AL MARGEN DE LA CRÓNICA
AL MARGEN DE LA CRÓNICA
Un pito catalán a la rutina
La rutina es ese circuito formal de rituales cotidianos que nos ajustan a una estructura de desarrollo vital más o menos estable, y que nos permiten desempeñarnos en nuestras variadas labores cotidianas con un mínimo de éxito. Se sabe que todo esquema organizador es saludable y necesario hasta cierto punto; pero, también, que puede volverse una fuerza absorbente que nos lleve al más patológico de los comportamientos.
El desacople comienza con acciones del tipo maníacas (“jamás” salir de casa al trabajo sin antes tender la cama, tal el testimonio real de un amigo). Es esa compulsión que nos lleva a hacer “eso” que indefectiblemente debemos hacer -porque la rutina así lo dictamina-, aunque no guarde el menor de los sentidos.
Vamos por la vida atornillados a un centro organizador, abroquelados a directrices que entendemos como absolutas e inimputables. El sólo hecho de pensar que movernos un ápice de ese equilibrio nos puede costar caro (descrédito laboral, rechazo social, pérdidas afectivas), nos horroriza. Y ahí nos quedamos, encastrados en una vida geométrica pero a resguardo, fría pero segura, insípida pero nivelada. También es verdad que, del otro extremo, no es bueno abusar de la falta de una rutina niveladora. Del orden al caos hay una corta distancia.
Quizás sea necesario permitirnos una rutina descontracturada: ni tan propensos a naturalizar aquellas actividades absorbentes, ni muy cómodos en la deriva a que nos puede llevar la falta de pautas organizadoras. Y hacer cada tanto aquello que nos da placer, por más ridícula que esta actividad parezca a los ojos de propios y extraños (nada de malo tiene jugar al ping pong toda una tarde libre, o darle rienda suelta a algún antojo de dulces a media madrugada). Sólo se trata de descontracturarnos un poco de nuestras propias métricas cotidianas, como el buen actor que se permite improvisar con el libreto en mano. De hacerle un pito catalán a Su Majestad, la Rutina.
Hoy, la velocidad y el estrés casi no nos dejan recovecos para descansar de nuestras propias rutinas. Pero todo intento por salirse transitoriamente de las estructuras autoimpuestas, casi como breves línea de fuga, se vuelve esencial para esta menuda empresa de vivir.