología adecuada.

Fue en ese marco, ante la llegada de nuevas moléculas psicofarmacológicas que ayudaban mucho en los tratamientos, que se empezaron a desarmar los muros internos, es decir los boxes, y empezó a haber una circulación interna a través de la cual hombres y mujeres podían encontrarse, verse.

Siempre bajo la tutoría de personal idóneo, comenzaron a organizarse encuentros recreativos, bailecitos... Por supuesto que eso fue todo un proceso: por parte del personal que no estaba acostumbrado a trabajar en esa línea y debía tener una predisposición especial porque ya no era cosa de medicar mucho y encerrar, y también por parte de los pacientes.

En la época en que fui director de Salud Mental y director a cargo del Mira y López, las puertas del hospital hacia afuera no se abrieron nunca. Fueron siempre controladas.

Cuando uno saca al paciente a la calle -lo que tiene que ver con la restauración y la resociabilización de la salud mental y el rompimiento del paradigma de exclusión y el trabajo por la inclusión del paciente-, debe acompañarlo con otros pasos. Son personas que están en un estado de poca o de mucha indefensión, aun compensadas. Por lo tanto es responsabilidad del médico y de la autoridad del hospital cuidarlo, protegerlo, supervisarlo.

Posteriormente a mi gestión, las puertas se abrieron y empezaron a haber accidentes y muertes, puesto que los pacientes empezaron a salir a un mundo desconocido, muchas veces sobremedicados. Los registros al respecto sobran. Un detalle no menor fue que al mismo tiempo que se abrieron las puertas también se abrieron las clínicas privadas.

Un hospital de puertas abiertas pretende la inclusión progresiva en la sociedad de un paciente psiquiátrico que ha tenido la necesidad de ser internado. De ninguna manera y bajo ningún concepto las puertas abiertas significan que un paciente pueda tomarse un colectivo y dirigirse al centro. Eso es abandono de persona. Además, internación en psiquiatría es muy claro: se interna a un paciente cuando hay riesgo de autoagresión o agresión hacia los demás.

Con las herramientas terapéuticas que tenemos, me refiero a la abundancia de agentes de salud y a la psicofarmacología moderna, el período de internación debería reducirse, y los costos ni hablar. Treinta días de internación ya es muchísimo. De un cuadro agudo se puede salir en 12 días. Si a esa persona nosotros la tenemos internada un mes la estamos perjudicando.

Por otro lado, las adicciones son secundarias ya que siempre hay una patología psiquiátrica de base: o hay una psicosis o hay un proceso depresivo.

(*) Médico psiquiatra, presidente de la Asociación de Psiquiatras de Santa Fe y miembro de la comisión directiva de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.