Lejos de Casa
Lejos de Casa
De Vecinal del Tránsito a Münich
Llegás a un país desconocido. No conocés el idioma, ni el lugar, ni la gente. Estás vos con tu mochila, parado en el medio de un aeropuerto, observando personas que van y vienen para todos lados. Buscás carteles. Querés ir para algún lugar pero por un segundo el miedo escénico te deja inmóvil. La adrenalina te recorre el cuerpo al pararte frente a la puerta de cara a un mundo nuevo donde no sabés qué te va a tocar. Suspirás, juntás valor y cruzás la puerta. Bienvenido a la vida del trotamundos.

Postales de Alemania. Ignacio y Rocío, dos santafesinos que se fueron al exterior para buscar un futuro mejor.
Rocío Soledad Valverde es una santafesina que decidió vivir “trotando el mundo”. A mediados del 2004, con apenas 18 años, dejó su ciudad natal y se fue a vivir a Alemania. Hoy, ya radicada en Munich, vive con Ignacio Chiani (esposo) y Sofía Nadine Chiani (hija) y nos cuenta su historia “Lejos de Casa”.
La experiencia, aquella fuente de conocimiento que en su momento intentaron explicar los filósofos griegos, es una de las formas de aprendizaje más básicas en la vida del hombre. La necesidad de buscar cosas nuevas es innata en algunas personas, por eso es comprensible que ellas quieran vivir solamente de la experiencia, alimentar sus días con aventuras, con cosas por descubrir y conocer.
La llegada
Rocío (conocida también como “La Flaca”) ya sabía cuál era su destino. Partió seis meses después de terminar la escuela secundaria. “La situación en Argentina no estaba del todo bien, y tuve la posibilidad de viajar a Alemania como au-pair durante un año, esto significa vivir con una familia alemana, y cuidar los niños de la casa. Durante este tiempo pretendía estudiar el idioma y conocer las costumbres y cultura del país”.
Cegada por el asombro de arribar a un país primermundista, remarca constantemente la increíble experiencia: “No me daban los ojos para ver todo. Las construcciones inmensas, el orden, el cuidado, la limpieza, los autos, el respeto hacia los peatones, todo me parecía enorme y hermoso. Era la primera vez que salía de mi país y ya desde arriba del avión notaba la diferencia entre Argentina y Alemania”.
Cuando alguien se va a vivir a una nación donde el idioma que se habla no es el castellano, ya tiene un punto en contra para afianzarse en el lugar. “Al principio me parecía gracioso, divertido, y desesperante a la vez, al no poder expresarme como yo quería y que la gente entienda la mitad de lo que quería decir. El idioma me costó mucho. No es para nada fácil. Hay que ponerle ganas porque uno puede pasarse la vida entera viviendo acá y no lo aprendés nunca. La vida en Alemania no es como allá, las costumbres son diferentes, las personas tienen otra crianza otro carácter, todo es diferente. En Argentina, desde que te subís a un colectivo, o vas a un kiosco a comprar unas masitas, para todo necesitás hablar; la gente se saluda, los vecinos te charlan, acá no. Así y todo uno ve la tele o escucha la radio y cuanto menos te das cuenta lo estás hablando”.
Lo que no entra en la valija
Salir del país es sinónimo de desafíos. Las costumbres arraigadas, la educación recibida, las rutinas “argentas” y todas las formas que nos constituyen en verdaderos argentinos son modificadas en todos los flancos. Las comidas, la forma de vestirse, los horarios de descanso, las relaciones sociales, sufren algún tipo de retoque. En el caso de “La Flaca”, ella cuenta que “en Alemania te podés encontrar con cualquier cosa, gente simpática, amable, amargados y locos. Nadie se mete con nadie. No molestan, te respetan mucho y ¡cada cual vive en su mundo! Durante los cinco años que llevo viviendo acá, nunca crucé palabras con un vecino. ¡¡¡Son muy educados!!! Como extranjera acá me sentí muy cómoda, nunca sentí desprecio ni se me rieron, al contrario, te enseñan, corrigen y tienen mucha paciencia. Siempre me pongo a pensar ¿qué sería de un alemán en Argentina? A lo mejor no serán tan alegres ni divertidos como los argentinos, pero hay que reconocer que tienen lo suyo también”.
Por eso cuando tiene que contar qué es lo que más extraña recuerda en primera instancia “las reuniones con la familia y amigos”. Y explica sobre este punto: “Estando lejos puedo decir que extraño todo: el trato de la gente, las comidas, y por sobre todo el Sol. El clima es fundamental para cuando uno está solo. Los días nublados y grises me ponen un poco más melancólica”.
La recompensa
Si existiese un denominador común de aquellos que cuentan las vivencias lejos de su tierra, serían las palabras que definen lo valiosas que resultaron ser. “A mí en lo personal me sirvió un montón. Uno crece a pasos agigantados, aprendés a valorar hasta lo más mínimo y te das cuenta de que hay otras maneras de vivir muy diferentes a las que uno está acostumbrado. Yo apoyo mucho a la gente que toma la decisión de irse del país de uno, siempre y cuando sea para mejorar. ¡Pero ojo! Que no es todo color de rosas. Estar lejos de lo que uno más quiere no es para nada fácil. Igual, lo recomiendo; la experiencia me valió muchísimo y no hay que dudar en hacerlo”.

Nacho y Sofía en Bélgica.

Ignacio, Rocío y la pequeña Sofía con sólo algunos meses de vida.

“La Flaca” en el Mundial de Alemania 2006.
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Una de las más actuales, madre e hija en Bélgica.