En San Eugenio, departamento San Jerónimo

“La Yunta” más original de la región

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Chalchalero. El ejemplar, que exhibe su propietario, tiene 2 años y fue incorporado al Centro Genético del Litoral.

Foto: Juan Manuel Fernández

Orlando Aiassa y sus hijas, María Julia y María Virginia, desarrollaron en un mismo campo una cabaña Polled Hereford y un tambo ovino. Mientras la genética de la raza británica empieza a ganar fama, participan del proyecto quesero de la UNL.

 

Juan Manuel Fernández

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Combinar la cría de reproductores Polled Hereford con el ordeñe de ovejas puede parecer una fórmula complicada. Sin embargo a eso apostaron Orlando Aiassa y sus hijas, María Julia y María Virginia, hace pocos años en San Eugenio, a unos kilómetros de la ciudad de Gálvez. Y no les va mal: el tambo crece aunque todavía no es del todo rentable, mientras expanden su genética británica en el mercado, ya sea a través de toros o semen congelado.

“La Yunta” es una empresa familiar que ocupa 214 hectáreas de las cuales hoy se destinan unas 20 al tambo ovino, alrededor de 80 a agricultura y el resto a la joven cabaña que en sólo 4 años ya participa en el calendario de exposiciones de la raza.

Oportunidad y gusto

La apuesta arrancó en 2005 cuando la familia Aiassa decidió aprovechar la liquidación por cierre de la Cabaña “La Legua”, establecimiento con amplia trayectoria en la cría de Hereford. Allí compraron un plantel de madres puras de pedigree (PP) que inmediatamente cruzaron con lo más destacado de la raza en el país. “Empezamos a hacer inseminación con toros de buen nivel y hoy ya estamos haciendo transplante embrionario”, comentó Orlando, y agregó que “esa es la etapa que sigue: la venta de semen y de embriones”. Mientras tanto, preparan nuevos productos con semen de grandes padres de la raza que ya no existen en el país.

Si bien los dos emprendimientos que coexisten en el establecimiento no están pensados para complementarse, hacen algún aprovechamiento conjunto de los recursos. Como se usan boyeros para rotar el pastoreo, a lo sumo “después de los animales (vacunos) pasan las ovejas; pero se trabaja todo separado”, aclara Orlando, quien heredó de su padre el gusto por la ganadería.

No obstante la mayor atención de los ganaderos en los últimos años parece concentrarse en las razas sintéticas (Brangus y Braford, sobre todo), Aiassa se inclinó por esta británica porque “se adapta perfectamente” a la zona. El cabañero considera, además, que el Hereford “seguirá siendo uno de los puntales ganaderos del país”. Entre otras virtudes, se destaca la mansedumbre y la precocidad de crecimiento. Además, muchos productores ya se excedieron en la incorporación de sangre cebú y empiezan a plantearse la necesidad de bajar el nivel índico y para eso el Hereford resultaría muy apropiado.

Joven con pergaminos

“La Yunta” comercializa su genética en unos 100 kilómetros a la redonda (“a pesar de la soja que nos invade”, dice tu propietario) y se orienta sobre todo a los planteles de cría que ocupan las zonas bajas. “La idea es avanzar un poco más hacia el norte, que es para donde se extiende la ganadería”, confirmó Aiassa.

Pese a su corta existencia, la cabaña ya participó en las ediciones 2008 y 2009 de Palermo y en algunas exposiciones regionales. El próximo paso es debutar en la exposición nacional Hereford que se realizará a fines de octubre en San Luis.

Además de buscar calidad de carne y velocidad de crecimiento, Aiassa manifestó: “estamos tratando de hacer un tipo de animal moderado, con un frame intermedio que se adapte para la zona y para el norte; especialmente con buena pigmentación, sobre todo en los ojos, porque hoy se está buscando mucho”. Esta demanda de “anteojeras” seguramente está relacionada con el crecimiento del rodeo Braford, raza de la que el Hereford es padre.

En La Yunta hacen proyecciones para agrandar el plantel e incrementar la venta de semen y, próximamente, también la de embriones. Actualmente el fuerte es la comercialización de toros, que promedia unos 30 ejemplares al año.

Asociados a la Escuela

El tambo ovino es un microemprendimiento que surgió con la invitación de la UNL a participar de su proyecto de producción de quesos de oveja en la Escuela Granja de Esperanza. El arreglo es que la fábrica les paga un porcentaje sobre la cantidad de queso que rinde su leche a medida que se vende la producción; pero últimamente hay problemas en la comercialización que complican el retorno económico.

De todos modos, el productor ratifica que “es un rubro al que le vemos futuro; no hay un mercado abastecido, hay mucho por hacer sobre todo en cuanto a comercialización”.

Por sus dimensiones, tanto la inversión como el manejo es mucho más simple que en un tambo bovino. “Nosotros lo podemos complementar con la otra actividad porque el ordeñe es estacionado 6 meses al año; entonces va un poco a contraestación con las épocas de mayor actividad de la cabaña”, detalló Aiassa.

Actualmente el plantel está formado por casi 100 madres, de las cuales se ordeñan 50. Las principales ventajas radican en la docilidad de la majada, que simplifican el manejo, y el menor espacio que requieren las ovejas (se puede llegar a una carga de 20 animales por hectárea). La alimentación se basa en pastoreo, silo de maíz y balanceado durante el ordeñe, con lo que logran una productividad de 1 a 1.2 litros por animal al día. “Tiene poca producción pero un mayor precio final el queso”, advirtió Aiassa.

Por su composición grasosa la leche ovina puede congelarse y esto facilita la logística del emprendimiento. El escaso volumen ordeñado haría muy difícil enviar la producción a la fábrica todos los días, razón por la cual se congela durante una semana y luego se traslada a la planta de la Escuela Granja de Esperanza.

En cuanto al aprovechamiento de la carne, las hembras se preservan para agrandar el plantel y se envían a faena los machos, excepto los hijos de padres de pedigree que se venden para reproductores.

En cambio la lana no tiene buena salida. “Este año tiene muchos vaivenes de precio en el mercado”, lamentó el propietario, que lejos de desalentarse ya está pensando junto a sus hijas “un proyecto a futuro para industrializar la lana, para incorporarle un valor agregado”.

Como se usan boyeros para rotar el pastoreo, a lo sumo “después de los animales (vacunos) pasan las ovejas; pero se trabaja todo separado”.

/// el dato

Apuntando al Braford

Uno de los objetivos que se propone La Yunta es consolidar la pigmentación de las “anteojeras”, ya que se trata de una característica muy demandada en el mercado.

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Coexistencia. Unas 100 madres forman la majada, que comparte parte de la tierra con el rodeo vacuno.

Foto: Juan Manuel Fernández