De domingo a domingo
Kirchner y un trípode funcional
para el control absoluto
Hugo E. Grimaldi
DyN
Si no se decide ningún adelanto de las elecciones, el cuarto domingo de octubre de 2011 la ciudadanía votará un presidente para los siguientes cuatro años. Esta referencia hacia el futuro obliga a remitir necesariamente a la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que el Senado consagró con una mayoría bien importante, pero también a dos situaciones que se darán a pleno en los próximos días para intentar atenazar esa elección crucial a dos años vista: la ofensiva oficial hacia una reforma política que genere un esquema electoral funcional al kirchnerismo y la necesidad de endulzar el futuro económico, a partir de la canilla que podrían abrirle los mercados a la Argentina y eventualmente el FMI.
Este trípode casi perfecto de control político, económico y mediático que Néstor Kirchner ha diseñado para mantener el poder, ya tuvo un primer capítulo favorable en el Congreso.
En cuestiones de comunicación, la fantasía que se amasa en Olivos alienta la hipótesis de que durante la campaña electoral previa al próximo turno presidencial, cuando algún Kirchner busque la reelección, la mayor parte de los medios omita una eventual suba en los índices de precios, que se despreocupe si los pobres se siguen sumando de a miles en la Argentina o que haga la vista gorda si aparece en Aeroparque alguna que otra valija destinada a financiar la campaña oficial.
El kirchnerismo puro está seguro de que todas estas u otras osadías de la prensa han sido la causa del deterioro de imagen que ha sufrido el actual gobierno, que lo llevó a perder las últimas elecciones y cree también que, con la excusa de la pluralidad, el manejo de la opinión pública se hará efectivo entonces a partir de los nuevos medios que aparezcan, para diluir así cualquier información o aún para desacreditarla, tras haber dado de baja a la flor y nata de la oposición mediática en algo más de un año.
Atomizando opiniones
“Muerto el perro, se acabó la rabia”, razonan. Hoy, se podría decir con cierto grado de certeza, que nada que huela a kirchnerismo podría pasar a un ballottage. Si se mantiene la diversidad opositora, quizás el candidato pueda ganar una primera vuelta, pero luego se repetiría la historia de Carlos Menem.
Por eso, y sin hacerle caso a los fatalismos, los Kirchner se han reconstituido y piensan aprovechar los dos años que tienen a favor, haciendo lo que haga falta para torcer la historia.
Entonces, comenzaron con la ley de medios, a partir de la atomización de las opiniones, aunque buscarán que todas vayan en el mismo sentido.
Este es el plan, así de sencillo, que ha votado el Congreso para enmascarar la realidad, de cara a las próximas elecciones.
Igualmente, no debería agitarse el avispero porque haya nuevos actores que quieran sumarse al espectro radial y televisivo, ni frenar su ingreso si ayudan a asegurar una competencia efectiva y creativa a favor de los consumidores tal como lo impedía la penosa ley militar.
La gran sospecha es que quienes ingresen al negocio bajo el amparo de la nueva ley van a tener su financiamiento asegurado, a través de la publicidad oficial y con máximas concesiones tributarias.
Será algo así como lo que ocurre con los vendedores ambulantes, en relación a los negocios establecidos, que en cuestiones comerciales se llama competencia desleal, pero en este caso con el aditamento de que sus contenidos y opiniones van a ser puestos bajo la lupa. Al fin y al cabo, ni “competencia”, ni “mercado” son términos del léxico kirchnerista.
Otro lunar que abre dudas hacia el futuro en relación al eventual “pluralismo” tan declamado por los defensores de la ley, es el actual papel de los medios oficiales, que en sus áreas informativas y de contenidos ya han mostrado la hilacha a pleno y parece no importarles nada su defección, ni siquiera para salvar las formas.
Lo concreto es que en estos días sólo se preocupan obsesivamente por mostrar una sola vertiente ideológica y de lectura amañada de la realidad. Esta situación ha quedado muy clara a la hora de verificar qué tratamiento le dieron los medios estatales al proyecto del gobierno, a partir de un manejo más cercano a la propaganda que a la información.
En esta materia, basta observar, como ejemplo, el portal hablemostodos.ar, donde las voces que allí se escuchan o se leen están todas dirigidas de modo unánime a favor del proyecto gubernamental, mientras que los siete spots televisivos que se muestran escondidos bajo el engañoso título “Así trataron los medios el nuevo proyecto de ley” resultan una edulcorada seguidilla de opiniones a favor.
¿Dónde lo vio la presidenta?
Esta confusión permanente entre Estado y Gobierno y de edición de la realidad se observa a pleno en Canal 7, cada vez de modo más ostensible, a la hora de actuar de modo equilibrado en materia de opiniones.
En el colmo del pobre papel que está cumpliendo la “televisión pública” -y no parece un hecho anecdótico, aunque sí paradójico- bien vale referir que el “fútbol para todos” le ganó este viernes pasado la pulseada al derecho de los ciudadanos a informarse a través de la televisión abierta, ya que la emisión por TV de la sesión completa de la Cámara Alta sólo pudo ser vista a través de los odiados canales de cable TN y América 24.
Seguramente, a ellos y no al canal oficial debió recurrir la presidenta, ya que según se dijo ella siguió las intervenciones de los senadores desde Olivos, a través de la televisión. No obstante, la manipulación informativa es evidente y en este aspecto, dos temas de la última semana o no tuvieron, o bien gozaron de una cobertura sesgada a través de los medios gubernamentales, como fue el caso de la actuación del ministro de Economía, Amado Boudou, en la Asamblea del Fondo Monetario, en Estambul.
Para el punto de vista oficial, todo anduvo viento en popa, en relación a que de modo quijotesco la Argentina hizo valer su soberanía y que no hubo agachadas, pero la realidad fue por otro carril, ya que el llamado modelo argentino no es aceptado por casi nadie en el mundo y menos con sus aditamentos de discrecionalidad y desprecio por lo institucional que espantan las inversiones.
Lo exacto es que Boudou fue a buscar una definición en cuanto a que el FMI efectuara el control de las cuentas, al que se someten todos los países miembros, pero de un modo más light o de menor exposición pública, y que se trajo un no tan rotundo que ni siquiera se fijó la fecha de la revisión.
En la verborragia de su estancia turca, el ministro, que sabe que la normalización de las relaciones con el Fondo le permitirá avanzar con el Club de París, con los bonistas y abrir algo el mercado voluntario de deuda para la Argentina, le vendió a los periodistas que todo estaba listo y así fue publicado en la Argentina.
Pero cuando los Kirchner vieron la palabra “misión” en los titulares de los diarios, obligaron a Boudou a desandar el camino para no irritar a sus circunstanciales aliados de izquierda, aunque lo cierto es que están esperando que baje la polvareda porque las cuentas fiscales necesitan un 2010 y un 2011 con aportes de financiamiento, ya que las canillas internas se han ido agotando y se requieren dólares del exterior que aminoren el problema fiscal y que fundamenten la pata económica de un eventual resurgimiento.
Romper huesos y sacar ojos
En cuanto a aquello que fue silenciado oficialmente, se trata de la reunión de apriete mafioso que protagonizó el secretario de Comercio, Guillermo Moreno que fue relatada con pelos y señales por un síndico que representa al Estado en un Acta de la empresa Papel Prensa, episodio que los socios privados (los diarios Clarín y La Nación) llevaron a la Justicia.
En su despacho, Moreno le ordenó a los directores estatales que dijeran que la empresa funcionaba mal, para que baje el precio de las acciones o para expropiarla, al tiempo con que amenazó a quienes vulneraran el pacto de silencio con hacerles romper los huesos o sacarles los ojos.
Si el Estado digita el papel, los diarios o pagan más el que importen (si el gobierno no les pone restricciones arancelarias o cupos) o deben arrodillarse. Lo peor del caso es que Moreno, públicamente, se dijo fiel intérprete de las decisiones de la presidenta de la Nación, y no es algo menor en un funcionario que goza de tal grado de protección oficial y de oscuridad en sus procedimientos, casi de clandestinidad, que ni siquiera la web de Economía, de donde depende, ha logrado desde hace seis ministros disponer de un link a su secretaría, que le aporte algo de transparencia a su gestión.
O dicho de otra manera: ni Roberto Lavagna, ni Felisa Miceli, ni Miguel Peirano, ni Martín Lousteau, ni Carlos Fernández, ni Boudou se lo pudieron siquiera ordenar.
Por último, y como tercera pata del trípode Kirchner 2011, el oficialismo intentará la semana que viene avanzar con un nuevo Código Nacional Electoral que contemple internas abiertas y no simultáneas en todo el país, al estilo de los EE.UU., y con trabas múltiples para los que no son del palo.
Habrá que ver cuáles son las instancias legislativas y si el oficialismo tiene modo de imponerlo, aun puertas adentro del PJ, antes del 10 de diciembre.
En cuanto a la paupérrima actuación del Congreso en el caso de la Ley de control de medios, conviene reparar en que el Senado se llenó de piezas oratorias cerradas, que no dieron lugar a ninguna rectificación, producto del intercambio de ideas, lo que derivó en una parodia de debate para las actas, ya que todo había sido cocinado de antemano: el oficialismo había resuelto inmolarse una vez más sin tocar “una sola coma” a la sanción de Diputados y la oposición jugó a “como si”, confiando en los farragosos procedimientos judiciales de los damnificados patrimoniales y otros de interpretación constitucional que llegarán de ahora en más. Si todo va rumbo a la Corte, pasará bastante tiempo antes de que llegue el final de la película.
Más allá del júbilo futbolero kirchnerista de la madrugada del sábado y más allá también de la teoría que las fundamenta, las leyes sólo se festejan en su aplicación y ésta -aunque está claro que la puesta en marcha de las normas no es precisamente el fuerte de los argentinos- puede a llegar a amenazar de modo decidido la libertad de expresión.
Vale recordar que esta garantía constitucional no es sólo para los periodistas, sino para los receptores de la información, los ciudadanos, quienes han sido los verdaderos convidados de piedra en esta ley. Hay que recordar que el público que vota es el sostén primordial de los medios y de los gobernantes, el que premia y castiga, el que prefiere, encumbra y desecha. Ese ninguneo también se paga.




