AL MARGEN DE LA CRÓNICA

Pronósticos eran los de antes

Empiezo explicando que soy mujer. Y es importante, porque seguro después de mi berrinche escrito, no faltará algún machista que me señale peyorativamente con esa frase trillada. Le gano y lo blanqueo de entrada. Mi relación con mi auto es la del amo con el esclavo; ni más ni menos. Está para servirme y no al revés. No me importa si es lindo, si es marca de estatus, si tiene computadora, no me fijo de qué color vino; nada. Sí exijo que tenga aire acondicionado (si viviera en el sur del país pediría que tuviera calefacción) pero por lo demás, lo que necesito de él, es que me lleve a donde yo quiera ir. Le doy de comer (nafta y aceite) y controlo que no le falte agua; es lo que considero indispensable para que mi sirviente cumpla su función. Aclaro que mi aspecto e higiene personal están en las antípodas de los de mi vehículo y cuanto más roñoso él aparece, yo luzco más prolija (no por contraste, sino por varias duchas diarias). Mi auto descansa en la calle a la sombra de una tipa enorme, que alberga un nido de palomas. Lindo bicho la paloma, pero come demasiado y las pruebas de eso quedan plasmadas en el parabrisas después de cada siesta.

De pronto, una mañana de sol radiante, decido que un poco de agua y jabón no se le niega a nadie; es hora de lavarlo, de sacarle de encima -además de la considerable mugre acumulada en semanas- los desperdicios de las palomas. El chico de la estación de servicio me advierte: “Escuché que va a llover”, a lo que respondo: ¡no puede llover con este sol!, y procedo. Lo retiro blanco inmaculado, con el interior bien perfumado, le brillan las llantas. Un par de horas después, el cielo cambió el azul por el azabache, se llenó de truenos y llovió. No mucho; lo suficiente para que mi auto recobrara su aspecto mugroso y desprolijo.

Pronósticos eran los de antes. Exentos del crispante “alerta meteorológico se anuncia”, además tenían poesía: “Si el cielo carda lana, si no llueve hoy, llueve mañana”, decía mi abuela. Y el pronóstico de mi abuela se cumplía en tiempo y forma. Los grillos, las luciérnagas y, las más precisas, las ranas, notificaban cambios en las condiciones climáticas.

Todo se transformó; todo se hizo científico, sofisticado. Hasta los pronósticos del tiempo, y cualquier encanto se pierde cuando, por ejemplo, una pareja planea su primer encuentro en una noche de luna espléndida, pero lo suspende cuando consulta Weather Chanel. Para los festejos, el primer invitado a investigar es el tiempo, que puede arruinar cualquier celebración, aun las que fueron planificadas un año antes para conseguir el lugar adecuado.

En mi caso, el pronóstico del clima y la prolijidad de mi auto, definitivamente no se llevan. Es más, pienso que sería una buena idea ofrecerlo, antes de lavarlo y como ayuda en las zonas de sequía; porque no falla: si lo lavo, llueve.