Con la nariz rota, bajo un diluvio y entre las tinieblas, apareció Palermo...

Dios creó a Diego y a alguien que lo salve

Dios creó a Diego y a alguien que lo salve

Martín Palermo, la lluvia y esa bandera celeste y blanca que se agita en la inmensidad del Monumental. Argentina ganó en tiempo de descuento y va a buscar la clasificación a Montevideo.

Foto: AFP

La selección jugó otra vez a nada, pero apareció el “muchachito” y puso final feliz a la película.

 

Enrique Cruz (h)

No hay caso, es de película la vida de Palermo. Tan de ficción, que hasta alguien que tantas veces nos salvó -adentro de la cancha- y que tantas páginas de gloria escribió para el fútbol argentino (Diego Armando Maradona) necesita de este jugador que está a punto de cumplir 36 años y que ni en los sueños se imaginaba, hace un tiempo, que le podía tocar un rol protagónico a esta altura de los hechos, con tantos delanteros de jerarquía que destilan en el viejo y querido fútbol argentino, como Messi, Tevez, Agüero, Milito, Higuaín, etcétera.

Palermo lo salvó a Maradona. En realidad, Palermo salvó al fútbol argentino de una verdadera “tragedia”, que habría desembocado vaya a saber uno en qué consecuencias. Algo de lo que todavía no se está exento, pues falta el último paso -complicadísimo- que es el de asegurar la clasificación en el Centenario de Montevideo ante los uruguayos.

La selección ya no es siquiera una acumulación de individualidades desequilibrantes, porque ni aún Messi marca diferencias por sí mismo. Está claro que se puede ser un brillantísimo jugador, pero se necesita de un equipo que acompañe. Y Maradona sigue dando plenas muestras de su total incapacidad para armar una mínima expresión colectiva que permita sostener un rendimiento futbolístico medianamente aceptable.

La selección sigue sin jugar a nada y no hay muchos indicios que permitan suponer cambios.

No digo para el próximo partido, porque es imposible adquirir algo en un momento delicado y cuando sólo importa conseguir un resultado que nos deposite en el Mundial. Hablo en función de un futuro que aparece tan negro y tormentoso como la noche de ayer en el Monumental.

¿Puede Maradona armar un verdadero equipo? ¿Tiene capacidad para hacerlo? Las dudas invaden el ambiente. Diego ha sido un grandísimo jugador de fútbol que, adentro de la cancha, por intuición, hacía todo bien. Esto no habilita a suponer que hará lo propio afuera de la cancha, porque allí se necesitan otros elementos como manejo de grupo, conducción, capacidad táctica, planificación estratégica, trabajo colectivo, etcétera, que Diego no demuestra.

Nadie es capaz de hacer todo bien. ¿Cuántos ex jugadores, brillantes adentro de la cancha, fueron un fracaso como entrenadores? En Santa Fe se recuerda, por ejemplo, a la “Oveja” Telch, un “técnico adentro de la cancha” de ese Unión subcampeón en 1979 que, como DT, no anduvo nunca. Y, en contrapartida, hombres que, como jugadores, fueron apenas discretos, se destacaron ampliamente como entrenadores.

En fin, estamos “jugados” y lo que más importaba anoche -e importará el miércoles- es el resultado. Se ganó, con la bendición del increíble Palermo, un partido que fue favorable a la Argentina en el primer tiempo por el excesivo respeto que nos tuvieron los peruanos, pero que se complicó en el segundo cuando ellos se decidieron a jugar e invadieron de dudas -lógicas por la ausencia absoluta de argumentos tácticos- a todo nuestro equipo.

Messi no supera la barrera de los 5 puntos en la selección, Mascherano viene en caída libre, Higuaín trajo un gol del ostracismo, Romero tapó un par de pelotas vitales, ahora Schiavi es el patrón de la defensa, se busca desesperadamente un enganche y por eso viene Aimar, y ya nadie habla de los “bajitos” porque ni Tévez ni Agüero muestran un rendimiento que acrediten titularidades.

La selección viene a los manotazos desde hace tiempo. Manotazo de Grondona, equivocado rotundamente a la hora de planificar la conducción del equipo, creando un clima de hostilidad Maradona-Bilardo que perjudica notoriamente el normal desarrollo de las cosas. Manotazos de Diego a la hora de las convocatorias, algunas con escasa lógica y sorpresivas. Y manotazos del técnico dentro de un mismo partido, tratando de acomodar lo inacomodable (le terminó saliendo relativamente bien lo de Federico Insúa porque participa en el gol de Palermo, pero el cambio no era ése, sino el de Bolatti, para darle una mano a Mascherano y tener un poco más la pelota).

Había que ganar el partido. Muchos pensarán que no importaban las formas, que había que hacerlo de cualquier forma. Es cierto. Si hoy estamos hablando de las preocupaciones que genera el futuro, es porque todavía estamos vivos. Queda el último eslabón de la historia, que se escribirá el miércoles en el mítico Centenario. Hay que ganar o empatar. Seguramente, Argentina saldrá a jugar el partido haciendo la “Gran Simeone” y metiendo con “el cuchillo entre los dientes”. Mientras tanto, Paraguay, con el “Tata” Martino, Chile con Bielsa y ni qué hablar de los brasileños están serenos y exultantes. Ellos fueron verdaderos equipos. Nosotros, no. Y dudo de que alguna vez lo seamos si no hay cambios fundamentales en el proceso.