Interpretaciones filosóficas

Sócrates y la Mayéutica

Alberto Niel

La Filosofía está relacionada con el saber y la actividad del ser humano. Nada le es ajena. Yo he tenido la oportunidad de frecuentar a una serie selecta de amigos que mucho saben de estas cosas. He visto desfilar por las páginas del diario los tradicionales Kant, Nietzsche, Sartre, Unamuno, Ortega y Gasset en las plumas de Luis Di Filippo, Leoncio Giannello, Carlos Catania, Jorge Taverna Irigoyen, Hugo Mataloni. Como el tema me interesa, va el aporte de un simple médico que trata de pensar por su cuenta.

Cuentan que Sócrates dijo: “Dios me puso sobre vuestra ciudad como a un tábano sobre un noble caballo, para picarlo y tenerlo despierto”.

¿Quién era el mencionado individuo? Alguien supone que fue inventado por Platón, su distinguido, aristocrático y presunto discípulo, que junto con Aristóteles, y adláteres, habitualmente griegos como ellos, enseñaron a la Humanidad a observar, analizar, pensar y razonar.

El tal Sócrates era un ateniense petiso, ñato y feo, que disparaba de su casa escapándole a su esposa Xantipa, que era una sisebuta inaguantable y violenta, que no se conformaba sólo con palabras bonitas, según comentarios del chismoso vecindario. Para distraer sus ocios, que suponía fecundos, vagabundeaba, alegando probablemente una claustrofobia.

Caminaba y caminaba hasta tropezarse, probablemente en el ágora, con algún conciudadano ocioso, incauto y paciente, al que se ingeniaba para meterle, figuradamente, el dedo en el traste, actuando algo así como un proctólogo empírico, con ese tacto rectal de palabras, haciéndole preguntas que lo obligaban a pensar y a parir ideas propias que, frecuentemente, el interrogado suponía no ser capaz de concebir.

Sócrates inventó así la Mayéutica, a la que definía como Parto de ideas, dando lugar al Filósofo Obstetra o Tocólogo, una nueva especialidad, y que me perdonen los y las obstetras y los médicos toco-ginecólogos, que hasta ahora suponían haber inventado estos difíciles y sonoros nombrecitos, que trabajan para dar a luz seres humanos coloraditos, húmedos y gritones que no son inmateriales, bellas, elegantes y peligrosas, como son las ideas. Hasta que llegó un buen día en que las autoridades de Atenas se cansaron de las impertinencias del ñato y con el pretexto de que corrompía a la juventud lo mandaron al otro mundo haciéndole ingerir una bebida amarga, que no era precisamente un fernet con cola o alguna otra porquería promocionada por la TV inexistente.

Me lo imagino en el Olimpo, volando raudamente de nube en nube, a la caza de santos varones que le escapan al ñato filósofo procto-toco-ginecólogo y a sus preguntas filosas, que los sacarían de su ensimismamiento rosado, celeste y místico, como es de presumir ocurra en esas regiones libres de pecado y de otras diversiones paganas. ¡Qué aburrido! ¿No?