Señal de ajuste

El mundo en problemas

Roberto Maurer

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Mientras, hoy, en los programas chimenteros se nos habla todo el tiempo de erecciones, hubo una época en que el vocablo tuvo un uso televisivo más inocente y aplicado a otro apéndice del cuerpo, aunque su importancia era igualmente decisiva para la continuidad del género humano. En “Los invasores”, la erección del meñique delataba al enemigo extraterrestre: ese dedo tieso los identificaba, y era producto de una falla original del molde conque habían sido construidas nuestras réplicas. Había otros métodos para descubrir al alien, como la falta de pulso y la ausencia de corazón, pero su verificación demandaba una operación menos accesible.

En “Los invasores”, se respiraba una hostilidad absoluta, ya que cualquiera podía pertenecer a esa raza extraterrestre con envase humano que nos amenazaba con la destrucción o la esclavitud, podía ser un párroco, el policía de la esquina, un cartero, nuestro propio cuñado o un peronista. Cuando se estrenó en Estados Unidos en enero de 1967, la serie reflejó los interrogantes connaturales a la carrera espacial acerca de la posibilidad de vida en otros planetas, y la amenaza roja de la Guerra Fría. Se estaba ante un consanguíneo de la fuga interminable de “El fugitivo” cruzado con el “Invasion of the body snatchers”, que Don Siegel había rodado diez años antes.

Sin saberlo, sus creadores estaban echando bases a futuras ficciones alentadas por paranoias conspirativas, como “Los expedientes X”.

VINIERON CARAS EXTRAÑAS

La voz tenebrosa de un locutor comunica la llegada de “seres extraños de un planeta que se extingue. Destino: la Tierra. Su misión: adueñarse de ella”. Aquella escalofriante presentación insignia puede ser escuchada nuevamente en TCM, la pantalla retro, que repuso “Los invasores”, de la cual ya se vieron los dos primeros episodios donde, luego de la aparición de los visitantes, se consuma un pequeño triunfo de la humanidad. “Para los invasores, es una prueba de que la raza humana no será fácilmente esclavizada: la primera cabecera de playa ha sido destruida”, cierra el locutor con dramático exitismo.

Así recomenzó la épica solitaria del arquitecto David Vincent (el unidimensional actor Roy Thinnes) quien, una noche, buscando un atajo en un paraje rural, es el único testigo del descenso de un plato volador. Son alienígenas que aterrizan en el planeta para colonizarlo, ya que el suyo está desapareciendo. Su modus operandi consiste en adoptar la forma humana, salvo en detalles como el ya citado meñique erecto. La policía no le cree y desde ese momento el protagonista tropieza con su mayor enemigo: la incredulidad del género humano. Y en su lucha se debatirá entre el manicomio adonde sus hermanos extraterrestres quieren enviarlo, o el lavado de cerebro al cual los extraterrestres someten a los humanos.

Otra característica de la serie descansa en que su concepto fantástico se resuelve con realismo, o sea sin seres con tentáculos. Esa idea de que alrededor nuestro pueden existir personas bien vestidas que quieren destruirnos y apropiarse de nuestra casa, seguramente fue la que produjo el efecto aterrador en el público de la época. Y una particularidad más insignificante también contribuyó a definirla, la referida al financiamiento de las andanzas de ese arquitecto que viajaba por todo Estados Unidos. ¿Quién pagaba sus facturas?, empezó a preguntarse el público. Al parecer, la presión social determinó que se hiciera un capítulo donde el protagonista apareció trabajando frente a un tablero de dibujo, mientras el narrador afirmaba que “un hombre debe ganarse el pan de cada día”, a pesar de que la salvación de la humanidad bien valía una beca o una pasantía.

LA INTERNA EXTRATERRESTRE

Los estudiosos recuerdan una interna de los extraterrestres, ya que una facción proponía la coexistencia pacífica con el género humano, otra buscaba su esclavización y la peor quería su destrucción total. En los últimos episodios, algunos alienígenas consideraron que la invasión había sido un error y que había que buscar otro sitio, tal vez porque la “pesadilla” de la cual se habla en la serie era la propia raza humana, ya no la visita.

Desde el campo de la ciencia ficción surgieron detractores que afirmaron que la serie significaba un retroceso en las aspiraciones del género en cuanto a convertirse en un “arte serio”, en una polémica que, a la distancia, es tan ingenua como la serie misma.

El mundo en problemas

“Los invasores” volvió a la pantalla chica. Se exhibe en la señal TCM, la pantalla retro.

Foto: Gentileza TCM