al margen de la crónica
Una extraña sensación
¿Alguien probó hacer todo, cualquier quehacer cotidiano, con el brazo menos hábil? ¡Es un fastidio! En este caso, la zurda.
Desde sacarse una remera (siempre hablando de una sola mano), hasta cepillarse los dientes y ¡ni hablar! de comer. Cuesta horrores, incomoda, molesta a los demás.
La gran mayoría de las personas somos diestros, es decir que todo se limita a los alcances de nuestra derecha. Pero cuando una emergencia se presenta, sin ser una cuestión de por vida, sólo un imprevisto, ahí se advierten las falencias de ese brazo extraño, que está pero no se usa, que al caminar se mueve pero que sólo está automatizado para las funciones más precarias.
¿Por qué no usar un poco más la izquierda? No da la sensación de que a los zurdos les costara tanto utilizar el brazo derecho, como si sus gestos fueran más normales. Pero los diestros... un desastre.
Al tener la derecha imposibilitada, un diestro puede darse cuenta de que ponerse cualquier prenda resulta un acto sufrido, y hasta empieza a usar más camisas que nunca para evitar el paso por el cuello, la zona que más problemas genera en todo ese trajín.
Atarse los cordones, cortar la carne, batir el café, tender la cama, ¡todo sale mal! ¿Y bañarse con una mano?, sin palabras... Una práctica saludable sería brindarle algo más de protagonismo al brazo menos hábil, a ese “bobo” que parece molestar hasta para dormir, pero que en algún momento lo vamos a necesitar.
La idea es darle la derecha a la izquierda (siempre pensando en un diestro, claro), otorgarle más confianza; cortar, cocinar, lavar, hacer fuerza un poco más —y mejor— con la mano que menos sabe.
Lógicamente que hay un brazo dominante, que tiene la orden permanente de moverse por sus propios medios cualquiera sea la actividad. Tampoco se puede sustituir esa mano al escribir o al practicar un deporte, pero el mensaje es otro: que haya más participación del brazo “rústico” en las pequeñas cosas diarias, que la izquierda (como en este caso) no sea una extraña sensación.
